El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 24 de enero de 2011

El cartero siempre llama dos veces




Dirección: Bob Rafelson.
Guión:David Mamet (Novela: James M. Cain).
Música: Michael Small.
Fotografía: Sven Nykvist.
Reparto: Jack Nicholson, Jessica Lange, Anjelica Huston, John Colicos, Michael Lerner, William Traylor, John P. Ryan.

Remake del film del mismo título de Tay Garnett de 1946, interpretado por Lana Turner y John Garfield, esta versión de Bob Rafelson consigue mantener un buen nivel, al tiempo que le da un aire más actual al tratamiento de la historia.

Estados Unidos durante la depresión. Un hombre sin oficio ni beneficio, Frank Chambers (Jack Nicholson) se detiene en un restaurante de carretera con la intención de ofrecerse un desayuno gratis. El dueño del local, un inmigrante griego (John Colicos), le ofrece trabajo como mecánico. Frank al principio lo rechaza, pero la presencia de la bella esposa del dueño, Cora (Jessica Lange), le hace cambiar de opinión.

La tarea a la que se enfrentaba Bob Rafelson con este remake no era nada sencilla. La película de 1946 es un clásico maravilloso y Rafelson corría sin duda el enorme riesgo de salir perdiendo en las inevitables comparaciones. Sin embargo, su versión de  El cartero siempre llama dos veces (1981) consigue pasar la prueba con brillantez. Para algunos incluso superando el original.

La verdad es que la novela de James M. Cain ofrece un muy buen material de base y el director sabe plasmar todo ese cúmulo de detalles tan típicos del cine negro: unos personajes guiados por un destino que los sobrepasa; el aire de tragedia flotando en el ambiente, de que algo malo va a suceder de manera inevitable; la propia debilidad de la pareja, atormentada y debatiéndose entre el miedo, la necesidad de apoyarse y el desprecio... y, sobre todo, Rafelson refuerza el componente erótico de la trama plasmando de manera soberbia la pasión salvaje que se apodera de los protagonistas, que los lleva a comportarse como animales y que en muy pocas ocasiones se ha visto tan magistralmente dibujada en una película. La escena de Frank y Cora en la mesa de la cocina ha pasado ya a los anales del cine.

Gran parte del mérito hay que dárselo, como no, a la pareja protagonista. Jack Nicholson está colosal, con una interpretación llena de matices, pero es que Jessica Lange desprende un erotismo que se palpa en cada toma. Sus miradas, la manera de echarse el cabello para atrás, sus gestos y sus poses son un derroche de sensualidad que te deja sin aliento.

También me gustaría destacar la buena ambientación y la excelente fotografía, que logran así una excelente puesta en escena.

Sin embargo, Rafelson falla lamentablemente en cuanto a lograr mantener el ritmo y la tensión del principio, alargando excesivamente la película y apartándose de la trama principal con pequeños desvíos superficiales que distraen y no aportan en realidad nada útil a la historia. Me refiero, en concreto, a la parte final cuando Cora se va a visitar a su madre enferma y Frank se marcha de viaje y tiene una aventura con una domadora de leones interpretada por Angelica Huston o la aparición del chantajista pelirrojo. Pienso que suprimiendo esas escenas, dejando la acción encerrada entre las opresivas paredes del restaurante, la trama hubiera podido mantener mejor el buen tono del comienzo.

A pesar de ello, El cartero siempre llama dos veces es una gran película de cine negro, llena de fuerza e intensidad que viene a demostrar que es posible hacer buen cine en estos tiempos, en la estela de los clásicos del género, a poco que se tenga la suficiente inteligencia. Además, el director nos deja con un buen sabor de boca con ese hermoso y a la vez triste final, una brillante manera de bajar el telón, mejor incluso que final de la película de Garnett.

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