El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 15 de agosto de 2010

Cayo Largo



Dirección: John Huston.
Guión: Richard Brooks y John huston.
Música: Max Steiner.
Fotografía: Karl Freund.
Reparto: Humphrey Bogart, Edward G. Robinson, Lauren Bacall, Lionel Barrymore, Claire Trevor, Thomas Gómez, John Rodney, Harry Lewis, Marc Lawrence, Dan Seymour, Monte Blue.

Nada más terminar El tesoro de Sierra Madre (1948), John Huston se embarcó en  el rodaje de Cayo Largo (1948). La película está basada en una pieza teatral de Maxwell Anderson y eso se nota, si bien John Huston dota a las escenas de dinamismo y suficiente tensión para que ello no sea un lastre en el desarrollo de la historia. Historia que tiene lugar en un hotel en los Cayos de Florida, a donde llega Frank McCloud (Humphrey Bogart) para visitar al padre y a la viuda de un camarada muerto en Italia durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su llegada coincide con la de Johnny Rocco (Edward G. Robinson), un gángster venido a menos y su banda.

La historia que cuenta Cayo Largo es bastante sencilla: un grupo de personas retenidas contra su voluntad por un grupo de mafiosos y las tensiones que se producen entre ellos al verse forzados a convivir en un espacio cerrado. El tema, en principio, no me suele gustar pues da lugar, frecuentemente, a películas demasiado paradas, lentas, previsibles y donde se nota en exceso el esfuerzo sobrehumano para alargar la situación más allá de lo razonable. Sin embargo, ésto no sucede aquí. John Huston sabe dosificar la trama y los diálogos para evitar la monotonía. Crea una primera parte bastante larga, donde esconde un tanto las cartas y va presentando a los personajes y sólo la parte central de la película se ocupa del drama, con los personajes encerrados en el hotel y cercados por la tormenta. Y aquí, Huston se muestra hábil para aligerar la película a base de situaciones más o menos variadas, con momentos de tensión, drama, miedo y, en especial, el momento en que la novia de Rocco, Gaye Dawn (Claire Trevor), canta una cancioncilla para poder beber un trago, en una de las escenas más tristes y más logradas de la película y que justifican el Oscar a la mejor actriz secundaria ganado por Claire.

Pero en esencia, Cayo Largo es un film de actores. El reparto es asombroso, con lo mejor del cine negro representado por Borgart y Edward G. Robinson. Pero en este caso, Bogart no me resulta tan convincente como en otros trabajos. Tampoco Lauren Bacall termina de gustarme, la veo un tanto acartonada, sin fuerza. Pero no pasa lo mismo con el gran Lionel Barrymore, un gran actor que, incluso en silla de ruedas, siempre resulta convincente. El mejor del reparto, junto a la ya mencionada Claire Trevor, es Edward G. Robinson, un actor con una presencia rotunda que llena toda la pantalla en cuanto aparece y que compone un personaje despreciable, lleno de matices (miedo, desprecio, arrogancia, asco, ira), y que carga con la mayor parte del peso de la película como si nada.

También me gustaría destacar la preciosa y claustrofóbica fotografía en blanco y negro de Karl Freund, responsable también de este apartado en Perversidad (Fritz Lang, 1945).

Cayo Largo no es un film redondo. Le falta tal vez algo de fuerza, diálogos más brillantes, definir quizá mejor algunos personajes, como el de Lauren Bacall, y el final tampoco es demasiado brillante. Pero aún así, es un muy buen film de cine negro, con la atmósfera y los personajes, la tensión y el drama y ese toque romántico de unos personajes abocados al fracaso. Fue la última vez que Bogart y Lauren Bacall trabajaron juntos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario