El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 24 de octubre de 2010

Causa justa



Dirección: Arne Glimcher.
Guión: Jeb Stuart & Peter Stone (Novela: John Katzenbach).
Música: James Newton Howard.
Fotografía: Lajos Koltai.
Reparto: Sean Connery, Laurence Fishburne, Ed Harris, Kate Capshaw, Blair Underwood, Ruby Dee, Kevin McCarthy, George Plimpton, Hope Lange, Chris Sarandon, Ned Beatty, Daniel J. Travanti, Taral Hicks, Scarlett Johansson.

Bobby Earl (Blair Underwood), un joven negro, es acusado de la violación y asesinato de una niña blanca. En un juicio un tanto extraño y con la prueba de una confesión obtenida bajo tortura, Earl es condenado a muerte. Como último recurso, Earl le pide a su abuela que contacte con Paul Armstrong (Sean Connery), un eminente profesor de leyes, para que éste intente demostrar su inocencia.

Causa justa (1995) comienza de manera un tanto prometedora, con lo que parece ser un film contra la pena de muerte y de denuncia del racismo sureño. Al menos, eso es lo que parece en un primer momento. Pero poco a poco la película va sembrando dudas, comienzan a surgir casualidades un tanto curiosas y lentamente nos damos cuenta que no estamos más que ante uno de esos thrillers rebuscados, pretenciosos y tramposos que tan de moda se pusieron en los años noventa. Pocos de estos productos para el consumo fácil se han salvado de la quema, quizá el único que merece mis respetos es Seven (David Fincher, 1995), macabro y tramposo, pero tremendamente original y subyugante; pero Causa justa no se libra, ciertamente.

La historia es mediocre y se construye a base de engaños, mentiras, falsedades y pequeños trucos sin demasiado ingenio, que lo único que consiguen es enredarlo todo, desprestigiar el supuesto talento del flamante abogado y hacer que nos sintamos estafados por un guión que sólo busca el golpe de efecto, sacrificando lo plausible en aras de no sé que supuesta sorpresa, porque el final, además de ser totalmente previsible, resulta de lo más vulgar y trillado, sin pizca de imaginación.

El reparto es, tal vez, de lo poco que se salva de la película. Pero aún así, Sean Connery no resulta del todo creíble como marido de la estupenda Kate Capshaw. Vale que es sin duda el gancho para atraer al público, vale que es el productor ejecutivo, pero no puede seguir haciendo de guaperas con más de sesenta años y aparecer como padre de una niña de diez, interpretada por una jovencita Scarlett Johansson. Es posible, pero no convence. El que sí convence es Ed Harris, tremendo actor que en los pocos minutos que tiene borda realmente su papel de perturbado agresivo. También me ha gustado el trabajo de Laurence Fishburne, un gran actor que me ha convencido siempre que lo he visto actuar.

Definitivamente, Causa justa es una de esas películas pensadas y creadas con mero interés recaudatorio. Carece de un trabajo digno de elaboración y solamente resultará entretenida para aquellos espectadores amantes de los thrillers un tanto morbosos y que se contentan con pasar el rato sin pedir demasiado. Para el resto, mejor huir de cosas semejantes.

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