El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 16 de abril de 2012

El sueño de mi vida



Dirección: Gary Winick.
Guión: Josh Goldsmith y Cathy Yuspa.
Música: Theodore Shapiro.
Fotografía: Don Burgess.
Reparto: Jennifer Garner, Mark Ruffalo, Judy Greer, Kathy Baker, Phil Reeves, Andy Serkis.

El sueño de mi vida (Gary Winick, 2004) es una típica comedia romántica al más puro estilo de Hollywood. Con un esquema típico, un desarrollo correcto y ciertamente predecible, ¿qué aporta de nuevo para salvarla del olvido? Pues aporta un par de cosas que hacen que finalmente resulte un agradable pasatiempo.

A punto de cumplir trece años, Jenna Rink (Jennifer Garner) no es del todo feliz. Su máxima aspiración es que la acepten en el grupito de niñas pijas del colegio y que el chico de sus sueños se fije en ella. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Entonces, el día de su decimotercer cumpleaños sucederá de repente un milagro: los sueños de Jenna, tener treinta años y ser una mujer hermosa y de éxito, se harán de realidad.

El sueño de mi vida es una especie de Peggy Sue se casó (Francis Ford Coppola, 1986) al revés, donde la protagonista, en lugar de regresar a su adolescencia, se ve lanzada a la edad adulta de la noche a la mañana. A partir de ahí empezará a descubrir el precio que ha pagado para alcanzar sus sueños: la buena chica que era a los trece años se ha convertido en una mujer materialista, falsa, ambiciosa y sin escrúpulos. Y empezará a odiar esa vida y, sobre todo, a odiarse a sí misma al ver en qué se convirtió por perseguir el éxito.

Podría interpretarse el planteamiento como que para triunfar hay que ser mala persona. Pero no es exactamente ese el tema, como la película se encargará de demostrar enseguida. No se puede demonizar el éxito así como así. La moraleja es otra: el peligro reside en perder la inocencia, "venderse" por el plato de lentejas del éxito a cualquier precio. Cuando Jenna, con la mentalidad de sus trece años, se descubra como una mujer fría y manipuladora, comprenderá el precio real que ha pagado por sus sueños y se dará cuenta que no compensa. Es decir, El sueño de mi vida no es sino un hermoso cuento con moraleja. Una moraleja no muy rebuscada ni profunda, dentro de una comedia sencilla, para todos los públicos. Y sin embargo, el resultado no es tan flojito como podría esperarse viendo los mimbres de este cesto.

Por un lado, contamos con una Jennifer Garner realmente grandiosa. No solamente irradia una belleza maravillosa, que llena la pantalla y nos cautiva y enamora, sino que su interpretación es absolutamente radiante. El ponerse en la piel de una adolescente con un cuerpo de infarto no me parece tarea sencilla y es relativamente fácil caer en lo exagerado o lo cursi. Jennifer Garner no sólo es completamente creíble, sino que irradia frescura, encanto, ternura. En algunas escenas llegaba a temer el ridículo, por ejemplo en la escena del baile de "Thriller", y no sé que hubiera sucedido si la protagonista hubiese sido otra, pero Jennifer convierte el baile en un espectáculo grandioso y la escena en uno de los dos o tres momentos geniales de la película. Es cierto que el resto del reparto cumple sin más, pero la sola presencia de esta actriz es suficiente y el mayor acierto de la película. No me gustaría olvidarme de Kathy Baker, en el papel de la madre de Jenna, y sólo he de lamentar sus demasiado breves apariciones, desaprovechando un tanto su potencial.

Junto a Jennifer Garner, otro de los aciertos del film es que no se encoge a la hora de ponerse más serio y afrontar la parte nostálgica y lacrimosa de la historia; cosa que hace con muy buen pulso y mejor gusto, de tal manera que encaja sin problemas en la parte de comedia y no resulta excesiva en ningún momento.

Y en cuanto a la comedia en sí, es verdad que la película no ofrece demasiadas novedades en cuanto a planteamiento y desarrollo, con los previsibles introducción, nudo y desenlace totalmente clásicos y predecibles. Pero el guión cuenta con una serie de detalles muy buenos que salvan la película de la mediocridad. Uno ya lo mencioné antes, el baile de la canción de Michael Jackson "Thriller" que, pudiendo ser una escena que provocara vergüenza ajena, se transforma en uno de los mejores momentos de la película. Después tenemos pequeñas pinceladas llenas de frescura y encanto, como cuando la amiga le dice a Jenna que un chico quiere ligar con ella y ella se acerca a un adolescente, con su mentalidad anclada en los trece años; o cuando la vemos explicar su beso con Matt (Mark Ruffalo)... a un grupito de adolescentes nerviosas. Son pequeños detalles, nada más, pero que al final son los que marcan las diferencias y elevan el tono general. Porque, bien mirada, la película podría ser un esperpento de no ser por ese cuidado por el detalle que se respira a lo largo de la cinta.

Donde, por desgracia, se estropea un tanto la historia es en el final. Quizá la tentación del final más clásico y previsible, del final feliz por excelencia, era demasiado grande. O quizá es que en este tipo de películas, con ese tono bien intencionado tan alto, el desenlace parece que no pueda ser otro que el más perfecto posible. Pero creo que, en este caso, ni era del todo imprescindible ni está tampoco bien planteado. Por un lado, resulta demasiado precipitado: se resuelve todo en un par de apresuradas escenas y no termina de convencer. Hasta la aparición del antiguo amor de adolescente de Jenna convertido en taxista resulta innecesaria y torpe. Además, creo que con la transformación de la Jenna falsa y mala en una Jenna más humana y sensible el tema ya estaba resuelto. Teníamos un final feliz, gratificante y moralizante; la boda no era imprescindible. Pero el guión se deja llevar por lo más trillado y nos ofrece una solución facilona pero nada convincente, transformando el cuento en un vulgar sueño, o algo parecido.

Pero a pesar de este desafortunado final, sigo pensando que El sueño de mi vida, sin ser un film excepcional, contiene los elementos suficientes para hacernos pasar un rato agradable, sacarnos un par de buenas sonrisas y hacernos una pequeña cura de nostalgia y buenas intenciones. Nada mal.

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