El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 22 de diciembre de 2009

Fort Apache


Con Fort Apache (1948) inicia John Ford su conocida trilogía a cerca de la caballería de los Estados Unidos, que completarían La legión invencible (1949) y Río Grande (1950).

La película cuenta la llegada a Fort Apache, un perdido fuerte en el desierto, del coronel Owen Thursday (Henry Fonda), acompañado por su joven hija Philadelphia (Shirley Temple), para hacerse cargo del mando. Para el coronel representa una ofensa que le destinen a tan insignificante puesto después de sus años entregado al ejército, por lo que intentará ganar méritos que lo rehabiliten ante sus superiores.

Partiendo de una referencia a la derrota del general Custer, John Ford intentará darnos una imagen lo más verídica posible sobre la guerra con los indios, desmitificando historias pasadas y mostrando la nobleza del pueblo indio así como sus legítimas reivindicaciones. La crítica hacia el comportamiento vil de los hombres blancos, tanto civiles y militares, con los indios es muy dura y justifica el que los pieles rojas se sublevaran repetidamente ante los abusos y mentiras que tenían que soportar.

A pesar de la crítica, Ford diferencia al individuo de la institución, que queda por encima de comportamientos personales poco honrosos. El discurso final del capitán York (John Wayne) servirá, por una parte, para salvar el honor del ejército como institución al tiempo que explica en parte el origen de algunos mitos poco fiables en la historia de la conquista del oeste ya que, para salvar al ejército de la mancha del comportamiento del coronel Owen, el capitán ocultará a los periodistas la verdadera personalidad del coronel.

Como era habitual en John Ford, en Fort Apache volvemos a ver una historia que excede los límites de la pantalla. Así, conoceremos por algunas insinuaciones, pequeños apuntes del pasado del coronel Owen, pero sin aclarar los motivos concretos por los que sufre esta especie de castigo en su carrera con el destino a Fort Apache. Más adelante conoceremos su vieja amistad con otro capitán destinado en el fuerte y se deja entrever algún detalle de fortuna que le ayudó en su ascenso pasado. Al estilo del director, nada se revela abiertamente, dejando así a nuestra imaginación una parte de la historia que, sin estar expresamente contada, pasa a formar parte también de la película. Esta manera de contar tenía la virtud de dotar a los personajes de una entidad mayor, de darles una vida más allá de lo que vemos: el film es como si nos detuviéramos un instante a contemplar un fragmento de la vida de esas personas, pero la realidad es mucho mayor y esa parte de la vida que no vemos influye y condiciona en todo lo que vemos.

Fort Apache cuenta con los habituales del director (Ward Bond, Victor McLaglen) creando ese universo familiar y tan personal de sus películas. Magnífica la interpretación de Henry Fonda, con su estilo sobrio, así como el siempre correcto John Wayne cuando actuaba a las órdenes de Ford. Shirley Temple, ya con 21 años, al lado de su marido, el debutante John Agar, componen la parte amable y romántica de la película.

De nuevo hay que mencionar la genial sencillez de Ford a la hora de contar una historia y, en particular, esa cualidad tan suya de trasmitir las más genuinas emociones con un solo encuadre. A modo de ejemplo, me parece un momento precioso cuando el teniente interpretado por John Agar llega a casa tras cumplir con sus años de formación y se encuentra con su padre (Ward Bond) y, sin apenas diálogo, queda expresada toda la tensión del encuentro.

Una película llena también de pequeños apuntes de humor, como era también habitual en las obras de Ford, que aportan pequeñas pausas en el desarrollo del drama principal y ofrecen a su vez momentos impagables, como cuando los soldados inspeccionan el almacén del agente del gobierno en la reserva india y descubren el whisky camuflado como biblias ("Escáncieme unos versículos").

Sin duda un film genuinamente de John Ford, con todo cuanto de grande implican esas palabras.

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