El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 22 de agosto de 2018

Acción judicial



Dirección: Michael Apted.
Guión: Carolyn Shelby, Christopher Ames y Samantha Shad.
Música: James Horner.
Fotografía: Conrad Hall.
Reparto: Gene Hackman, Mary Elizabeth Mastrantonio, Colin Friels, Joanna Merlin, Laurence Fishburne, Donald Moffat, Jan Rubes, Matt Clark, Fred Dalton Thompson.

Jed Ward (Gene Hackman), un abogado que siempre ha defendido a los más débiles, acepta un caso de un hombre que resultó gravemente herido por culpa de un fallo de construcción de su coche. El problema es que tendrá que enfrentarse a su propia hija Maggie (Mary E. Mastrantonio) en el juicio, pues es la abogada defensora de la compañía automovilística.

Lo más interesante de Acción judicial (1991), y lo que animó a verla, además del atractivo intrínseco de los films judiciales, es la presencia la frente del reparto de Gene Hackman, un actor sólido que siempre dignifica los trabajos en que participa. Y finalmente, hay que reconocer que es lo más interesante de esta película, junto al buen trabajo de Mary Elizabeth Mastrantonio. Ambos llevan el peso de la historia y la salvan de un descalabro seguro.

Porque el problema de Acción judicial es que tiene un argumento de telefilm barato, sensiblero y llorón. Ya el detalle de enfrentar en un juicio a padre e hija chirría un poco de entrada, pero con los detalles que va desplegando el argumento la cosa no mejora en absoluto.

Por un lado, disputa familiar en el juzgado pero, además, enfrentamiento personal: la hija no perdona a su padre sus infidelidades matrimoniales pasadas, con lo que se unen asuntos personales a los meramente profesionales. Y el problema es que el film va a centrarse mucho más en esta vertiente sentimental que en lo meramente judicial. Y por si las disputas y rencores de padre e hija no fueran suficientes, lo cuál ya nos plantea qué demonios hace Maggie aceptando un caso que agravará su relación con su padre, incluso contra los consejos de Estelle (Joanna Merlin), su madre, se añade la muerte repentina de ésta, en la mejor tradición de los dramones televisivos. Se trata, por lo que se ve, de atacar el lado sensible del espectador sin ningún disimulo.

El problema principal es que todo ello relega el caso judicial a una mera comparsa de los problemas familiares, dejando la intriga en un mero acompañamiento. Y cuando llega la hora de la verdad, pues el caso ha de resolverse inevitablemente, la trampa argumental salta a la vista en seguida, con lo que no hay ninguna sorpresa posible. Y encima, el desarrollo del juicio, sin duda una parte a la que podría habérsele sacado bastante jugo, es totalmente desaprovechada con un planteamiento rácano y un desarrollo precipitado y sin nervio.

No ayuda nada la labor de Michael Apted, que realiza un trabajo rutinario, carente de imaginación y que da lugar a un desarrollo sin chispa, falto de emoción y de ritmo. Es cierto no ayuda nada que, a parte de Hackman y Mastrantonio, el resto del reparto resulte bastante flojo, incluido un joven Laurence Fishburne al que se notaba la inexperiencia. Sorprende que el director de Gorilas en la niebla (1988) sea capaz de realizar ahora un film tan pobre como este.

Definitivamente, un guión muy flojo y que el director no supo tampoco poner en valor, dejándose llevar por un desempeño rutinario y desperdiciando la vertiente judicial en favor del retrato de las desavenencias familiares de los protagonistas, que tampoco resultan lo suficientemente originales como para compensar el resto. Una película para olvidar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario