El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

El graduado





Dirección: Mike Nichols.
Guión: Calder Willingham y Buck Henry (Novela: Charles Webb).
Música: Dave Grusin y Simon & Garfunkel.
Fotografía: Robert Surtees.
Reparto: Dustin Hoffman, Anne Bancroft, Katharine Ross, William Daniels, Murray Hamilton, Elizabeth Wilson, Buck Henry, Brian Avery, Walter Brooke, Norman Fell.

El graduado (1967), de Mike Nichols, fue un film que marcó una época al afrontar directamente el tema de unas relaciones sexuales adúlteras, lo que causó no poco revuelo en el momento de su estreno.

Benjamin Braddock (Dustin Hoffman) regresa a casa tras su brillante graduación sin tener muy claro qué hacer con su vida. Confundido y apocado, caerá en los brazos de la señora Robinson (Anne Bancroft), amiga de la familia, que no duda en seducirlo a pesar de la diferencia de edad.

Basada en la novela de Charles Webb y con un guión lleno de aciertos y frases memorables, Mike Nichols supo hacer una comedia mordaz donde analizaba sin concesiones a la clase media norteamericana, sacando a la luz sus miserias, sus frustraciones ahogadas en alcohol, su materialismo vacío y ridículo y sus escasos valores. Al tiempo, muestra la típica confusión de la juventud, su incomunicación con el mundo de sus padres y el futuro que se abre ante Benjamin, lleno de incertidumbres y con el amenazador ejemplo de la vida de sus padres como terrible destino.

Nichols realiza, en la primera parte del film, un ejercicio de dirección bastante original, con recursos llamativos como primeros planos cerrados o encuadres forzados. Sin embargo, en la segunda mitad de la historia, el director abandona esos planos y su trabajo es más ortodoxo.

El film cuenta con un notable reparto encabezado por un debutante Dustin Hoffman, soberbio en su papel de joven inocente, torpe y confuso, papel que le supuso el salto a la fama inmediato. A su lado, una genial Anne Bancroft en la interpretación de su vida, con una brillante composición de un ama de casa ociosa, alcohólica y amargada. La jovencita Katharine Ross, con su candidez y belleza, completa el triángulo amoroso. Pero también los actores secundarios están a gran altura, en especial Norman Fell, en su papel de casero obsesionado con los alborotadores, está realmente genial.

Y no debemos pasar por alto otro de los grandes aciertos del director, que fue la inclusión en la banda sonora de las canciones de Simon & Garfunkel, dúo de moda en aquella época y que añaden un plus de belleza a muchas de las escenas de la película con sus temas de fondo. Al tiempo, esta elección marcó una tendencia que no tardarían en seguir muchos films posteriores.

El graduado es una de esas películas que quedan en la historia por su oportunidad y su significado concreto, más allá del paso del tiempo y la evolución de las costumbres. Sigue conservando un encanto especial, lo que hoy en día percibimos como tierna ingenuidad, y es retrato y testigo de una década que cambió el mundo definitivamente.

Con hasta siete nominaciones, la película sólo se llevo al final el Oscar para el mejor director.

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