El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Corredor de fondo



Dirección: David Schwimmer.
Guión: Michael Ian Black, Simon Pegg.
Música: Alex Wurman.
Fotografía: Richard Greatrex.
Reparto: Simon Pegg, Thandie Newton, Hank Azaria, Dylan Moran, Harish Patel, India de Beaufort, Matthew Fenton, Simon Day, Ruth Sheen, Tyrone Huggins.

Dennis (Simon Pegg) sufre un ataque de pánico el día de su boda que le lleva a salir corriendo dejando plantada a su novia Libby (Thandie Newton), que además estaba embarazada. Cinco años después, Dennis aún se arrepiente de aquello y tiene esperanzas de poder volver con Libby y su hijo Jake (Matthew Fenton). Sin embargo, hay un problema: Whit (Hank Azaria), el nuevo novio de Libby, todo un triunfador.

Las comedias británicas se han ido ganando una buena reputación a pesar de la modestia con la que suelen estar realizadas. O quizá precisamente por esa modestia, que las hace más creíbles, más cercanas y hasta más entrañables. Corredor de fondo (2007) se inscribe dentro de estos films que no suelen armar mucho ruido de crítica ni en taquilla y que uno descubre por casualidad. Y al final uno agradece el descubrimiento, no por ser algo excepcional, sino por funcionar con pocos elementos y por su honesta falta de ambiciones.

Y es que nada en Corredor de fondo parece especialmente interesante. La historia de una pareja separada, con la aparición de un tercero en discordia, está muy vista. Tampoco en el desarrollo del argumento aparecen detalles novedosos que nos sorprendan o que nos hagan temer un cambio de rumbo a la hora del desenlace. Todo está previsto y se desarrolla como era de esperar. El final se anticipa casi desde el minuto uno. Y aquí reside el principal reproche que podemos hacerle a la película: todo transcurre dentro de la más estricta normalidad, no hay sorpresas, de ahí que anticipemos en todo momento el desarrollo argumental sin el mínimo tropiezo.

Y aún así, Corredor de fondo resulta más o menos agradable de ver por algunos pequeños detalles que se imponen a la normalidad argumental y salpican la historia. Por una parte, la película nos sorprende desde el principio con un humor muy fresco y que, salvo contadas excepciones, se mantiene dentro de unos límites aceptables, sin caer en chabacanerías o salidas de tono. Precisamente, cuando el director pretende ponerse serio es cuando, paradógicamente, la película pierde fuerza. Y es que, al contrario que en otras comedias, aquí es el tono ligero del comienzo, la burla sana y el hábil retrato de los personajes lo que nos sorprende y nos engancha. Pero cuando David Schwimmer, debutante con esta película, quiere ponerse más dramático es cuando la cosa deja de funcionar tan bien. Y lo hace porque el personaje de Dennis no necesita regenerarse, es así de patoso y así nos gusta; y además, la parte seria de la historia es la más previsible y trillada, cuando se puede adivinar en todo momento cómo va a terminar la historia.

También los diálogos resultan agradables y con un nivel de elaboración bastante considerable. No es que nos dejen maravillados, pero contribuyen a crear un buen ritmo y resultan de un nivel superior a lo que estamos acostumbrados.

El tercer pilar de Corredor de fondo es su protagonista, Simon Pegg, un actor que derrocha simpatía y naturalidad y con el que empatizamos desde el primer instante. Pegg logra resultarnos simpático a pesar de sus torpezas y defectos, que nunca llegan al punto de descalificarlo como persona. La única pega es contraponer a Pegg a Thandie Newton, una mujer que derrocha glamour y a la que nos cuesta ver como su pareja. Y el hecho de que Dennis tenga que competir con todo un triunfador como Whit también es complicado de creer. Pero por encima de estas consideraciones, lo cierto es que el reparto de la película es magnífico, con cada actor, por secundario que sea, ayudando a crear un universo muy convincente y con una actuaciones notables.

El desenlace, como anticipaba antes, así como la épica de la carrera de superación personal del protagonista, es lo menos destable de la película. Aquí el argumento entra en terrenos demasiado vistos y no aporta absolutamente nada, cayendo incluso en una ligera exageración que llega a resultar un tanto sonrojante. Incluso el momento cumbre de la llegada a la meta de Dennis, donde lo esperan su mujer y su hijo, es tan trivial que no llega ni a emocionarnos.

Recordándome en algunos detalles a la notable Full Monty (Peter Cattaneo, 1997), en cuanto al afán de superación y a la nulidad del protagonista, Corredor de fondo se queda no obstante un par de peldaños por debajo de aquella. La culpa, sin duda, por dejarse llevar por la normalidad más absoluta en cuanto a desarrollo de la historia, que hubiera ganado mucho si David Schwimmer se hubiera decantada más abiertamente por la vertiente cómica, dejando más de lado el dichoso final feliz, que condiciona el desarrollo de la película para mal.

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