Toma el dinero y corre (Woody Allen, 1969) es el primer film de Allen y ya toma las riendas por entero: dirige, escribe el guión y actúa, en lo que será una constante en su cine posterior.
Virgil Starkwell (Woody Allen) fue un niño pequeño y enclenque del que todo el mundo abusaba. Tras fracasar en sus aspiraciones a ser músico, Virgil termina por convertirse en ladrón, aunque sin demasiado éxito.
Woody Allen realiza su debut con una comedia absurda y genial donde lo único que se busca es provocar la risa del espectador a base de situaciones ridículas y con un humor que debe mucho a clásicos de la comedia norteamericana como los Hermanos Marx. De hecho, los padres de Virgil, para no ser reconocidos, se camuflan bajo unas grotescas gafas con bigote que recuerdan a Groucho Marx.
Comienzan a vislumbrarse temas que serán constantes en la posterior filmografía del cómico, como las relaciones con los padres y la infancia o la religión. Pero en este caso se trata tan solo de hacer reír y lo consigue sobradamente gracias a un excelente guión plagado de gags sorprendentes y con el genial recurso de contar la historia como si se tratase de un documental sobre alguien importante, cuando se trata de un personaje ridículo y torpe hasta la exageración.
Hay algunos momentos geniales, como la fuga de la cárcel con la pistola de jabón o el asalto al banco, genial también la discusión con su esposa delante de los otros reclusos o las opiniones de los padres, uno acusando y la otra exculpando al hijo delincuente.
Más adelante, Woody Allen irá derivando hacia films más serios, aunque siempre con esa ironía tan personal y el reírse de todo como base de sus historias y, sin embargo, este film aparentemente menor y sin demasiadas pretensiones se rebela como uno de los más frescos y gratificantes de todos.
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