El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 31 de marzo de 2010

El tercer hombre



Dirección: Carol Reed.
Guión: Graham Greene (Novela: Graham Greene).
Música: Anton Karas.
Fotografía: Robert Krasker (B&W).
Reparto: Joseph Cotten, Alida Valli, Trevor Howard, Orson Welles, Bernard Lee, Paul Hörbiger, Ernst Deutsch, Siegfried Breuer, Erich Ponto, Wilfrid Hyde-White, Hedwig Bleibtreu.

El tercer hombre (1949) es uno de los films británicos míticos (fue elegida mejor película británica de todos los tiempos en 1999) y un hito dentro del cine negro capaz de competir con los mejores ejemplos norteamericanos.

Holly Martin (Joseph Cotten), novelista de novelas baratas del oeste, llega a la Viena ocupada por los aliados tras la Segunda Guerra Mundial llamado por su amigo de la infancia, Harry Lime (Orson Welles) que se ha ofrecido a ayudarle. Pero nada más llegar, Holly recibe la noticia que su amigo ha muerto atropellado.

Se trata de una historia escrita por Graham Greene para la pantalla que capta maravillosamente el sórdido ambiente de la postguerra, con las penurias de la escasez y el miedo entre la población. Con una fotografía en blanco y negro acertadísima de Robert Krasker, ganadora del Oscar, el clima de la película resulta opresivo y amenazador.

El tercer hombre posee algo especial, difícil de precisar con palabras. Es un encanto misterioso, una fuerza cautivadora de sus imágenes, con planos de una belleza y una perfección increibles. Dentro de su pesimismo, de la miseria de una Viena desolada y hambrienta, el film es pura poesía. Llega un momento en que las escenas trascienden la propia historia, cobran vida como pequeños momentos mágicos y perfectos. Pocas veces me he visto atrapado de un modo tan absoluto y pocas veces he disfrutado tanto de cada nota, de cada mirada y cada palabra.

Mucho se ha escrito sobre la participación de Orson Welles en la elaboración de la película, afirmándose que muchas escenas, en especial la asombrosa persecución por las alcantarillas, se debían a él. En todo caso, es cierto que se aprecian algunos rasgos típicos de su manera de dirigir, como los contrapicados y las angulaciones extremas de la cámara. Lo que sí que parece confirmada es su aportación con la famosa frase sobre la democracia suiza y los Borgia. Aportación también en su ya mítica aparición con el gato a sus pies, una escena mágica y genial. Y es que la película cobra una nueva dimensión con la presencia de Welles, que da vida a un villano con una personalidad arrolladora y es que Orson Welles parecía tener predilección por este tipo de personajes, poderosos y oscuros, que escapan a las normas convencionales y parecen situarse más allá del bien y del mal.

Si es verdad que la presencia de Orson es hipnótica, no podemos olvidar al resto del reparto, en especial la hermosa Alida Valli, en el papel de Anna, la novia de Harry Lime, o el ingenuo amigo al que da vida un siempre correcto Joseph Cotten, enternecedor en su torpe e inútil enamoramiento de Anna; Trevor Howard completa el reparto encarnando al policía del ejército Calloway, a quién siempre burló el escurridizo Lime.

Prodigiosa en diálogos y en ambientación, la película no sería la misma sin la fabulosa música de Anton Karas, complemento idóneo a lo largo de toda la película.

Sin duda, una de las mejores películas del género, cautivadora, tierna, romántica e inquietante. Un film perfecto.

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