El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 17 de abril de 2012

La boda de mi mejor amigo



Dirección: P. J. Hogan.
Guión: Ronald Bass.
Música: James Newton Howard.
Fotografía: László Kovács.
Reparto: Julia Roberts, Dermot Mulroney, Cameron Díaz, Rupert Everett, Philip Bosco, Rachel Griffiths, Carrie Preston.

Nueva comedia romántica para lucimiento de la incombustible Julia Roberts, sin duda la reina del género en los años noventa, y que recuperaba con esta película el éxito que parecía haberla abandonado. Sin embargo, La novia de mi mejor amigo (1997) tiene más de romanticón cuento que de comedia y sólo funciona a medias.

Julianne (Julia Roberts) y Michael (Dermot Mulroney), tras haber sido pareja hace años, son ahora los mejores amigos del mundo, a pesar de no verse todo lo que quisieran. Sin embargo, cuando Michael telefonea a Julianne para anunciarle su inminente boda, ésta siente un repentino ataque de celos.

Hay algo que parece no funcionar muy bien en la historia de La novia de mi mejor amigo y es que el personaje de Julia Roberts, la protagonista absoluta de la historia, cae mal desde el principio con su papel de mala. Y conforme avanza el argumento y sus perrerías son mayores, llega a resultar hasta odiosa. Llegué a pensar que era un sencillo error de planteamiento, tan evidente como obvio, y es que la película arranca con la noticia de la boda y la intención de Julianne de sabotearla sin que la conozcamos mínimamente, sin que hubiéramos visto en primera persona su antigua relación con Michael. Por ello no nos cae simpática, por ello censuramos sus mentiras como detestables y no entendemos que la mejor amiga de Michael lo engañe tan miserablemente.

Pero cuando vemos como va discurriendo la historia y anticipamos el final nos damos cuenta que el planteamiento inicial era el correcto. Hogan pretendía precisamente que detestáramos los sucios manejos de Julianne por una sencilla razón: hay una moral presente en la mayoría de los films de Hollywood que nos viene a decir que aquel que hace una mala acción la termina pagando. No es edificante que el malo triunfe, ni siquiera en el amor. Así que para poder llegar al final que se nos propone en la historia, Julianne debe portarse mal, así el espectador comprende y comparte el final de Michael con Kimberly (Cameron Díaz), pagando Julia Roberts por todos sus pecados.

Aclarada la moraleja de la película, he decir que La novia de mi mejor amigo no es una película que me haya cautivado en lo más mínimo, ni siquiera divertido. El principal problema de la película es el antes reseñado: no nos identificamos con la protagonista, lo cuál es un lastre tremendo. Sus actos son tan viles, carecen realmente de justificación, porque encima dice ser la mejor amiga del novio, que durante todo el tiempo estamos esperando que fracase o que confiese, es decir, no empatizamos con ella ni un segundo. Eso también está motivado porque, deliberadamente, Kimberly es presentada como una mujer buena, ingénua y confiada, con lo que la traición de Julianne es aún más censurable. La razón de este planteamiento ya la expliqué antes pero, aún así, el efecto es totalmente negativo durante la mayor parte de la historia. Sólo cuando Julianne confiesa sus mentiras y se arrepiente nos sentimos al fin más cercanos a ella, pero ya es demasiado tarde.

Por ello, la película finalmente tiene realmente poco de comedia. En parte, por este planteamiento antinatural, pero también porque no hay momentos especialmente graciosos, salvo un par de detalles muy aislados que no cambian el tono general de la película; que a veces se acerca más la drama que a otra cosa ante algunos de los malos ratos que las mentiras de Julianne hacen pasar a la confiada Kimberly.

Y tampoco el desarrollo del argumento es que sea especialmente bueno. La historia transcurre sin brillantez, sin sorpresas ni emociones importantes y cae en una repetición de situaciones que la llevan a un callejón sin salida. Incluso algunas escenas, como el correo que Julianne salvaguarda "para más tarde", resultan totalmente forzadas. En algunos momentos parece que se alarga la historia sin mucha justificación.

Eso sí, si hay algo que consigue rescatar algunos momentos de la película es el personaje de George, maravillosamente interpretado por Rupert Everett. Lástima que sus apariciones sean tan escasas, pero en las dos o tres escenas en que participa, en especial la del restaurante, logra elevar el tono mediocre de la historia. Su personaje es el más original, ocurrente y vivo de la cinta.

El resto del reparto me gusta también, pero sin llegar a la altura de Everett. Julia Roberts es la estrella absoluta, presente de principio a fin, en todos los minutos, en todas las escenas. Menos gesticulante que en otras ocasiones, sus tablas son evidentes. Ella sostiene la película por sí sola, aunque trabajara con maniquíes. Incluso en algunos momentos en que su personaje se emociona, ella consigue que su dolor traspase la pantalla de manera natural. Cameron Díaz está radiante, muy guapa. Eso sí, encasillada en el papel de novia pija y algo ingenua, un cliché más del que no se libra la película. En cambio Dermot Mulroney no terminó de convencerme. El principal problema es que no lo veía en el papel, hay algo en su rostro y en sus gestos... cuando ves a Julia Roberts esperas que su mejor amigo tenga algo más de aplomo o de carisma. No es que él parezca mucho más joven que ella, pero también hay algo de eso. No terminaba de imaginarlos ni como amigos ni como novios.

En definitiva, una historia que busca cierta originalidad pero que equivoca el planteamiento y que tampoco tiene la calidad suficiente para conquistarnos. Técnicamente está muy bien hecha, con una buena fotografía, buena banda sonora (nominada al Oscar) y reparto, pero le falta lo esencial: un guión de calidad, buenos personajes y diálogos inspirados. La sola figura de George no resulta suficiente.

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