El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 27 de enero de 2011

El hombre que pudo reinar




Dirección: John Huston.
Guión: John Huston y Gladys Hill (Historia: Rudyard Kipling).
Música: Maurice Jarre.
Fotografía: Oswald Morris.
Reparto: Sean Connery, Michael Caine, Christopher Plummer, Saeed Jaffrey, Doghmi Larbi, Shakira Caine, Karroom Ben Bouih.

Si algo caracteriza al cine de John Huston son sus historias protagonizadas por perdedores. Recordemos, así por encima, El halcón maltés (1941) o La reina de África (1951). En El hombre que pudo reinar (1975) se añade además otra característica del director: su amor a la aventura.

Danny Dravot (Sean Connery) y Peachy Carnehan (Michael Caine) son dos licenciados del ejército británico de la India que intentan sobrevivir a base de robos, estafas, timos y chantajes. Un día, deciden que ha llegado la hora de buscar una meta mayor que les permita salir de la vida miserable que llevan. Ponen sus miras en un remoto país, Kafiristán, poblado por infinidad de pequeños pueblos en continuas guerras entre sí. Su plan, lograr vencer a las tribus y convertirse en los reyes del país.

Partiendo de un relato de Rudyard Kipling, con guión del propio Huston y Gladys Hill, El hombre que pudo reinar era un proyecto que el director había intentado filmar en repetidas ocasiones (con Humphrey Bogart y Spencer Tracy como protagonistas en un primer intento), pero sin conseguirlo por unos motivos u otros. Finalmente, le propuso la idea a Paul Newman, pero este le recomendó que la interpretasen dos actores británicos. Es así como Sean Connery y Michael Caine terminan protagonizando este film de aventuras.

Rodada en Marruecos, la película es una aparentemente sencilla historia de dos aventureros sin muchos escrúpulos, pero encierra en sí bastantes más cosas. Por un lado, y esto quizá sea lo primordial, es un film realmente entretenido, con un buen ritmo, y que se pasa en un abrir y cerrar de ojos. Por otro lado, es un film de aventuras hecho como deberían hacerse todos: de una manera respetuosa por el género, sin caer en alardes innecesarios o exageraciones supérfluas. Es innegable la fama de Spielberg con su serie de películas sobre Indiana Jones, pero al ver El hombre que pudo reinar comprendemos el abismo que separa estas propuestas. Sin menospreciar a Spielberg, me decanto abiertamente por este otro estilo.

Otro de los aciertos del film es su gran sentido del humor, presente en unos diálogos bastantes ingeniosos y por momentos brillantes ("El jefe pregunta si sois dioses". "No, somos ingleses, que es casi lo mismo") y, a la vez, en la manera en que se tratan ciertos momentos realmente crueles, como el juego del polo con cabezas humanas. Sin que el tema produzca risa, la manera en que es presentado, con esa flema y esa aceptación de lo perteneciente a otras culturas, lo hace menos desagradable.

Tampoco faltan las críticas al noble arte de la guerra. Viendo el concepto de guerra, la disciplina de los contendientes y, sobre todo, los motivos de algunos enfrentamientos (los hombres se mean río arriba cuando los vecinos rivales se están bañando en el río) comprendemos la majadería de esas luchas. Y además, los ingleses manipulan a los pobres ignorantes de esas tribus para saciar su propia ambición. Critica también bastante dura la que se hace de la ignorancia y como es capaz de crear e inventar mitos absurdos que se desmoronan también de una manera estúpida y, en un instante, la persona que había llevado un poco de progreso y justicia a esas gentes bárbaras pasa a ser un demonio al que se destroza sin piedad.

Pero por encima de todo, El hombre que pudo reinar es un canto a la camaradería, a la amistad sin reservas. Se plasma ya al principio con esa leatad y respeto por cualquier otro miembro de la masonería, pero sobre todo con la unión de los dos protagonistas en su loca aventura, dispuestos a cualquier cosa por el amigo y que queda glorificada magníficamente en la maravillosa escena final cuando, enfrentándose a su última hora, Danny pide perdón a su amigo y este le dice que lo perdona de corazón, como corresponde a la verdadera amistad.

Hay que destacar, naturalmente, el gran trabajo de Connery y Caine, perfectos en sus papeles. Es evidente que sin su acertada y brillante interpretación la película no hubiera sido la misma. También resulta perfecta la ambientación, así como la banda sonora de Maurice Jarre. La película obtuvo cuatro nominaciones a los oscars (guión adaptado, montaje, vestuario y dirección artística), pero se quedó sin ninguna recompensa. Hay que recordar que fue el año de Barry Lyndon (Stanley Kubrick), Derzú Uzalá (El cazador) de Akira Kurosawa, Tiburón de Steven Speilberg o Alguien voló sobre nido del cuco de Milos Forman. Casi nada. 

Un par de curiosidades sobre el reparto para terminar: la actriz que interpreta a Roxanne en la película, Shakira Caine, era la esposa de Michale Caine; y el actor que interpreta al anciano sacerdote debutaba con este papel en el cine a la edad de 103 años.

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