El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 20 de enero de 2013

La isla



Dirección: Michael Bay.
Guión: Caspian Tredwell-Owen, Alex Kurtzman-Counter, Roberto Orci (Historia: Caspian Tredwell-Owen).
Música: Steve Jablonsky.
Fotografía: Mauro Fiore.
Reparto: Ewan McGregor, Scarlett Johansson, Djimon Hounsou, Sean Bean, Steve Buscemi, Michael Clarke Duncan, Ethan Phillips, Max Baker, Shawnee Smith, Brian Stepanek, Yvette Nicole Brown, Eric Stonestreet.

Año 2019. Lincoln Eco-Seis (Ewan McGregor) y Jordan Delta-Dos (Scarlett Johansson) se encuentran entre los cientos de residentes de una curiosa comunidad cerrada que ha sobrevivido a un desastre ecológico que acabó con la vida en la Tierra. Dentro de ese lugar su vida cotidiana está rigurosamente controlada y planificada al milímetro. No hay lugar a la iniciativa personal. Sin embargo, algunos afortunados consiguen el gran premio con el que todos sueñan: ganar el sorteo para poder ir a La Isla, el único lugar libre de contaminación donde podrán vivir en libertad.

Toda película de ciencia-ficción plantea situaciones un tanto irreales. El mérito de algunas películas es que consiguen transmitir un mensaje coherente dentro de esa exageración. Y La isla (2005) nos propone un argumento que resulta convincente y añade elementos al debate sobre la clonación y la manipulación genética; un terreno en rápido progreso y que puede dar lugar, si nos ponemos en el peor de los casos, a verdaderos problemas éticos y humanos donde seguramente, como vemos en La isla, el poder del dinero volverá a ser quién imponga sus normas.

Así que por este lado, creo que La isla parte con una buena base: un mundo futuro donde se ha creado una empresa que clona seres humanos para poder servir de órganos a sus clientes en caso de necesidad. El problema es que los clones ignoran que lo son, viven engañados y son tratados como meras mercancías, como si no tuviesen sentimientos ni el derecho a ellos. Son seres sin alma.

Durante la primera parte de la película, la mejor sin duda, Michael Bay nos relata la vida en esa comunidad cerrada y poco a poco nos va desvelando las claves de cuanto ocurre allí. Mediante una muy buena ambientación, futurista pero creíble, nos vamos adentrando en un mundo que intuímos no es tan idílico como parece. La mezcla entre curiosidad y una creciente tensión nos van enganchando a la trama.

A nivel estético, La isla podría hacernos pensar en 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968) por la pulcritud del lugar donde viven los clones. En cambio, en cuanto nos adentramos en las entrañas del complejo la estética toma claras referencias de Blade Runner (Ridley Scott, 1982).

En la segunda parte, sin embargo, la película cambia de registro y la intriga pierde cierto protagonismo en favor de la acción pura y dura. Asistimos a persecuciones, choques, disparos, caídas en un torbellino de efectos especiales tan espectaculares como excesivos, adornado todo ello, como es tristemente habitual hoy en día, por una cámara que parece haberse vuelto loca. La verdad es que creo que no hacía falta tal despliegue de medios. Es más, hasta perjudica un poco al argumento y su credibilidad. El desastre de accidentes en la ciudad es tal que uno no entiende cómo no aparece hasta el ejército para poner orden. Y en medio del caos y de caídas rocambolescas, nuestros protagonistas no sólo salen con un par de arañazos, sino que logran eludir a un ejambre de perseguidores armados hasta los dientes y provistos de la mejor tecnología. Un pena, pues creo que un enfoque menos espectacular, donde primara más la tensión a la acción hubiera resultado más acertado. Pero la taquilla manda y había que hacer algo que deslumbrara y sedujera al espectador de palomitas y refresco imagino.

Y en la línea de un enfoque más comercial y más fantástico, el film nos ofrece un desenlace muy poco convincente y que estropea en parte el buen planteamiento inicial. Porque el final me recordó al de las películas de James Bond, con la demolición de la guarida del malvado, éste en un duelo a muerte con el héroe y la chica como premio final. Todo demasiado perfecto, incluso con la impresión de demasiado fácil, y muy tópico. Da la impresión de precipitación, de ser el final más sencillo posible.

En cuanto al reparto, creo que se puede decir que es bastante acertado. Ewan McGregor da el tipo en todo momento y resulta muy convincente tanto en sus momentos de dudas como cuando pasa a la acción. Su partenaire, Scarlett Johansson, cumple con su labor: una presencia hermosa que acompaña al héroe de la película y aporta las mínimas dosis de romance que hay en la La isla. En cuanto a los villanos, decir que tanto Djimon Hounsou como Sean Bean están más que creíbles en sus respectivos papeles. El primero, como mercenario, la verdad es que hasta da miedo en algunos primeros planos. Sean Bean resulta peculiarmente inquietante como malvado con piel de cordero. También los secundarios cumplen con acierto, con mención especial al siempre atinado Steve Buscemi, aunque su papel sea bastante breve, como aún lo es más el de  Michael Clarke Duncan, limitado a muy poca cosa.

Al final, tenemos un film interesante en su planteamiento, espectacular en cuanto a efectos especiales y que te va a entretener, sin duda, pero que podría haber dado algo más de juego si no se hubiera decantado el director por el camino más comercial y el desenlace más convencional posible. Aún así, es un producto más que adecuado para una tarde de palomitas.

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