El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 21 de enero de 2013

Troya



Dirección: Wolfgang Petersen.
Guión: David Benioff (Poemas: Homero).
Música: James Horner.
Fotografía: Roger Pratt.
Reparto: Brad Pitt, Eric Bana, Orlando Bloom, Brian Cox, Peter O'Toole, Sean Bean, Diane Kruger, Brendan Gleeson, Saffron Burrows, Tyler Mane, Julie Christie, Rose Byrne, Julian Glover, Garrett Hedlund, Vincent Regan, James Cosmo.

En el año 1193 a. C., Paris (Orlando Bloom), hijo de Príamo (Peter O'Toole) y príncipe de Troya, rapta a Helena (Diane Kruger), esposa de Menelao (Brendan Gleeson), el rey de Esparta. Éste solicita ayuda a su hermano Agamenón (Brian Cox), rey de Micenas, que encuentra en esa afrenta la excusa perfecta que estaba buscando para declarar la guerra a Troya.

Troya (2004) parece que nació siguiendo los pasos de Gladiator (Ridley Scott, 2000) o, por lo menos, buscando un similar éxito de taquilla. Porque lo que salta a la vista es que Troya es un film ambicioso, o pretencioso, hecho en la fábrica de hacer o destruir mitos de Hollywood. O también podíamos decir, la fábrica de hacer dinero.

Lo que no se puede negar es que la película es un espectáculo colosal. Es imposible no quedarse atrapado desde el primer momento, ya sea por curiosidad hacia esta historia épica inspirada en la legendaria Iliada del gran Homero, ya sea disfrutando de una puesta en escena fastuosa y muy lograda. En este aspecto, la cantidad de millones invertidos está más que justificada. Además, la historia fluye de un modo ágil, con muy escasos tiempos muertos, creando ya desde los primeros minutos ese clima de tensión, de lucha, de épica que nos mantendrá pegados a la silla durante los ciento sesenta y tres minutos que dura esta aventura y que se nos pasan, la verdad sea dicha, en un abrir y cerrar de ojos.

Así que por esta parte, poco se le puede reprochar a Wolfgang Petersen, que domina el sentido del ritmo, el espectáculo y la graduación emotiva y de intensidad con mano firme. Como también me pareció un acierto liberar a la historia de su dependencia divina, dejándola a un nivel mucho más humano y, por tanto, mucho más cercana a nuestra propia mentalidad. No sé que hubiéramos pensado si el guión se hubiera tomado en serio la invulnerabilidad de Aquiles (Brad Pitt), que es presentado como un guerrero colosal pero vulnerable como todo ser humano. Para no contradecir el mito, o quizá para darle una explicación más lógica, al final vemos de dónde las gentes de la antigüedad pudieron sacar la idea de que Aquiles sólo podía morir si lo herían en el talón. Considero por tanto un acierto el dejar el tema de la divinidad a un nivel un tanto teórico o retórico. Pero los actos de los reyes y de los héroes respondían, como era de suponer, a deseos y ambiciones mundanas.

Otra cosa es el tema de la fidelidad histórica, algo que suele tomarse un poco a la ligera en este tipo de superproducciones. En todo caso, indenpendientemente de las licencias argumentales (la principal es el hecho de que en el relato de Homero Menelao recupera finalmente a Helena), la historia está presentada con bastante coherencia. El problema que se le puede achacar es el tener que ceder protagonismo a las historias románticas para contentar los gustos del público y, como el protagonista principal es Aquiles, el guión se saca de la manga una novia para el guerrero griego. La que pierde casi todo el protagonismo, curiosamente, es la relacion entre Helena y Paris, que era la causante de todo el lío. Original giro argumental.

