Dirección: Carol Reed.
Guión: Graham Greene (Novela: Graham Greene).
Música: Frank Deniz y Laurence Deniz.
Fotografía: Oswald Morris (B&N).
Reparto: Alec Guinness, Burl Ives, Maureen O'Hara, Ernie Kovacs, Noël Coward, Ralph Richardson, Jo Morrow, Grégoire Aslan, Paul Rogers, Raymond Huntley.
Basada en la novela del mismo título de Graham Greene y guión del propio escritor, Nuestro hombre en La Habana (1959) es la tercera colaboración entre Carol Reed y Graham Greene y es una obra que anda a medio camino entre la comedia y la película de espías seria, en lo que quizá no sea del todo un acierto.
Jim Wormald (Alec Guinness) es un inglés residente en La Habana que se gana la vida vendiendo aspiradoras. Un día, es reclutado como agente por el servicio secreto británico, lo que acepta por la necesidad de un dinero extra para poder pagar los estudios a su hija Milly (Jo Morrow). Sin embargo, Wormald no tiene madera de espía, por lo que termina por crear una serie de informes falsos para contentar a sus superiores.
Nuestro hombre en La Habana es una película que va de menos a más, al menos en cuanto a intensidad se refiere. Comienza con un tono ligero, de comedia, en el que incluso el agente inglés Hawthorne (Noel Coward) que recluta a Jim resulta un tanto ridículo con su vestimenta europea y su paraguas, llamando la atención exageradamente, lo que no parece cuadrar demasiado bien con su misión. Cuesta, por lo tanto, tomarse en serio a los personajes en estos primeros minutos de película. Puede que para algunos sea una buena manera de presentarlos y dejar claro la poca profesionalidad de Jim. En mi opinión, este tratamiento inicial no termina de convencerme. Tal vez porque la ligereza con que se encara el comienzo de la historia lleva pareja una falta de verosimilitud que me desconcierta un poco.
Pero conforme avanza la historia y los enredos de Jim empiezan a tener serias repercusiones, Nuestro hombre en La Habana gana en intensidad. Las amenazas comienzan a tomar forma, las mentiras de Jim han crecido como una bola de nieve y nada bueno parece vislumbrarse en el horizonte. Son pues estos minutos centrales lo mejor de la película, con intentos de asesinato, muertes, temores y la incertidumbre como nota predominante a cerca del destino de Jim y su fabuloso castillo de naipes. Tememos, ciertamente, por la vida de un personaje que parece encontrarse tremendamente desvalido en medio de unas intrigas y unos enemigos que lo superan.
El desenlace, gratificante, es algo precipitado y un tanto increíble, pero se acepta de buena gana por las simpatías que Jim ha despertado en el espectador.
Quizá lo mejor de todo sea el acierto en el reparto, en especial con la presencia de Alec Guinness, un actor soberbio que encarna a la perfección al inconsciente e inocente Jim Wormald y que sin su presencia dudo que la película tuviera la misma consistencia. A su lado, soberbios también Burl Ives y una hermosa Maureen O'Hara.
En cambio, en el debe de la película debemos colocar algunos momentos no del todo muy bien resueltos, como por ejemplo el tirotero en que Jim mata al agente enemigo que había intentado envenenarle. A pesar de ello, Reed consigue mantener el interés sin que el ritmo flojee demasiado, mérito indiscutible ante un film ciertamente largo.
Nuestro hombre en La Habana no es un film brillante, pero posee el innegable atractivo de las películas de intriga y su director consigue salir bastante airoso, si bien uno tiene la impresión que la historia, en otras manos o con otro enfoque, daba para algo más.
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