El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 1 de agosto de 2010

Persiguiendo a Betty



Dirección: Neil LaBute.
Guión:John C. Richards & James Flamberg (Historia: John C. Richards).
Música:Rolfe Kent.
Fotografía: Jean-Yves Escoffier.
Reparto: Renée Zellweger, Greg Kinnear, Morgan Freeman, Chris Rock, Aaron Eckhart, Crispin Glover, Pruitt Taylor Vince.
  
Persiguiendo a Betty (Neil LaBute, 2000) es una comedia que, de entrada, desconcierta y descoloca. Tiene mucho de absurdo, tiene alguna escena ciertamente cruel y otras muchas de un marcado romanticismo y posee una buena dosis de incertidumbre acerca del desenlace. Se trata de la tercera película de Neil LaBute y puede presumir de haberse llevado el premio al mejor guión en el festival de Cannes del 2000.

Una camarera de Kansas City, Betty (Renée Zellweger), está enganchada a un culebrón televisivo. Cuando su marido es asesinado por un asunto de drogas, crimen que ella presencia desde otra habitación, sufre un trauma que la lleva a confundir la ficción de su serie con la realidad.

Persiguiendo a Betty es, en esencia, una dura crítica hacia los culebrones televisivos y cómo logran atrapar a la gente corriente, que llega a vivirlos de una manera tan intensa como la misma realidad y que se convierten en una vía de escape de sus vidas corrientes; llegando en el caso de Betty a un límite extremo. Desde este punto de vista, este argumento nos recuerda un poco a Don Quijote y su locura con los libros de caballerías. Pero aquí terminan las similitudes entre ambas obras. Pero, paralelamente a la locura de Betty, vamos a asistir a otra obsesión, más disimulada pero igual de fantasiosa, de su perseguidor Charlie (Morgan Freeman) hacia Betty, idealizándola sin conocerla y terminando por enamorarse de ella.

La película se presenta pues como una especie de fábula, un cuento doloroso con mensaje, un film bienintencionado que pretende ponernos en guardia contra la alienación de los medios, contra la huida de la realidad en busca de cualquier paraíso que nos alivie la rutina y la mediocridad pero, al fin y al cabo, huida que jamás podrá darnos la felicidad ni la salvación.

Sin embargo, Persiguiendo a Betty, a pesar de sus méritos, no deja de ser un film menor, con algunas escenas interesantes pero que, en general, falla un tanto en el ritmo y, si bien algunos personajes son realmente encantadores y añaden una nota de comprensión y ternura muy bonita (como la dueña del bar de Arizona donde para Betty camino de California), otros me parecen un tanto caricaturescos, exagerada y burdamente dibujados, como es el caso por ejemplo de Roy Ostery (Crispin Glover).


Con lo que sí cuenta es con un gran reparto. No vamos a descubrir ahora a Morgan Freeman y también me gusta mucho Greg Kinnear, del que guardo un muy grato recuerdo por su papel en Pequeña Miss Sunshine, pero la gran protagonista de la película es, invetitablemente, Renée Zellweger. Su interpretación es deliciosa, a la vez frágil y decidida, con una mirada de lo más cándida, logrando convencernos y emocionarnos con sus fantasías.


Comedia original, más tierna y reflexiva que divertida, Persiguiendo a Betty consigue hacernos reflexionar sobre la realidad y la alienación y, a ratos, nos puede hacer soltar alguna que otra sonrisa. Si no le pedimos demasiado, resulta un film entretenido.

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