El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 30 de marzo de 2010

¿Qué fue de Baby Jane?


Dirección: Robert Aldrich.
Guión: Lukas Heller ((Novela: Henry Farrell).
Música: Frank De Vol.
Fotografia: Ernest Haller.
Reparto: Bette Davis, Joan Crawford, Victor Buono, Wesley Addy, Julie Allred, Anne Barton, Marjorie Bennet, Bert Freed.

¿Qué fue de Baby Jane? (Robert Aldrich, 1962) es, sobre todo, un vehículo para el lucimiento de las dos protagonistas absolutas: Bette Davis y Joan Crawford, ambas ya en la cuesta abajo de sus carreras.

Baby Jane (Bette Davies) fue una niña prodigio que alcanzó gran fama en su niñez. Pero pronto se apagó su estrella y fue entonces cuando brilló la de su hermana Blanche (Joan Crawford), con una brillante carrera como actriz. Pero un accidente la postró en una silla de ruedas de por vida. Baby Jane, culpable del accidente, es ahora quién la cuida.

Bajo un argumento un tanto rebuscado, Aldrich hace un sombrío retrato del reverso de la moneda de la fama. La historia es siniestra, el ambiente opresivo y hay momentos de tensión bastante logrados. Pero el mérito del film recae ante todo en el trabajo de las actrices. Ambas, por cierto, se odiaban en la vida real, lo que puede haber añadido un plus de tensión y veracidad en la tormentosa relación que se recrea en el film.

Bette Davies estaba convencida que el Oscar sería para ella y la verdad es que su trabajo es soberbio. Pero, sorprendentemente, el premio fue para Anne Bancroft por su papel en El milagro de Ana Sullivan. Curiosamente, fue Joan Crawford la que fue a recogerlo en lugar de la premiada, algo que no debió resultar muy grato para Bette Davies.

Sería injusto no citar a Victor Buono, el pianista que contrata Baby Jane para preparar su regreso a los escenarios, y que ofrece una interpretación sobresaliente.

El final, sorprendente, pone el broche a una historia bien narrada pero que ha acusado un tanto el paso de los años y que hoy en día no resulta quizá tan tenebrosa e inquietante como debió serlo en su estreno.

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