El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 29 de marzo de 2010

Los hombres que miraban fijamente a las cabras


Los hombres que miraban fijamente a las cabras (Grant Heslov, 2009) es sin duda una propuesta muy original que sorprenderá por su argumento disparatado y que cuenta con un reparto de lujo como una de sus mejores cartas de presentación.

Bob Wilton (Ewan McGregor) es un periodista en crisis al que acaba de abandonar su mujer. Decidido a dar un cambio a su vida, parte hacia Irak como reportero de guerra. En el camino, tropieza con Lyn Cassady (George Clooney), un antiguo militar que formó parte de un grupo especial del ejército norteamericano, El Ejército de la Nueva Tierra, que ensayaba con la fuerza de los poderes mentales como arma de combate.

La película se basa, aunque nadie lo diría, en hechos reales recogidos en un best seller de Jon Ronson. De tintes casi surrealistas, el argumento no deja de sorprender a cada paso que da y nos mete de lleno en una historia casi ridícula que, sin embargo, está sembrada de algunos destellos brillantes. Con simpáticas alusiones a la filosofía hippie (el personaje que interpreta Jeff Bridges, el lider del Ejército de la Nueva Tierra, nos recuerda en muchos detalles a su Lebowski del film de los Coen), a los caballeros Jedi de la Guerra de las Galaxias y una constante crítica de la inteligencia militar, el film posee un humor absurdo y un punto de locura maravilloso pero sin dejarse llevar por los excesos.

Lástima que el director parezca no haber sabido sacar todo el jugo a la trama que, por momentos, decae un poco en cuanto ritmo. Menos mal que el reparto es soberbio y gracias a George Clooney, Jeff Bridges, Ewan McGregor y Kevin Spacey la película se sobrepone a sus pequeños defectos. Sobre todo, Clooney está pletórico y muy convincente dando vida a un personaje ciertamente cómico pero que, con su presencia, adquiere tintes quijotescos.

Una película cuando menos original que, sin ser del todo redonda, resulta bastante amena y, por momentos, genial.

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