El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 14 de abril de 2012

Acoso




Dirección: Barry Levinson.
Guión: Paul Attanasio (Novela: Michael Crichton).
Música: Ennio Morricone.
Fotografia: Tony Pierce-Roberts.
Reparto: Demi Moore, Michael Douglas, Donald Sutherland, Caroline Goodall, Dennis Miller, Roma Maffia, Dylan Baker.

De nuevo una novela o, casi mejor, un best-seller de Michael Crichton está en la base de Acoso (1994), un producto resultón pensado y planificado con las miras puestas en la taquilla.

Tom Sanders (Michael Douglas) es el jefe del departamento de fabricación de una pujante empresa de informática. Justo cuando espera un ascenso en la empresa, comienza para él una verdadera pesadilla al ser acusado por su nueva jefa y ex-novia, Meredith Johnson (Demi Moore), de haberla acosado sexualmente.

Quizá el mayor problema de la película es que, como decía antes, está orientada a la taquilla, de ahí la elección de los protagonistas, de ahí la astuta utilización de la escena del acoso como el mayor reclamo, por lo morboso y excitante del asunto, y de ahí también la simplificación y banalización de un argumento ciertamente prometedor pero que, en manos de la vertiente más industrial de Hollywood, termina lleno de tópicos, diálogos insulsos, giros rocambolescos de la historia y, en general, un tratamiento superficial y sin alma que arruina el resultado final.

Los problemas en el mundo laboral, como las envidias profesionales, los abusos de poder, los trepas, incluso el acoso, si bien en la película se riza el rizo de manera un tanto exagerada, con lo que llega a resultar casi increíble (y de hecho lo es, como se encarga después de justificar el posterior desarrollo argumental), eran un buen puento de partida sobre el que levantar un film de intriga medianamente plausible y bien elaborado. Pero ese no era el principal interés de los realizadores. El único resultado que parecían perseguir era una buena recaudación. Sólo así se explica que se desaproveche lo mejor de la película y se quede toda la historia en una trama poco trabajada, asentada en el físico espectacular de Demi Moore y los intentos de un sorprendido Michael Douglas por salvar su pellejo. Pero todo se queda en la superficie: ni llegamos a temer por el trabajo del protagonista, pues es evidente que saldrá ileso de la batalla, aunque el cómo resulte casi irrisorio y muy teatrero; ni llegamos a temer por su matrimonio, ni nada de nada. Incluso el supuesto final feliz, con Tom conservando el empleo por el que tanto luchó, termina por resultar poco convincente: viendo la clase de jefes que tiene, ¿cómo es que está tan feliz de seguir trabajando para ellos?, cualquiera estaría cagado de miedo en espera de la siguiente jugarreta.

La película está repleta de escenas vacías, de pequeños trucos para mantener la intriga en pie, como los correos del amigo del protagonista, pero tenemos la sensación de que falta vida, nervio, emoción, intensidad y hasta verdad en toda la historia. El colmo de los despropósitos es la escena de la pesadilla de Tom con su jefe en el ascensor. No sé si tomarla como una broma del guión, porque miedo me da pensar que está ahí con alguna función predeterminada.

En cuanto a los protagonistas, es evidente que su elección está motivada por su tirón mediático y nada más. Michael Douglas ya llega a cansar por el encasillamiento a que se vio sometido en esos años a papeles un tanto similares. Recordemos Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987) o Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992). No me resulta un actor especialmente interesante y en este caso creo que su labor no es demasiado reseñable. En cuanto a Demi Moore, es evidente el porqué de su presencia aquí: su belleza y su atractivo la convierten en el reclamo ideal. Cumple luciendo sus encantos y para de contar. El resto del reparto hace su trabajo, pero tampoco es que tengan demasiadas posibilidades de lucimiento. Una pena, en todo caso, ver a Donald Sutherland en papeles tan poco interesantes.

En definitiva, Acoso podría haber sido mucho más de lo que finalmente fue. Se nos quedó como un producto de mero consumo, sin alma. Una de esas películas precocinadas a base de estudios de mercado, con la dosis correcta de intriga, de sexo y de morbo. Prescindible por completo.

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