El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 10 de agosto de 2010

Tarzán de los monos



Dirección: W. S. Van Dyke.
Guión: Ivor Novello y Cyril Hume (Personaje: Edgar Rice Burroughs).
Música: William Axt.
Fotografía: Harold Rosson y Clyde De Vinna (B&W).
Reparto: Johnny Weissmuller, Maureen O'Sullivan, Neil Hamilton, C. Aubrey Smith, Doris Lloyd, Forrester Harvey, Ivory Williams.

Tanzán de los monos (1932) es la primera película sonora de Tarzán. Aunque en los créditos se dice que es una adaptación de la célebre obra de Edgar Rice Burroughs, en realidad no es una película que siga fielmente el modelo original. Diríamos, para ser más precisos, que la película se inspira muy libremente en el personaje creado por Burroughs, centrándose en el encuentro de Tarzán con la civilización y con la hermosa Jane.

James Parker (C. Aubrey Smith) y su socio Harry Holt (Neil Hamilton) llevan años buscando el cementerio de los elefantes en busca del marfíl que los haga ricos. De manera inesperada, la hija de Parker, Jane (Maureen O'Sullivan) se une a ellos en la expedición. Sin embargo, lejos de encontrar el cementerio deseado, se toparán con un extraño hombre mono llamado Tarzán (Johnny Weissmuller).

Tanzán de los monos es un film clave dentro del cine de aventuras en general y, en especial, en la larga serie de películas dedicadas a Tarzán. Por un lado, es la primera vez que Johnny Weissmuller interpreta el papel de Tarzán (seguirán once películas más explotando el filón, que encasillarán al actor en este rol hasta el punto de dejarlo trastornado en su vejez) y será ya para siempre el mejor Tarzán de todos los tiempos. Campeón olímpico en París en 1924, Weissmuller se impuso a más de una centena de aspirantes y su porte atlético y sus rasgos fuertes dejarán para la posteridad una imagen legendaria del cine de aventuras.

En esta película aparece a su lado también la mejor Jane de todos los tiempos, una bella y muy atractiva Maureen O'Sullivan, la pareja perfecta para Weissmuller, protagonista de varias películas posteriores hasta que deje la serie en busca de otros retos.

Es cierto que el film, visto hoy en día, no deja de resultar un tanto de museo. La selva en blanco y negro oliendo a decorado a un kilómetro, las aguas tranquilas que intentan representar ríos caudalosos, las transparencias, los elefantes indios con orejas pegadas de elefantes africanos, los trapecios en los árboles,... es evidente que técnicamente la película acusa en exceso el paso del tiempo. Pero así todo, la épica, el ritmo, cierto romanticismo ingenuo mantienen el encanto de los films bien hechos de antaño, donde se buscaba más la esencia que el mero espectáculo y, la verdad, es que éste tampoco falta. Algunas escenas de lucha de Tarzán con leones siguen resultando admirables. Es cierto que cuenta con un buen director al frente: W. S. Van Dyke, ayudante de Griffith en Intolerancia (1916) que cosecharía sus mayores éxitos con el cine sonoro con obras como La cena de los acusados (1934) o El enemigo público número uno (1934).

En el debe de la película, además de los ya mencionados pobres efectos especiales, producto de las posibilidades de la época, y no exentos de un cierto encanto por su sencillez y su torpeza, estaría el tratamiento dado a los nativos que, hoy en día, resultaría del todo censurable. Sin embargo, no olvidemos que estamos hablando de una película de 1932. También el argumento resulta un tanto elemental, pudiendo haberse profundizado algo más. Pero es que, en realidad, estamos ante un film bastante modesto que, de todos modos, causó furor en su momento, impresionando al público de aquellos años.

Lo importante es que con Tarzán de los monos nace un personaje grandioso, un mito de la infancia, un clásico del cine de la sesión de las cuatro y lo consiguen con una sencillez de medios asombrosa pero con un respeto total a lo que debe ser y lo que debe ofrecer un film de aventuras que se precie: entretenimiento y diversión. Y no olvidemos un detalle muy importante: en este film nace el legendario grito de Tarzán y el no menos legendario "Jane, Tarzán" a golpe de mano. Sólo por ello ya merece un lugar en nuestra memoria.

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