El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 3 de octubre de 2010

Paseando a Miss Daisy




Dirección: Bruce Beresford.
Guión: Alfred Uhry (Teatro: Alfred Uhry).
Música: Hans Zimmer.
Fotografía: Peter James.
Reparto: Morgan Freeman, Jessica Tandy, Dan Aykroyd, Patti LuPone, Esther Rolle, Joann Havrilla.

Cuando la señorita Daisy (Jessica Tandy), una maestra de escuela jubilada, tiene un accidente de coche, su hijo (Dan Aykroyd) decide que ya no puede conducir más, por lo que le contrata un chofer (Morgan Freeman) a pesar de la negativa de su madre.

El punto fuerte de Paseando a Miss Daisy (1989) reside sin duda en el magnífico guión de Alfred Uhry a partir de su propia obra de teatro, premiada con el Pulitzer, por cierto. Es un guión sencillo que recoge un momento en la vida de dos personas ya mayores y se centra exclusivamente en cómo el roce diario acaba por convertir a dos extraños, y dos personas opuestas por clase social, educación y raza, en íntimos amigos. Quizá lo original de la historia es que parece carecer de pretensiones; no se trata de crear un film sensiblero o un drama conmovedor, sino de recrear unos años en la vida de dos personas y contar de la mejor manera posible su día a día, sin aspavientos ni concesiones. Es un film que nos habla de gente normal y de lo que suele pasarle a la gente así: el miedo a envejecer, el miedo a la falta de cariño, el miedo a la soledad.

Paseando a Miss Daisy es un film tranquilo, contado con cierta pausa. En ese sentido nos ofrece una acertada oposición al ritmo frenético que parece sacudir gran parte de las películas actuales. Y es un ritmo que le va perfectamente no sólo a la historia, sino a la época en que se desarrolla, mediados del siglo XX. A parte de esa calma con la que Beresford relata la historia, otro de los puntos fuertes es la cuidada puesta en escena, con una recreación meticulosa de la época, plasmada principalmente en los coches, pero también en objetos cotidianos. A ello hemos de añadir una delicada fotografía a cargo de Peter James y tenemos así un marco precioso para lo que de verdad cuenta: la hermosa historia de amistad y respeto entre una anciana terca y su amable y paciente chófer.

Si la base para que la película funcione es, como dije, el estupendo guión que la sustenta, no hemos de dejar de lado el excelente reparto, sin el cuál la historia no hubiera podido impactarnos de la manera en que lo hace. Jessica Tandy está sencillamente genial. No abusa de tics, como lamentablemente suele suceder cuando se interpretan papeles de gente mayor, sino que limita a actuar con una naturalidad absoluta. Su lento deterioro, hasta las últimas escenas en que pierde ya la cabeza, es sencillamente perfecto y ahí reside la fuerza de su interpretación, en que es tan real que cualquiera de nosotros puede identificarla con algún pariente anciano nuestro. Para Morgan Freeman esta película supuso su salto al primer rango de actores, cogiendo su carrera el impulso definitivo. Su interpretación resulta sencilla, pero absolutamente creíble y sabe estar a la altura de Jessica Tandy y darle la réplica perfecta para ofrecernos, juntos, algunos de los momentos más maravillosos de la película, y siempre dentro de una sencillez y una naturalidad maravillosas. Dan Aykroyd, el tercero en discordia, con un papel secundario, también consigue brillar a gran altura en la que, tal vez, sea su mejor interpretación en la pantalla.

La película, además, nos muestra de pasada cómo era la vida en el sur de los Estados Unidos en aquellos años, con un racismo y una segregación muy acusados, y los comienzos de la minoría negra para intentar cambiar la situación. Sin embargo, que no se piense que ello es importante o juega realmente un papel principal en la historia. El tema central es la relación entre los dos protagonistas. Lo demás es el marco en que transcurre esa historia y es importante y necesario definir ese marco, la época, las costumbres, pero sin dejar que traspasen ese punto, porque lo que de verdad importa poco tiene que ver con política o ideología y la película sabe muy bien en qué tiene que centrarse.

Hay escenas preciosas, algunas sencillamente bellas, como aquella en que con la música de fondo contemplamos la belleza de unas flores; otras son muy tiernas, como cuando la anciana le coge la mano al chofer y le confiesa que es su mejor amigo o la última escena, con Morgan Freeman dándole la tarta. Aunque la fuerza de Paseando a Miss Daisy resida, sencillamente, en que nos resulta una historia absolutamente creíble y cotidiana, que da como resultado una película hermosa que se debe saborear muy despacio, sin pasar de los 30 Kms por hora.

Paseando a Mis Daisy se hizo merecedora de hasta nueve nominaciones a los Oscars, ganando al final cuatro: mejor película, mejor actriz (Jessica Tandy), mejor guión adaptado y mejor maquillaje. Y resulta gratificante comprobar como aún hay cabida en el cine actual para historias como esta, tan alejada de lo espectacular que hasta resulta una tanto anacrónica, pero de una honestidad que nos coge por sorpresa y nos fascina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario