El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 1 de agosto de 2010

Nuestro hombre en La Habana




Dirección: Carol Reed.

Guión: Graham Greene (Novela: Graham Greene).

Música: Frank Deniz y Laurence Deniz.

Fotografía: Oswald Morris (B&N).

Reparto: Alec Guinness, Burl Ives, Maureen O'Hara, Ernie Kovacs, Noël Coward, Ralph Richardson, Jo Morrow, Grégoire Aslan, Paul Rogers, Raymond Huntley.

Basada en la novela del mismo título de Graham Greene y guión del propio escritor, Nuestro hombre en La Habana (1959) es la tercera colaboración entre Carol Reed y Graham Greene y es una obra que anda a medio camino entre la comedia y la película de espías seria, en lo que quizá no sea del todo un acierto.

Jim Wormald (Alec Guinness) es un inglés residente en La Habana que se gana la vida vendiendo aspiradoras. Un día, es reclutado como agente por el servicio secreto británico, lo que acepta por la necesidad de un dinero extra para poder pagar los estudios a su hija Milly (Jo Morrow). Sin embargo, Wormald no tiene madera de espía, por lo que termina por crear una serie de informes falsos para contentar a sus superiores.

Nuestro hombre en La Habana es una película que va de menos a más, al menos en cuanto a intensidad se refiere. Comienza con un tono ligero, de comedia, en el que incluso el agente inglés Hawthorne (Noel Coward) que recluta a Jim resulta un tanto ridículo con su vestimenta europea y su paraguas, llamando la atención exageradamente, lo que no parece cuadrar demasiado bien con su misión. Cuesta, por lo tanto, tomarse en serio a los personajes en estos primeros minutos de película. Puede que para algunos sea una buena manera de presentarlos y dejar claro la poca profesionalidad de Jim. En mi opinión, este tratamiento inicial no termina de convencerme. Tal vez porque la ligereza con que se encara el comienzo de la historia lleva pareja una falta de verosimilitud que me desconcierta un poco.

Pero conforme avanza la historia y los enredos de Jim empiezan a tener serias repercusiones, Nuestro hombre en La Habana gana en intensidad. Las amenazas comienzan a tomar forma, las mentiras de Jim han crecido como una bola de nieve y nada bueno parece vislumbrarse en el horizonte. Son pues estos minutos centrales lo mejor de la película, con intentos de asesinato, muertes, temores y la incertidumbre como nota predominante a cerca del destino de Jim y su fabuloso castillo de naipes. Tememos, ciertamente, por la vida de un personaje que parece encontrarse tremendamente desvalido en medio de unas intrigas y unos enemigos que lo superan.

El desenlace, gratificante, es algo precipitado y un tanto increíble, pero se acepta de buena gana por las simpatías que Jim ha despertado en el espectador.

Quizá lo mejor de todo sea el acierto en el reparto, en especial con la presencia de Alec Guinness, un actor soberbio que encarna a la perfección al inconsciente e inocente Jim Wormald y que sin su presencia dudo que la película tuviera la misma consistencia. A su lado, soberbios también Burl Ives y una hermosa Maureen O'Hara.

En cambio, en el debe de la película debemos colocar algunos momentos no del todo muy bien resueltos, como por ejemplo el tirotero en que Jim mata al agente enemigo que había intentado envenenarle. A pesar de ello, Reed consigue mantener el interés sin que el ritmo flojee demasiado, mérito indiscutible ante un film ciertamente largo.

Nuestro hombre en La Habana no es un film brillante, pero posee el innegable atractivo de las películas de intriga y su director consigue salir bastante airoso, si bien uno tiene la impresión que la historia, en otras manos o con otro enfoque, daba para algo más.

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