El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 17 de enero de 2011

Al este del edén




Dirección: Elia Kazan.
Guión: Paul Osborn (Novela: John Steinbeck).
Música: Leonard Rosenman.
Fotografía: Ted McCord.
Reparto: James Dean, Raymond Massey, Julie Harris, Dick Davalos, Jo van Fleet, Burl Ives.

Primera de las tres películas rodadas por James Dean y que le llevaron, a la velocidad de un rayo, a convertirse en un ícono de la juventud de los años 50 y 60 y una leyenda en la historia del cine. Fue, además, la única que llegó a estrenarse en vida del actor, que moriría el 30 de septiembre de 1955, poco después de terminar el rodaje de Gigante (George Stevens, 1956).

Adam Trask (Raymond Massey) es un granjero californiano que vive en Salinas con sus dos hijos, Cal (James Dean) y Aron (Richard Davalos). A los chicos les contó que su madre murió, pero en realidad, ella abandonó al marido al no soportar la vida que le esperaba a su lado. Un día, Cal descubre que su madre vive en el pueblo vecino de Monterrey.

Basada en una obra de John Steinbeck y con un soberbio guión de Paul Osborn, Al este del Edén (Elia Kazan, 1955) es, además del debut en la gran pantalla de James Dean, un incisivo y por momentos cruel relato de un joven atormentado que se debate entre el deseo de ser querido por su padre y su tendencia innata a hacer el mal. Cal es un muchacho tremendamente inmaduro, inseguro y necesitado terriblemente de cariño, un cariño que su madre nunca le dio, al abandonarlo siendo un niño, y que su padre tampoco supo darle. Éste, trerriblemente apegado a su Biblia y a unos principios morales inquebrantables, perdona constantemente los errores de su hijo, pero no sabe darle lo que realmente necesita: cariño. Y a ello se añade la predilección que el padre siente por su otro hijo Aron, prototipo del joven modélico.

Junto a este enfrentamiento familiar, la película también nos relata el desmoronamiento del núcleo familiar tradicional al amparo del progreso, representado por la empresa de hielo que quiere montar Adam Trask, y donde la autoridad paterna salta en pedazos, primero por la actitud inconformista de la esposa y luego de Cal.

Tampoco faltan las críticas a la mojigatería y la beatitud inquebrantable que, lejos de facilitar la vida familiar, están en la base de todos los conflictos. Sin el cariño, cualquier otra virtud puede terminar resultando odiosa.

Filmada con mano firme y un concepto del drama soberbio por parte de Kazan, que ya nos deja un tanto sorprendidos con el comienzo de la historia, que arranca donde tal vez otro director la hubiera terminado, habría que destacar el eficaz uso del cinemascope (el nuevo sistema con el que la industria del cine intenta frenar la competencia de la televisión), al que el director sabe sacar todo el partido con arriesgados encuadres.

No podemos pasar por alto la interpretación de James Dean, fiel seguidor del método del Actors Studio, donde tuvo como maestro a Elia Kazan, y que realiza un trabajo que no se olvida fácilmente. Es verdad que en algunos momentos puede parecer excesivo, pero también hemos de reconocer que logra llenar la pantalla y es de su mirada y de sus gestos desesperados de los que nacen los mejores momentos del film. También hacen un buen trabajo Raymon Massey, Julie Harris (Abra), Richard Davalos (excelente la secuencia en que rompe de un cabezazo la ventanilla del compartimento del tren), Jo Van Fleet, impresionante en el papel de la amargada y solitaria madre de los dos muchachos y ganadora del Oscar a la mejor actriz secundaria, o el siempre perfecto Burl Ives, en el papel del sheriff Sam; pero a pesar del su hacer de todos ellos, hay que reconocer que es James Dean quién se hace con la película. Un mérito incontestable para ser su primera película.

Preciosa también la música de Leonard Rosseman en su primera colaboración en el cine, invitado precisamente por James Dean, alumno suyo de piano.

Al este del Edén es, pues, un intenso drama familiar que nos engancha desde el principio y que Elia Kazan sabe manejar con una maestría absoluta, manejando los tiempos, los momentos de calma y los dramáticos con una soltura al alcance de muy pocos. El final feliz, donde se vislumbra una posible reconciliación entre el padre y Cal, al tiempo que éste encuentra al fin el amor que tanto necesita en los brazos de Abra, la novia de su hermano, fue una imposición del estudio, que no deseaban un final demasiado pesimista.

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