El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 12 de enero de 2013

Labios ardientes



Dirección: Dennis Hopper.
Guión: Nona Tyson, Charles Williams (Novela: Charles Williams).
Música: Jack Nitzsche.
Fotografía: Ueli Steiger.
Reparto: Don Johnson, Virginia Madsen, Jennifer Connelly, Charles Martin Smith, William Sadler, Jerry Hardin, Barry Corbin, Leon Rippy, Jack Nance, Virgil Frye, Margaret Bowman, Debra Cole, Cody Haynes, James N. Harrell.

Harry Madox (Don Johnson), un enigmático y atractivo hombre, llega a un apartado pueblo de Texas donde en seguida consigue empleo como vendedor de coches. Pronto inicia una ardiente relación con Dolly (Virginia Madsen), la apasionada e insatisfecha mujer de su jefe. Sin embargo, en realidad, Harry se siente atraído por Gloria Harper (Jennifer Connelly), una hermosa joven empleada en el mismo negocio.

La carrera como director de Dennis Hopper no es muy prolífica. Quitando la original Easy Rider (1969), Hopper no será recordado por su labor tras la cámara. Labios ardientes (1990) corresponde a su última etapa como director, donde se dedica a un cine menos experimental, optando en este caso por un thriller bastante comercial y deudor de El cartero siempre llama dos veces (Bob Rafelson, 1981) y de Fuego en el cuerpo (Lawrence Kasdan, 1981). De la primera tomaría el tema de la tórrida relación entre el empleado y la mujer de su jefe y de ambas el componente sexual. Sin embargo, Labios ardientes se queda un poco en un quiero y no puedo, en un ejercicio de estilo sin fallos pero también sin grandes aciertos.

Quizá lo que se le puede achacar a la película es que utiliza los elementos más característicos del cine negro pero sin aportar ninguna novedad destacable. Así, tenemos a un protagonista que es un buscavidas solitario, duro, pero en el fondo un perdedor nato. Tenemos a la mujer fatal, al chantajista aprovechado y un ambiente cerrado y opresivo. Nada que no se corresponda con los cánones. Pero Hopper se olvida de dotar a todos estos elementos de una personalidad propia. Parece como si se limitara a juntarlos, mezclarlos entre sí y sazonarlos con algunas escenas picantes que, a día de hoy, ya no pueden escandalizar a nadie y que se quedan en muy poca cosa. Da la impresión de que le pudo el interés meramente comercial o sencillamente no deseaba estrujarse demasiado las neuronas.

Es cierto Dennis Hopper parece esforzarse en crear un clima especial y personal para la película, con una fotografía muy cuidada, una muy correcta ambientación, remarcando el calor sofocante que parece influir en el comportamiento de los protagonistas, un ritmo pausado, que creo que no beneficia demasiado a la película, y una banda sonora muy adecuada. Pero todo ello se queda en un mero adorno, porque donde no consigue darle un sello personal es a la historia y los personajes.

El triángulo amoroso de Maddox con Dolly y Gloria no es demasiado original y transcurre más o menos como era de esperar. También la figura de Frank Sutton (William Sadler), el chantajista, está desprovista de sorpresas. Es decir, la trama es bastante previsible y como vemos que Hopper se atiene de manera muy estricta a los tópicos del género, también podemos anticipar el desenlace sin demasiados problemas. Creo que a finales del siglo XX hubieramos podido esperar algo más novedoso que revitalizara el género y no un film tan ortodoxo donde parece que la única nota diferenciadora son las escenas de sexo y algún desnudo aquí y allá.

Donde sí que acertó Hopper es con el reparto. Para empezar, Don Johnson creo que da la talla con su papel de guaperas y tipo duro. Es más que creíble y su trabajo, sin brillar, resulta muy convincente. En cuanto a Virginia Madsen, sencillamente está espectacular; como rubia peligrosa y mujer fatal capaz de llevar a un hombre a la perdición está perfecta. Su personaje, además, es el mejor de todos sin duda. Las pocas sorpresas del film vienen con ella y nos deja la impresión de que es una mujer a la que no terminamos de conocer del todo. Es la más lista de la clase y la única vencedora en esta historia. Sin embargo, Jennifer Connelly me pareció un poco más sosa. Es verdad que su papel es el de una jovencita bastante tímida e inocente, pero creo que a su trabajo le falta vida. Eso sí, su belleza es impresionante. Y un diez también para William Sadler, que me pareció perfecto en su papel.

Al final, Labios ardientes se queda como un film entretenido sin más. Cuenta con el atractivo de este tipo de historias, pero se echa de menos un toque más original o personal, algo que mantenga el interés y nos pueda sorprender, porque la historia y su desarrollo carecen de intensidad y son bastante previsibles.

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