El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

domingo, 12 de agosto de 2018

Te puede pasar a ti



Dirección: Andrew Bergman.
Guión: Jane Anderson.
Música: Carter Burwell.
Fotografía: Caleb Deschanel.
Reparto: Nicolas Cage, Bridget Fonda, Rosie Pérez, Isaac Hayes, Wendell Price, Víctor Rojas, Seymour Cassel, Stanley Tucci.

Charlie Lang (Nicolas Cage), policía de Nueva York y muy buena persona, no tiene dinero suficiente para dejarle propina a una camarera (Bridget Fonda), pero le promete que al día siguiente pasará a dejársela y, si tiene la suerte de que le toque la loto, compartirá su premio con ella.

Hacer comedia es mucho más complicado de lo que pueda parecer. De hecho, creo que es el género más difícil de todos. Y, como muestra, tenemos Te puede pasar a ti (1994) que, con unos elementos muy similares a los utilizados por Frank Capra en sus célebres comedias clásicas, se queda a años luz de las obras del maestro.

Es cierto que se podría argumentar que es injusto comparar a Andrew Bergman con Capra. Y creo que así es. Las comparaciones son odiosas. Pero el argumento del film cuenta con tantos puntos en común con el cine de Capra que es casi imposible no establecer comparaciones.

Lo más triste de todo es que la historia del film tiene bastante potencial: es un canto a la bondad del ser humano, el desinterés, el respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Sí, parece algo cursi o pasado de moda, pero en el fondo, las comedias bienintencionadas creo que tienen un hueco, aún actualmente, si se hacen bien. Creo que a todo el mundo le reconforta presenciar una bonita historia, donde se ponen en valor los buenos sentimientos hacia el prójimo.

El problema aquí es que Bergman destroza el potencial de la historia con un desarrollo plano, demasiado previsible (y no solo por el final, que creo que es cómo debe ser en este tipo de films) y desprovisto de chispa, de emoción y de magia. No se puede tener una historia sensible, sobre la bondad del corazón humano, romántica y positiva y darle un tratamiento tan plano. Los diálogos no nos emocionan, las situaciones a veces son anodinas, el curioso personaje que cuenta la historia resulta innecesario y aburrido y hasta la pareja protagonista no termina de convencerme en ningún momento. Tomados por separado, ambos parecen adecuados para su papel, pero ninguno de los dos tiene magia, no hay química, cuando se miran a los ojos no nos trasmiten esa pasión que debería desbordarlos. Y conste que Nicolas Cage es un actor que me gusta, a pesar de no tener siempre elecciones correctas, y Bridget Fonda me parece perfecta para el papel, pero están los dos sosos, mecánicos, sin trasmitir ninguna emoción, como contagiados del espíritu plano que trasmite el director al film.

El mejor ejemplo de esta falta de emoción lo tenemos en las secuencias del juicio, que siempre es el punto álgido y donde más se puede exprimir el tono dramático de la historia. Pues en este caso, el juicio es triste, sin nervio, empapado de esa apatía que parece recorrer toda la película.

Y no se trata de que el argumento sea bastante previsible, es la manera de ponerlo en liza, con personajes bastante planos, diálogos sin chispa y desperdiciando constantemente las posibilidades de la historia: la mujer de Charlie resulta demasiado estúpida, el magnífico Stanley Tucci está del todo desaprovechado y su personaje no aporta absolutamente nada a la historia y el final, que es el esperado, como debe ser, me resultó acaramelado y hasta en cierto modo contradictorio: si el mensaje es, como parece, que el dinero es superficial a la hora de ser felices, como lo demuestra el amor de los protagonistas, el hecho de querer arreglarles la vida con los donativos parece contradecir esa filosofía y ese dinero recaudado parece ser la recompensa adecuada, como si la felicidad de encontrar el amor no fuera suficiente en sí misma.

La escena del globo final es mejor olvidarla.

Como decía al comienzo, la comedia es un género muy complicado. A veces, como se ve aquí, no es suficiente ni siquiera con una buena historia. Hace falta algo que es evidente que Andrew Bergman no tiene.

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