Además, hay algo que no termina de convencerme. Es una impresión o sensación muy personal, que quizá tampoco tenga una base sólida. Pero el caso es que Troya es una película que, a pesar de sus virtudes y de que reconozco que constituye un gran espectáculo, no termina de convencerme. Y no lo hace porque no me la creo. Está muy bien ambientada, tiene ritmo, tiene una historia apasionante, pero me parece falsa de principio a fin. Básicamente porque se ve a todas luces que es un producto de laboratorio, una película ideada y planificada hasta el último detalle para encandilarnos y conseguir records de taquilla. Y ese detalle no logro quitármelo de la cabeza ni por un instante. Y si uno pudiera en algún momento intentar dejar de lado esa idea, el propio film se encarga a cada instante de recordarnos que está concebido para fascinarnos, para hipnotizarnos. Por un lado, con ese cántico medio espiritual, medio cursi que escuchamos cada poco tiempo, antes, durante y después de escenas gloriosas. Me resultaba tan cargante que mataba gran parte del encanto de muchas secuencias. Por otra parte, la misma puesta en escena que contribuye a hacer de esta película algo grandioso se encarga también de advertirnos que todo ese despliegue, esos movimientos de cámara tan medidos, esas poses de los guerreros, todo es un gran circo de cartón piedra. Lujoso, pero tan ostentoso que me pone en guardia contra tanta presunción.

Fruto de este empeño en crear algo grandioso, los personajes sufren por ello una transformación para que se adapten al espectáculo. Así que tenemos a héroes casi perfectos, como Aquiles o Héctor (Eric Bana) al lado de malvados casi de pacotilla, como el odioso Agamenón. Es decir, no hay tiempo para un trabajo de definición más preciso, los héroes son definidos en un par de detalles y punto. Eso sí, al menos el guión evita cargar las tintas en un solo bando y, si bien es verdad que los troyanos salen en general mucho mejor parados, también en su bando vemos actos innobles, empezando por el rapto de Helena, aunque aquí es un rapto más que consentido, y continuando con la cobardía de Paris frente a Menelao y la poco limpia defensa que le proporciona Héctor. Abundando un poco más en el tema de los personajes, me parece que el guión falló estrepitosamente con Paris, que resulta un personaje cobarde, traicionero y sin honor.

Quizá la mayor pega que se le pueda poner a Troya es que es un film diseñado para el público actual. De ahí que el director no escatime en escenas de lucha, recreándose a veces en exceso en detalles algo macabros; o que la película incida en los elementos románticos que priman siempre sobre otros aspectos, como el honor o el valor, pero es hoy en día los jóvenes prefieren ver triunfar el amor y que Paris y Helena logren huir juntos, a una lección más dura y menos gratificante.

El reparto se corresponde, lógicamente, con las pretensiones del film. Troya cuenta con un elenco de actores espectacular. La estrella, sin duda, es Brad Pitt, en el papel más jugoso de todos. La verdad es que su presencia es impresionante y su tirón en taquilla más que comprensible. No compone mal a Aquiles, dentro de las limitaciones de un guión que no se recrea con los personajes. Me gustó mucho el trabajo de Eric Bana, creo que aporta muchos matices a Héctor, haciendo que resulte siempre creible. Sin embargo, Orlando Bloom me pareció bastante insulso y resultaba muy complicado pensar que Helena pudiera perder la cabeza por semejante pasmarote. Una Helena encarnada a la perfección por Diane Kruger, pues era necesaria una actriz que deslumbrara y justificara que se desatara una guerra por su causa. Diane resulta hermosa, dulce y a la vez tremendamente deseable. Una Helena perfecta. Sería demasiado largo detallar a cada uno de los muchos actores que desfilan por la pantalla. Me detengo sólo en señalar el buen trabajo de Sean Bean como Ulises y Brian Cox como el malvado Agamenón. Tampoco quiero olvidarme de Peter O'Toole, aún en su estado físico es un placer verle, y de la muy breve aparición de otra veterana, Julie Christie, en el papel de la madre de Aquiles.

Troya no me sorprendió en absoluto. Es de esas películas que ya sabes con gran exactitud lo que te van a aportar antes de verlas. Y aún así, es difícil resistirse a verlas, porque aún con todos los peros posibles en su contra, finalmente te hace pasar un buen rato y resulta un espectáculo asombroso en muchos aspectos.

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