El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 23 de agosto de 2010

Marnie, la ladrona



Dirección: Alfred Hitchcock.
Guión: Jay Presson Allen (Novela: Winston Graham).
Música: Bernard Herrmann.
Fotografía: Robert Burks.
Reparto: Tippi Hedren, Sean Connery, Diane Baker, Martin Gabel, Louise Latham, Bob Sweeney, Milton Selzer, Mariette Hartley.

Marnie Edgar (Tippi Hedren) es una joven solitaria y extraña que se dedica a robar dinero en las empresas en que trabaja como secretaria, cambiando luego de identidad y de ciudad. Mark Rutland (Sean Connery), dueño de una empresa, la reconoce y la contrata como secretaria, esperando el momento en que Marnie intente robarle.

Marnie, la ladrona (1964) es un film que no ha envejecido demasiado bien. Tal vez en su momento pudiera resultar turbador y extraño, con sus continuas alusiones a la aversión de la protagonista por los hombres y esa extraña tensión que nace del deseo del marido y la negativa constante de la esposa. Pero hoy en día la película me resulta, cuando menos, cómica.

Tal vez el problema nazca de dos limitaciones que tuvo que afrontar el director. Por un lado, deseaba contar con Grace Kelly para el papel de Marnie, pero ésta estaba retirada ya del cine y tuvo que recurrir a Tippi Hedren. Y  no es que lo haga mal, en algunas secuencias creo que está bastante convincente, a pesar de ese acartonamiento general de su figura. El problema es que es una actriz que no me dice nada, no la veo ni hermosa. Cualquiera de las otras actrices jóvenes que aparecen en el film, Diane Baker (la cuñada de Mark) y Mariette Hartley (secretaria de Rutland), me parecen mucho más atractivas que Hedren. Me cuesta, por lo tanto, ponerme en la piel del marido loco de pasión por una mujer tan poco interesante y encima llena de problemas psicológicos.

La otra limitación del film es que Hitchcock no logra trasmitir lo que verdaderamente le atraía de la historia: el amor fetichista que siente Mark por una ladrona. La atracción de Mark hacia Marnie es por el deseo de acostarse con una ladrona, como otros se sienten atraídos por las rubias o las mujeres delgadas. Pero plantear la película desde ese punto de vista, según el director, hubiera puesto a los espectadores en contra. El resultado es que percibimos a Mark como una especie de protector y no terminamos realmente de comprender su deseo de casarse con Marnie, además de que ella lo rechaza; por lo que el matrimonio se presenta realmente como un chantaje, o ella se casa con él o la denuncia a la policía. Solución muy poco elegante.

Por otro lado, otro de los fallos de la historia es que en ningún momento llegamos a temer por Marnie. En ningún momento pensamos que pueda acabar en la cárcel, con lo que la historia pierde de golpe gran parte de la tensión. ¿Qué es lo que la mantiene en pie? conocer el origen de los traumas de Marnie. Afortunadamente, esta parte de la película está bastante bien resuelta, con lo que no terminamos con la sensación de haber sido engañados.

No sé cómo habría resultado este film en manos de otro director, pero Hitchcock, a pesar de los problemas señalados, consigue mantener el interés por la historia, incluso en muchos momentos en que el film parece no avanzar demasiado bien. Al mismo tiempo, hay que destacar la banda sonora de Bernard Herrman, también responsable de la de Psicosis (1960), que contribuye a crear un clima un tanto misterioso y opresivo.

Lo que no termina de gustarme es la manía que existía en la época de filmar a las primeras actrices por medio de transparencias. El resultado ni es bonito ni natural y resulta artificioso en exceso. Tampoco los diálogos resultan, en general, demasiado brillantes. Me dio la sensación de que eran demasiado explicativos y forzados, como queriendo reafirmar una historia que no terminaba de resultar demasiado creíble.

Un film, en resumen, que ha envejecido mal y que si bien es cierto que posee el sello de Hitchcock, no lo encuentro a la altura de sus mejores trabajos. Es, sin embargo, uno de los mejores ejemplos de las rarezas y manías del director en el ámbito sexual.

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