El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 22 de agosto de 2010

Todos los hombres del presidente


En el año 1972, dos periodistas de The Washington Post, Bob Woodward (Robert Redford) y Carl Bernstein (Dustin Hoffman), comienzan a investigar el allanamiento de la sede del Partido Demócrata en un hotel de la capital. Poco a poco, sus investigaciones irán descubriendo una oscura trama que parece llegar hasta personas muy influyentes en la misma Casa Blanca.

Basada el el libro homónimo de Woodward y Bernstein, ganador del premio Pulitzer, Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) reconstruye la labor de investigación de esos dos periodistas que, con el tiempo, motivó la dimisión del presidente Nixon por el llamado caso Watergate. Se trata, por tanto, de hechos muy recientes y de gran repercusión y Pakula, hábilmente, deja que sean los mismo hechos los que le den la fuerza y el interés suficientes a su película buscando un enfoque lo más verosímil posible, huyendo de concesiones efectistas. De hecho, sólo una vez en toda la película Woodward parece temer que lo estén siguiendo y Pakula juega un poco con el tema creando un mínimo instante de tensión. Pero lo habitual es un tono directo, centrado sobre todo en las entrevistas a diferentes personajes implicados en la trama y en las reacciones de los superiores del periódico ante los avances y problemas de la investigación.

Y es de este tono y de este afán por filmar una historia lo más cercana a la realidad posible de donde nacen los únicos problemas del film. Y no son otros que la profusión de nombres y datos que pueden resultar excesivos y pueden llegar a confundir al espectador. De hecho, se abarcan tantos hechos y tantas personas que a veces la historia parece dar saltos un tanto difíciles de seguir. Pero la clave está en, obviando ésto, centrarnos en la esencia del film y en como se ejemplifica, de manera un tanto sorprendente para nuestras costumbres y mentalidad, el gran poder y el tremendo respeto que tenía la prensa en los Estados Unidos en aquella época. No sé si seguirá gozando hoy en día de esa seriedad que se muestra en la película, pero sería de desear que así fuera y cundiera el ejemplo aquí.

Sorprende también como los políticos colaboran con los periodistas más o menos abiertamente y como parece existir una ética que les impide mentir descaradamente; la opción es callar, pero no faltar a la verdad. Es otro aspecto que, visto desde nuestro país y desde la época actual, nos parece más cercano a la ficción que a la verdad.

El reparto está a la altura, sobre todo Robert Redford, un actor que no suele gustarme especialmente pero que en este caso hasta me resulta más convincente que Dustin Hoffman. También los secundarios cumplen con creces, en especial Robards, un gran actor.

Todos los hombres del presidente ganó cuatro Oscars de ocho nominaciones: uno para Jason Robards como mejor secundario, otro para el guión adaptado, un tercero a la dirección artística y finalmente uno al mejor sonido.  

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