El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Psicosis


Psicosis (Alferd Hitchcock, 1960) es sin ninguna duda una de las películas más famosas de todos los tiempos y un referente ineludible en el cine de terror.

Marion Crane (Janet Leigh) roba 40.000 dólares de su lugar de trabajo. De camino para reunirse con su amante, decide pasar la noche en un motel de carretera, regentado por un tímido joven que vive allí con su anciana madre.

El propio Alfred Hitchcock es el productor de este film, lo que le permitió la libertad necesaria para poder afrontar el proyecto de manera totalmente personal y sin interferencias. Basada en la novela del mismo título de Robert Bloch, fue la temprana muerte de la protagonista lo que atrajo al director y le animó a rodar la película.

Hitchcock logra crear una atmósfera espectacular, en especial con la imponente casa sobre el motel, siempre amenazadora y misteriosa. Sin duda la soberbia fotografía es de un valor tremendo para lograr ese ambiente tan particular del film. Tampoco hay que olvidar la música, un elemento indispensable para crear un clima amenazante a lo largo de todo el film y que brilla especialmente en momentos puntuales, como veremos luego.

Pero lo más sorprendente sin duda es la muerte de la protagonista en un momento tan temprano de la historia. Cualquier otro realizador hubiera elegido a Janet Leigh para interpretar a la hermana de Marion, lo que hubiera respetado sin duda la lógica y la tradición. Pero Hitchcock lo que pretende es sorprender al espectador, por lo que la muerte de la protagonista resulta algo absolutamente inesperado para todos, lo que la convierte en mucho más impactante. Ello también motivó la insistencia del director en que no se dejara entrar a nadie una vez empezada la película, porque podría darse el caso que alguno no llegara a ver a Janet Leigh viva. Una vez sorprendido el espectador con la muerte de Janet Leigh, queda a merced de la historia, ya que no somos capaces de adivinar lo que viene a continuación. La muerte del detective es otra vuelta de tuerca más, con lo que la tensión es ya imparable. Hitchcock nos ha desconcertado a conciencia y en ello radica la fuerza de la película. El suspense crece hasta el máximo cuando la hermana de Marion entra en la casa y nosotros, los espectadores, nos adelantamos, un tanto erróneamente, como pretendía el director, a la amenaza que parece cernirse sobre ella.

El gran logro de Psicosis es que aceptamos la trampa argumental con naturalidad, asombrándonos por el desenlace pero sin el menor asomo de decepción ni la sensación de que hemos sido engañados tontamente. Y ello por la habilidad de Hitchcock a la hora de contarnos una historia sorprendente con una maestría indiscutible, atrapándonos de tal manera que no cuestionamos en absoluto el desenlace de la historia.

Junto a este detalle, destacar la soberbia manera de filmar del director. En todo momento juega al despiste con el público y cuando tiene que ocultarnos la identidad de la madre de Bates lo hace siempre de manera astuta, para que el espectador no considere que ha sido engañado deliberadamente. Para ello, por ejemplo, mueve la cámara lentamente hasta lograr el encuadre perfecto que le sirva a sus intenciones, como en la escena en que el detective entra en la casa para hablar con la madre de Norman, consiguiendo cierta naturalidad en un encuadre forzado a posta. En esta línea, también hay que destacar, por supuesto, la manera tan brillante en que está filmada la escena de la ducha, secuencia ya legendaria como unos de los íconos del cine, con la insistente y amenazadora presencia de los violines de la soberbia banda sonora de Bernard Herrmann.

El personaje de Norman Bates (Anthony Perkins) está tan genialmente construido que ha quedado ya como el prototipo de enfermo mental por excelencia, llegando incluso a marcar de manera indeleble la carrera de Perkins, en la mejor actuación de su carrera, encasillado ya de por vida en la piel de Norman Bates.

Una verdadera obra cumbre del género y pieza clave en la carrera del director inglés que entraría, a partir de esta película, en la parte final de su dilatada carrera.

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