El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 3 de octubre de 2010

Buenas noches, y buena suerte



Buenas noches, y buena suerte (George Clooney, 2005) iba a ser, en principio, un telefime. Sin embargo, acabó en los cines y cosechó una buena dosis de éxito, con hasta seis nominaciones a los Oscars y bastantes buenas críticas.

La película cuenta el enfrentamiento que tuvo lugar entre el periodista de la CBS Edward R. Murrow (David Strathairn) y su productor Fred Friendly (George Clooney) contra el senador Joseph McCarthy, a raíz de la famosa "caza de brujas" desatada por dicho senador contra cualquiera que se sospechara que tenía simpatías con el Partido Comunista.

Buenas noches, y buena suerte está enfocado desde el punto de vista de un documental. Filmado en blanco y negro, con una hermosa fotografía a cargo de Robert Elswit, de manera que encajen perfectamente las grabaciones de la época incluidas a lo largo en la historia, parece que la idea de Clooney era presentarnos una visión lo más cercana a la realidad posible, dejando de lado cualquier elemento que no estuviera directamente relacionado con los hechos centrales. Sin embargo, el resultado final dista de ser brillante y la película nos fatiga y, por momentos, nos aburre y confunde. El origen de todo ello radica en una discutible elección artística de Clooney. El director, tal vez celoso de dejar una huella visible en su creación (Clooney es co-autor del guión junto a Grant Heslov), opta por un estilo demasiado artificioso que termina lastrando y castigando al conjunto.

El abuso de primeros planos, la limitación de los decorados, el excesivo recurso a los claroscuros son elementos que terminan cansando y aburriendo. La clave de un buen estilo detrás de la cámara es que no éste se note. Clooney parece querer todo lo contrario: que sepamos en todo momento que el hijo es suyo. El resultado, repito, no me convence en absoluto.

Junto a ello, tal vez en busca de un mayor realismo, las conversaciones se atropellan, las frases cabalgan unas encima de otras y se pierde a menudo el hilo. Los personajes tampoco se perfilan con precisión. Todo está enfocado a presentar la historia de manera que se asemeje lo más posible a un documental (planos desenfocados, movimientos de cámara, etc.), pero al final, no es un documental e incluso un documental no tiene porque resultar aburrido.

El mensaje de la lucha por las libertades queda claro, pero no tanto el verdadero daño causado por el senador McCarthy en esos años. Clooney se centra en un mínimo escenario y se pierde un poco la visión global del conflicto. Es verdad que tal vez no era lo que pretendía la cinta, pero también lo es que, si bien la defensa de la libertad parece quedar bien expuesta, muchos de los detalles se pierden en la maraña de conversaciones y de imágenes que nos ofrece el director.

Lo mejor de todo, para mí, las interpretaciones de un reparto perfecto, con un David Strathairn margnífico a la cabeza, pero sin desmerecer el trabajo del propio Clooney o de Robert Downey Jr, Patricia Clarkson, Jeff Daniels y el resto.

También es brillante la banda sonora de jazz y, en general, todo el apartado técnico de la película, salvo ese abuso de los primeros planos y ese estilo tan artificioso de Clooney en la dirección. Pero el problema es que ante esa brillantez formal, Clooney parece que se descompensó a la hora de darle un alma a la historia, que resulta un tanto fría e impersonal y que es difícil que llegue a engancharnos o a emocionarnos sinceramente.

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