Dirección: John Huston.
Guión: Richard Brooks y John huston.
Música: Max Steiner.
Fotografía: Karl Freund.
Reparto: Humphrey Bogart, Edward G. Robinson, Lauren Bacall, Lionel Barrymore, Claire Trevor, Thomas Gómez, John Rodney, Harry Lewis, Marc Lawrence, Dan Seymour, Monte Blue.
Nada más terminar El tesoro de Sierra Madre (1948), John Huston se embarcó en el rodaje de Cayo Largo (1948). La película está basada en una pieza teatral de Maxwell Anderson y eso se nota, si bien John Huston dota a las escenas de dinamismo y suficiente tensión para que ello no sea un lastre en el desarrollo de la historia. Historia que tiene lugar en un hotel en los Cayos de Florida, a donde llega Frank McCloud (Humphrey Bogart) para visitar al padre y a la viuda de un camarada muerto en Italia durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su llegada coincide con la de Johnny Rocco (Edward G. Robinson), un gángster venido a menos y su banda.
La historia que cuenta Cayo Largo es bastante sencilla: un grupo de personas retenidas contra su voluntad por un grupo de mafiosos y las tensiones que se producen entre ellos al verse forzados a convivir en un espacio cerrado. El tema, en principio, no me suele gustar pues da lugar, frecuentemente, a películas demasiado paradas, lentas, previsibles y donde se nota en exceso el esfuerzo sobrehumano para alargar la situación más allá de lo razonable. Sin embargo, ésto no sucede aquí. John Huston sabe dosificar la trama y los diálogos para evitar la monotonía. Crea una primera parte bastante larga, donde esconde un tanto las cartas y va presentando a los personajes y sólo la parte central de la película se ocupa del drama, con los personajes encerrados en el hotel y cercados por la tormenta. Y aquí, Huston se muestra hábil para aligerar la película a base de situaciones más o menos variadas, con momentos de tensión, drama, miedo y, en especial, el momento en que la novia de Rocco, Gaye Dawn (Claire Trevor), canta una cancioncilla para poder beber un trago, en una de las escenas más tristes y más logradas de la película y que justifican el Oscar a la mejor actriz secundaria ganado por Claire.
Pero en esencia, Cayo Largo es un film de actores. El reparto es asombroso, con lo mejor del cine negro representado por Borgart y Edward G. Robinson. Pero en este caso, Bogart no me resulta tan convincente como en otros trabajos. Tampoco Lauren Bacall termina de gustarme, la veo un tanto acartonada, sin fuerza. Pero no pasa lo mismo con el gran Lionel Barrymore, un gran actor que, incluso en silla de ruedas, siempre resulta convincente. El mejor del reparto, junto a la ya mencionada Claire Trevor, es Edward G. Robinson, un actor con una presencia rotunda que llena toda la pantalla en cuanto aparece y que compone un personaje despreciable, lleno de matices (miedo, desprecio, arrogancia, asco, ira), y que carga con la mayor parte del peso de la película como si nada.
También me gustaría destacar la preciosa y claustrofóbica fotografía en blanco y negro de Karl Freund, responsable también de este apartado en Perversidad (Fritz Lang, 1945).
Cayo Largo no es un film redondo. Le falta tal vez algo de fuerza, diálogos más brillantes, definir quizá mejor algunos personajes, como el de Lauren Bacall, y el final tampoco es demasiado brillante. Pero aún así, es un muy buen film de cine negro, con la atmósfera y los personajes, la tensión y el drama y ese toque romántico de unos personajes abocados al fracaso. Fue la última vez que Bogart y Lauren Bacall trabajaron juntos.
La historia que cuenta Cayo Largo es bastante sencilla: un grupo de personas retenidas contra su voluntad por un grupo de mafiosos y las tensiones que se producen entre ellos al verse forzados a convivir en un espacio cerrado. El tema, en principio, no me suele gustar pues da lugar, frecuentemente, a películas demasiado paradas, lentas, previsibles y donde se nota en exceso el esfuerzo sobrehumano para alargar la situación más allá de lo razonable. Sin embargo, ésto no sucede aquí. John Huston sabe dosificar la trama y los diálogos para evitar la monotonía. Crea una primera parte bastante larga, donde esconde un tanto las cartas y va presentando a los personajes y sólo la parte central de la película se ocupa del drama, con los personajes encerrados en el hotel y cercados por la tormenta. Y aquí, Huston se muestra hábil para aligerar la película a base de situaciones más o menos variadas, con momentos de tensión, drama, miedo y, en especial, el momento en que la novia de Rocco, Gaye Dawn (Claire Trevor), canta una cancioncilla para poder beber un trago, en una de las escenas más tristes y más logradas de la película y que justifican el Oscar a la mejor actriz secundaria ganado por Claire.
Pero en esencia, Cayo Largo es un film de actores. El reparto es asombroso, con lo mejor del cine negro representado por Borgart y Edward G. Robinson. Pero en este caso, Bogart no me resulta tan convincente como en otros trabajos. Tampoco Lauren Bacall termina de gustarme, la veo un tanto acartonada, sin fuerza. Pero no pasa lo mismo con el gran Lionel Barrymore, un gran actor que, incluso en silla de ruedas, siempre resulta convincente. El mejor del reparto, junto a la ya mencionada Claire Trevor, es Edward G. Robinson, un actor con una presencia rotunda que llena toda la pantalla en cuanto aparece y que compone un personaje despreciable, lleno de matices (miedo, desprecio, arrogancia, asco, ira), y que carga con la mayor parte del peso de la película como si nada.
También me gustaría destacar la preciosa y claustrofóbica fotografía en blanco y negro de Karl Freund, responsable también de este apartado en Perversidad (Fritz Lang, 1945).
Cayo Largo no es un film redondo. Le falta tal vez algo de fuerza, diálogos más brillantes, definir quizá mejor algunos personajes, como el de Lauren Bacall, y el final tampoco es demasiado brillante. Pero aún así, es un muy buen film de cine negro, con la atmósfera y los personajes, la tensión y el drama y ese toque romántico de unos personajes abocados al fracaso. Fue la última vez que Bogart y Lauren Bacall trabajaron juntos.
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