El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 13 de enero de 2013

Ninotchka




Dirección: Ernst Lubitsch.
Guión: Charles Brackett, Billy Wilder, Walter Reisch (Historia: Melchior Lengyel).
Música: Werner R. Heymann.
Fotografía: William Daniels (AKA William H. Daniels) (B&W).
Reparto: Greta Garbo, Melvyn Douglas, Ina Claire, Sig Ruman, Felix Bressart, Alexander Granach, Rolfe Sedan, Gregory Gaye, Edwin Maxwell, Richard Carle, Bela Lugosi.

Los camaradas Iranoff (Sig Ruman), Buljanoff (Felix Bressart) y Kopalski (Alexander Granach) han sido enviados a París para obtener dinero para el Gobierno ruso mediante la venta de las joyas confiscadas a la gran duquesa Swana (Ina Claire), que vive en la capital francesa. Cuando la venta de las joyas se encalla debido a una argucia legal del amante de la duquesa, el conde Leon d'Algout (Melvyn Douglas), el Gobierno ruso envía a Nina Ninotchka Ivanovna Yakushova (Greta Garbo) para arreglar las cosas.

Ninotchka (1939) es la penúltima película de Greta Garbo, que se retiraría prematuramente del cine en 1941 tras rodar La mujer de dos caras (George Cukor), donde compartía cartel de nuevo con Melvyn Douglas. La película es famosa también por la frase con la que la Metro la patrocinaba: ¡Garbo ríe!, utilizando el mismo recurso empleado en 1930 en Anna Christie (Clarence Brown, 1930) al anunciarla con la frase ¡Garbo habla!, al tratarse de su primera película hablada.

Curiosidades al margen, Ninotchka es otra divertida y encantadora comedia del gran maestro Ernst Lubitsch, un director con una elegancia y un talento para la comedia al alcance de muy pocos. A él debemos ese maravilloso sentido del ritmo, su toque sutíl y sugerente y ese perfecto dominio de la puesta en escena. Es cierto que cuenta con un guión excelente, basado en un musical de Broadway y en el que participa Billy Wilder, que nos brinda unos diálogos sensacionales y donde se hace una sátira muy acertada de la Unión Soviética y de paso de cualquier dictadura. De hecho, se aprovecha muy hábilmente la ocasión para soltar, de pasada, un dardo envenenado a la Alemania nazi. Tampoco sale del todo airoso el sistema capitalista; pues puestos a criticar, los guionistas arremeten contra casi todo lo que pueden. Pero queda claro que la peor parte se la lleva el comunismo.

Pero estamos ante una comedia y además firmada por Lubitsch. Ello quiere decir que cualquier crítica se hace siempre desde el más genuino sentido del humor y con esa elegancia y ese cariño especial que destilan los personajes de Lubitsch, un rasgo típico de este director que sabía dotar a sus personajes de un calor humano que los convertía en entrañables. Sólo encontré algo parecido, en un registro diferente, en John Ford.

Y es que el film es en realidad una exaltación, un tanto sencilla pero apasionada, del amor, de la felicidad, de la libertad de los seres humanos para elegir su destino por encima de barreras, clases o ideas. Ninochka es un film optimista que cree en el ser humano y como tal nos deja una sensación maravillosa de felicidad.

La película tiene un comienzo prodigioso con la llegada de la delegación rusa a París. Esta primera parte del film contiene los mejores momentos cómicos, con detalles asombrosos y esa manera tan personal y tan fascinante de contarnos las cosas del director. El mejor ejemplo es la escena en que vemos a diversos camareros y vendedoras de cigarrillos entrando en la habitación de los rusos y, dejando la cámara fuera, Lubitsch nos deja que seamos nosotros los que adivinemos lo que acontece dentro. Nadie manejaba este recurso con tal habilidad y lograba momentos tan mágicos con algo tan sencillo.

Luego, cuando Ninotchka se enamora de Leon, la película sufre un giro y se pasa de la comedia al romance. Es evidente que el tono gracioso baja muchos enteros y, para mi, la película sufre un pequeño bajón, pues es una parte de la historia mucho más convencional. Pero Lubitsch vuelve a recuperar el tono en el desenlace gracias, de nuevo, a la presencia de los tres delegados rusos, unos personajes impagables que proporcionan los mejores momentos de la cinta desde el punto de vista de la comedia.

Pero la película es indiscutiblemente de Greta Garbo. Actualmente, para un espectador moderno es complicado valorar su figura como se hacía en el momento del estreno de Ninotchka. Aún reconociendo su belleza, está claro que hoy en día no produce el impacto que causaba entonces. Nos queda, eso sí, una muy buena interpretación por parte de Greta Garbo, una mujer que llenaba la pantalla de un modo muy especial. Pero en realidad todo el reparto hace un trabajo soberbio, pues tanto Melvyn Douglas, lleno de encanto y elegancia, como los secundarios Sig Ruman, Felix Bressart y Alexander Granach, encarnando a los díscolos rusos, estan espléndidos. Como curiosidad, mencionar la breve presencia de Bela Lugosi interpretando al comisario soviético Razinin, el que envía a Ninotchka a Constantinopla al final de la película.

Ninotchka obtuvo cuatro nominaciones a los Oscar: película, actriz principal (cuarta nominación en la carrera de la Garbo), historia original y guión. En 1957, Rouben Mamoulian, devolvió el tono musical original a la historia con una nueva versión de la misma en La bella de Moscú, con Fred Astaire y Cyd Charisse.

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