El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Ben-Hur



Dirección: William Wyler.
Guión: Karl Tunberg (Novela: Lewis Wallace).
Música: Miklós Rózsa.
Fotografía: Robert Surtees.
Reparto: Charlton Heston, Jack Hawkins, Stephen Boyd, Haya Harareet, Hugh Griffith, Martha Scott, Cathy O'Donnell, Sam Jaffe, Frank Thring, Terence Longdon, George Relph, André Morell, Finlay Currie.

Ben-Hur (1959), de William Wyler, es la tercera versión de una novela escrita por Lew Wallace, general que participó en la guerra civil estadounidense (la primera es de 1907 y la segunda, dirigida por Fred Niblo y protagonizada por Ramón Novarro, es de 1925).

El nuevo tribuno romano de Judea, Messala (Stephen Boyd), se reencuentra con su amigo de la infancia, el aristócrata judío Judah Ben-Hur (Charlton Heston) y le solicita su ayuda para pacificar la provincia. Pero Ben-Hur no acepta colaborar con los romanos, lo que provoca el enfado del tribuno, que aprovecha un accidente para encarcelar a la familia de Ben-Hur y enviar a éste como galeote.

Ben-Hur condensa el cine espectáculo como se entendía antaño: un ejercicio impresionante donde todo el estudio se volcaba para hacer un film irrepetible, grandioso e histórico.

El film se mueve entre dos objetivos: la espectacularidad de la puesta en escena, largamente lograda, y el mensaje sobre la redención y el perdón, nada sutil y excesivamente panfletario y que empobrece los resultados.

Junto a las alusiones a la religión, con la presencia final del mismísimo Jesucristo, aparece de manera poco disimulada el tema del amor homosexual entre Messala y Ben-Hur, lo que no deja de ser sorprendente en una película de estas características.

Pero defectos aparte, la película ha pasado por méritos propios a la historia del cine por su grandiosa puesta en escena y especialmente por la legendaria secuencia de la carrera de cuádrigas, que aún hoy en día resulta de una asombrosa espectacularidad. Además, a pesar de su larguísimo metraje (doscientos once minutos), otro de los grandes méritos de la película es que William Wyler consigue un ritmo excelente, de manera que no pesan los minutos y el equilibrio entre las partes de acción y los pasajes más intimistas está resuelto de un modo admirable.

El reparto, sin ser realmente asombroso, contaba con muy buenos actores, aunque la figura indiscutible es Charlton Heston, quizá en el papel de su carrera. Heston nunca fue un actor que me gustara especialmente. Es cierto que da el tipo para papeles de hombre duro, de ahí que el papel de Judah Ben-Hur le viniera especialmente bien. Aún así, hay que reconocer que no solo resulta convincente en las escenas de acción, sino también cuando sufre o cuando ama su trabajo es convincente, dentro, eso sí, de un estilo de interpretación que hoy en día está algo desfasado.

Ben-Hur aspiraba a doce estatuillas y logró el asombroso record de once, algo que sólo igualarán Titanic (1997) y El Señor de los Anillos: el retorno del Rey (2003) y, lo más importante, consiguió salvar a la MGM de la bancarrota.

2 comentarios:

  1. Hola de nuevo. No podía dejar de comentar esta película porque ha sido para mí algo especial. Esta película representa a un gran hombre de su época, un representante de su sociedad, con poder y acaudalado, el príncipe de Hur, a quién su pueblo sigue. Y por circunstancias de la vida, lo pierde todo hasta el punto de ser un esclavo, sin derechos, sin identidad, sin autonomía, sin nada. Porque esta película cuenta, en realidad, la grandiosa vida que este ser podría haber llevado de renunciar a sus principios y traicionar a su pueblo. Entonces, lo tendría todo, poder, dinero y miles de mujeres esperándolo. La vida misma. Sin embargo decide tomar el camino más difícil aún a sabiendas de que va a morir con la única fuerza que le queda, la de su fortaleza interior,la de su honor como persona y como guía de su pueblo. Aunque luego se mezcle con el nacimiento de Jesús no deja de ser una oda a los principios de la persona y a que el triunfo final no está en el poder o el dinero sino en la bondad y la humildad. Para mi una obra maestra y un protagonista que encarna a la perfección al personaje, tanto en los momentos de rudeza como en en los más tiernos. Una gran película, sin duda.

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    1. Es una gran película. Y lo es no solo por su espectacularidad, que ha quedado en los anales de la historia, sino por poseer algo más. Es, como bien dices, un relato sobre la nobleza del hombre, que elige lo correcto, lo justo, aún a costa de todo. Maravillosa.

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