El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Sin motivo aparente


Dirección: Bob Rafelson.
Guión: Christopher Canaan, Steve Barancik (Historia: Dashiell Hammett).
Música: Jeff Beal.
Fotografía: Juan Ruiz Anchia.
Reparto: Samuel L. Jackson, Milla Jovovich, Stellan Skarsgard, Doug Hutchinson, Joss Ackland, Grace Zabriskie.

A punto de tomarse unas vacaciones, el policía Jack Friar (Samuel L. Jackson) recibe la petición de una vecina de que busque a su hija de quince años, que al parecer se ha fugado con su novio. La mala suerte hace que Jack se tope de narices con una banda de ladrones que está a punto de robar un banco.

Sin motivo aparente (2002) es un thriller cuando menos curioso. Su interés reside en una historia de mala suerte, la de un policía que ayuda a la persona equivocada y se ve retenido como rehén por una banda de atracadores bastante peculiar. Sin embargo, el problema con el que nos encontramos en seguida es que el guión resulta bastante increíble, con lo que la historia no termina de engancharnos.

Y es que, para empezar, el argumento acumula una serie de acontecimientos del todo increíbles, como que una de las atracadoras libere al policía para que toque con ella una pieza musical. A partir de aquí, todo es un cúmulo de situaciones un tanto forzadas que vemos con cierto distanciamiento, pues es casi imposible que nos tomemos la película demasiado en serio.

Además, una vez que Friar es capturado, sabemos que el principal interés será esperar a ver como termina salvándose, pues es evidente que los malos no van a salirse con la suya. Así que casi todo se resume a ver si el guión es tan inteligente como para permitir un desenlace más o menos verosímil. Y de nuevo nos encontramos con una sucesión de amenazas que sabemos de antemano que no pasarán de ahí; Jack Friar no puede morir, así que tampoco nos asustan lo más mínimo. Cuando termina finalmente por salirse con la suya, la verdad es casi es indiferente si el guión hace que resulte plausible o no. Todo ha degenerado de tal manera que poco importa. Tal vez lo único que nos interesa ya es que la historia no se prolongue demasiado.

Por el contrario, la puesta en escena y la fotografía están bastante conseguidas. En este aspecto, la película tiene una factura muy bien cuidada. Del mismo modo que el reparto también es un elemento que se salva de la quema. Samuel L. Jackson es un buen actor y aporta una solidez a su personaje que le confiere carácter. Lástima que esté al servicio de una historia tan floja. Pero sin duda la sorpresa es Milla Jovovich, al menos para el público masculino, imagino. Que era una mujer muy guapa ya lo sabíamos, no hace falta más que mirarle a los ojos, pero aquí además despliega una sensualidad hipnotizadora. La escena en que el policía de enseña a tocar el violonchelo es dinamita pura. Lástima que los límites de la moralidad americana suelan impedir una relación demasiado íntima entre un negro y un blanco. Pero al menos queda ese juego de erotismo contenido en el que Milla demuestra que es una mujer de armas tomar. Y es que Erin, su personaje, es sin duda el más interesante de todos, dentro de un grupo de atracadores demasiado plano en cuanto a sus personalidades. Pero Erin es astuta y sabe explotar su indudable atractivo para manejarse en un peligroso laberinto de promesas e insinuaciones. Una mujer fatal realmente atractiva. De nuevo se echa de menos una historia de mayor calado en la que este personaje hubiera podido desarrollar todo su talento. El resto de actores cumplen con eficacia, cada uno en su registro, destacando la curiosa presencia de los dos ancianos, encarnados por Joss Ackland y Grace Zabriskie, si bien su personajes, como en general todos los del film, nunca terminan de estar del todo definidos.

Sin motivo aparente finalmente resulta demasiado previsible y sin una historia verdaderamente sólida como para funcionar convenientemente. Hacer un buen thriller requiere indudablemente contar con un guión sólido, sin ello nada se sostiene de un modo medianamente convincente. Y por aquí es precisamente por donde hace aguas esta historia.


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