El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 30 de marzo de 2010

Lawrence de Arabia




Dirección: David Lean.
Guión: Robert Bolt y Michael Wilson.
Música: Maurice Jarre.
Fotografía: Freddie Young.
Reparto: Peter O´Toole, Omar Sharif, Alec Guinness, Jack Hawkins, Anthony Quinn, Anthony Quayle, Claude Rains, Arthur Kennedy, José Ferrer.

Lawrence de Arabia (David Lean, 1962) es uno de los films más grandiosos y bellos de la historia del cine; una obra de arte colosal e irrepetible.

Durante la Gran Guerra, los ingleses envían a Arabia a un oficial, T. E. Lawrence (Peter O'Toole), para que ayude al príncipe Feisal (Alec Guiness) en su lucha contra los turcos. Pero Lawrence irá más allá de su papel de asesor militar y se implicará de tal modo en la lucha del pueblo árabe que se convertirá en un lider para ellos y casi en uno más, adoptando su vestimenta y sus costumbres.

Sin duda estamos ante una verdadera maravilla de la que todo lo que pueda decirse resultará insuficiente para dar una idea de todo lo que encierra esta película. Basada libremente en la vida de T.E. Lawrence, David Lean consiguió sobrepasar la aventura y la epopeya para darle a esta biografía una dimensión tan inmensa, hermosa y aterradora como el mismo desierto. David Lean no se queda en lo espectacular de las batallas o en la belleza de una fotografía preciosa para ver en grandes pantallas de salas oscuras, sino que profundiza en la naturaleza de los personajes, sus ambiciones y sus miedos; en especial los de Lawrence, un héroe tan atípico como inquietante, capaz de lo mejor y de lo peor, contradictorio, humilde, culto y al tiempo endiosado y cruel y al que vemos evolucionar a lo largo de la película al compás de unos sucesos que muchas veces lo superan. Vemos la sinrazón de las guerras, el desprecio de los ingleses hacia los árabes, los abusos del colonialismo, la barbarie de las tribus del desierto...

Parece imposible imaginarse a otros Lawrence que no fuera Peter O'Toole (y eso que el papel se lo ofrecieron a Marlon Brando, pero lo rechazó): su interpretación es asombrosa, llena de fuerza, de ternura, de fragilidad y de locura, con esa mirada azul intensa y terrible. Es una interpretación que traspasa la pantalla, pocas veces se ha visto algo parecido en el la historia del cine. Y al lado de O'Toole, un reparto soberbio: Omar Sharif en su mejor papel, tal vez incluso superando al del Doctor Zhivago; Alec Guiness, en un papel breve como Feisal; Anthony Quinn con una caracterización y una actuación colosales; José Ferrer, Anthony Quayle, Claude Rains, etc, etc.

Y al lado de todos ellos, el desierto. Porque uno de los mayores logros de Lean es hacer del desierto un personaje más de la película con algunas de las escenas más hermosas que recuerdo, como los planos inmensos y sobrecogedores, las figuras humanas diminutas y frágiles en medio de un hermoso mar de arena, los amaneceres, el polvo, el color de la tierra... Resulta imposible no enamorarse del desierto tras ver esta película.

Hay también que destacar los hermosos diálogos, a veces rotundos, a veces poéticos y siempre acertados. No podemos olvidarnos de la banda sonora sublime de Maurice Jarre que acompaña en los momentos precisos el devenir de la historia.

La película obtuvo 7 oscars, pero sin duda es este tan solo un detalle. La grandeza de este film va más allá de los premios o las críticas. Es, sencillamente, una obra de arte única e inmortal.

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