El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 20 de enero de 2011

Pero... ¿quién mató a Harry?



Dirección: Alfred Hitchcock.
Guión: John Michael Hayes (Novela: Jack Trevor Story).
Música: Bernard Herrmann.
Fotografía: Robert Burks.
Reparto: Edmund Gwenn, John Forsythe, Shirley MacLaine, Mildred Natwick, Jerry Mathers, Mildred Dunnock, Royal Dano.

A las afueras de una pequeña y tranquila villa de Vermont se escuchan de pronto tres disparos y un forastero aparece muerto en el bosque. El capitán jubilado Albert Miles (Edmund Gwenn), autor de los disparos, cree que ha sido él quién lo ha matado por error y se dispone a enterrar el cadáver para no verse metido en líos con la policía. Pero cuando se dispone a ocultar el cadáver, una serie de personas pasan por el lugar y le complican la tarea. Empieza así un largo día en el que el capitán y otros vecinos de la villa se debatirán entre ocultar o no el cuerpo del fallecido.

Pero... ¿quién mató a Harry? (1956) es, junto a Matrimonio original (1941), una de las películas más atípicas del director. Hitchcock sentía por este film un cariño especial, pues se trataba de un proyecto personal suyo que pudo rodar con total libertad a partir de una novela inglesa de John Trevor Story. Sin embargo, debido a esa misma originalidad, la película tuvo algunos problemas de distribución y aún hoy en día es de los films menos conocidos del director.

Pero... ¿quién mató a Harry? es, en resumen, un pequeño cuento de humor negro. Nada es en realidad sublime dentro de la película. Empezando por una historia un tanto absurda, como reconoce al principio el propio personaje del capitán, actuando a modo de conciencia del espectador, pues parecía que el capitán estaba expresando en voz alta mis propias reflexiones ante lo que estaba viendo. Tampoco es que el ritmo ayude mucho, pues la primera parte del film transcurre de un modo un tanto tedioso y sin terminar de engancharnos a la historia. Hacia la parte final, la película gana enteros, conforme se empiezan a precipitar los acontecimientos y ya nos hemos involucrado algo más en las peripecias de los personajes. Pero en conjunto, algo falla en la manera en que está planteada la historia. Ni siquiera los diálogos son lo suficientemente brillantes y el humor, presente a lo largo de toda la trama, tampoco pasa de un nivel medio.

Quizá lo mejor en este caso, un poco a diferencia de otras películas del director, sea el reparto. La película supuso el debut en el cine de una radiante Shirley MacLaine, acompañada por John Forsythe, que me sorprendió gratamente, alejado como estaba aquí del acartonamiento del que hacía gala ya en su madurez en la famosa serie de televisión Dinastía. A su lado, perfectos también Edmund Gwenn y Mildred Narwick. También es cierto que ayuda mucho el encanto natural de los personajes que encarnan, sin duda lo mejor de esta extraña y un tanto surrealista historia.

En la base del proyecto figuraba la idea de Hitchcock de presentar al espectador un crimen sombrío dentro de un marco bucólico y encantador, rompiendo así la tradición de presentar los crimenes en ambientes sórdidos y tenebrosos. Así pues, podemos entender esta película como una especie de divertimento del director, un capricho suyo que, evidentemente, no logra situarse más que a un nivel muy por debajo de sus obras más famosas, pero que contiene pequeños momentos bastante logrados y ese sello del trabajo bien hecho propio del director. Una película para pasar el rato y disfrutar del curioso sentido del humor de Alfred Hitchcock.

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