El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 19 de diciembre de 2009

La ley del silencio



La ley del silencio (Elia Kazan, 1954) ha pasado a la historia del cine tanto por sus indudables cualidades como por la polémica que rodeó la película, a propósito de la actitud del director al delatar a compañeros de profesión ante el tristemente famoso Comité de Actividades Antiamericanas. Parece ser que con este film intentaba Kazan justificar su comportamiento y él mismo reconocía que se identificaba con el conflicto de lealtades del protagonista, Terry Malloy (Marlon Brando).

Terry Malloy, un ex-boxeador fracasado, trabaja para el ganster Johnny Friendly (Lee J. Cobb), que controla el trabajo en los muelles con mano de hierro y no duda en eliminar a cualquiera que cuestione sus métodos. Cómplice sin querer en la asesinato de un trabajador, Terry verá debilitarse sus convicciones y lealtades cuando se enamore de la hermana del muerto, Edie Doyle (Eva Marie Saint).

Film de denuncia de una situación real en los muelles de New York y New Jersey (el guión se basa en unos artículos que denunciaban los chantajes existentes en los muelles citados), La ley del silencio es una obra cercana al neorrealismo, al menos en cuanto a su fotografía y ambientación, lo que acentúa el carácter veraz del tema tratado. Sin duda, otro de los factores que añaden aún una nueva dosis de realismo son las soberbias interpretaciones de un reparto colosal encabezado por un Marlon Brando excepcional. A su lado, soberbio Karl Malden en su papel de sacerdote involucrado en la lucha contra la mafia portuaria; Lee J. Cobbs, un secundario de lujo, que borda su papel de cacique desalmado y frío; Rod Steiger, conmovedor al verse entre la espada y la pared por la actitud de su hermano o la debutante Eva Marie Saint, con una interpretación maravillosa llena de ternura que le valió el Óscar como actriz de reparto.

La película es a la vez dura, con escenas como la de la pelea entre Terry y Friendly (una de las más violentas y logradas del cine), y tierna, sobre todo en las escenas de Terry con Edie, cargadas de una sensación de inocencia y de fragilidad asombrosas. Mucho mérito tiene la asombrosa encarnación que Brando hace de Terry, un ser de escasa inteligencia, lleno de dudas morales y prendado de una mujer que es todo lo opuesto a él que pueda imaginarse y que protagonizarán una hermosísima historia de amor.

Hay, sin embargo, muchas otras escenas soberbias, como la conversación de Terry y Charley en el automóvil o cuando Terry descubre que el muchacho del barrio que lo idolatraba ha matado a sus palomas al conocer que Terry ha roto la ley del silencio.

Sin duda una de la películas señeras en la historia del cine, con el planteamiento de un dilema moral que en su momento trascendía la pantalla y que se hizo acreedora merecidamente de hasta ocho Óscars: mejor película, director, guión, actor (Brando), actriz de reparto (Eva Marie Saint), dirección artística, fotografía y montaje.

No hay comentarios:

Publicar un comentario