El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 28 de agosto de 2018

Cold Mountain



Dirección: Anthony Minghella.
Guión: Anthony Minghella (Novela: Charles Frazier).
Música: Gabriel Yared.
Fotografía: John Seale.
Reparto: Jude Law, Nicole Kidman, Renée Zellweger, Brendan Gleeson, Ray Winstone, Donald Sutherland, Natalie Portman, Philip Seymour Hoffman, Giovanni Ribisi, Jena Malone, Eileen Atkins, Kathy Baker.

Ada (Nicole Kidman) y su padre (Donald Sutherland), el reverendo Monroe, se mudan a Cold Mountain en busca de un clima más beneficioso para la salud de él. Allí conocerá a Inman (Jude Law), del que se enamorará casi al instante. Sin embargo, el estallido de la Guerra de Secesión les separará.

No sé como decirlo, pero creo que tengo un sexto sentido que me previene contra films pretenciosos, de manera que, o los esquivo como si fueran veneno (nunca veré, por ejemplo, Leyendas de pasión, si puedo evitarlo), o, si me animo a verlos, lo hago con ciertas reservas y un espíritu un tanto crítico. Y esto me sucedió con Cold Mountain (2003), título que me producía bastante desconfianza.

Lo primero que llama la atención son los paralelismos con el gran éxito anterior de Minghella, El paciente inglés (1996): escenario bélico, enamorados en apuros, final terrible, gran duración y despliegue técnico impecable. Da la sensación que el director buscó repetir la fórmula en post de similar resultado. Pero si El paciente inglés, con sus limitaciones, me pareció un film cargado de sentimientos y cierta sinceridad que compensaba a todas sus luces su pretenciosidad, en Cold Mountain tuve la impresión de que estaba ante una película mucho más vacía de contenido, ampulosa pero fría.

Quizá el principal problema venga ya del principio, de lo mal planteada que está la historia de amor entre Ada e Inman. No solo me parece que esta parte tan importante del relato está tratada de manera precipitada, sino que incluso me parece un tanto superficial. No digo que no pueda existir el amor a primera vista, que es lo que les sucede a los protagonistas, pero está muy mal explicado. En lugar de centrarse en los sentimientos, Minghella se recrea en conversaciones estúpidas y encuentros donde prima más lo anecdótico. El resultado es que nunca me terminé de creer su amor o, al menos, no me trasmitía la impresión de ser tan fuerte que constituyera el eje poderoso de la historia. Mi sensación ante sus ardientes deseos de reencontrarse era bastante fría.

Y ese es quizá el mayor defecto de la película: la frialdad, con momentos en que parece que la historia no avanza, aburridos, y todo por esa manía de algunos directores de cuidar al detalle cualquier aspecto técnico dejando de lado lo más importante, el alma del relato.

Y Cold Mountain, técnicamente, es un film muy bueno. Recrea a la perfección el ambiente de la guerra, la miseria, el hambre, la pobreza. La fotografía es espectacular y el reparto, pues típico de una super producción. La banda sonora demuestra también la ambición del director, si bien me pareció un tanto estridente en las escenas de la batalla inicial. Pero todo esto no vale nada cuando la historia te deja frío, y más estando ante un drama que pretende, precisamente, todo lo contrario, conmovernos. Pero, como decía, creo al relato le falta alma, convicción, originalidad, ternura, centrarse más en los personajes y dejar de lado la ambiciosa puesta en escena.

Y, consecuencia de todo ello, es que la película se hace demasiado larga, con muchos momentos en que me costaba mantenerme frente a la pantalla, porque lo que veía no me emocionaba, más allá de algunos pequeños momentos en que, de alguna manera, el director sabía recrearse en un detalle mínimo y ahí sí que parecía cobrar vida el relato. Pero eran momentos muy escasos, que estaban ahí, se diría, casi por casualidad.

Otro detalle que no me gustó demasiado es esa férrea moralidad que recorre la historia y que lleva a Inman a actuar como un monje, por fidelidad a un amor de un beso y tres conversaciones; y que provoca que, antes de tener relaciones íntimas, Ada e Inman concierten una especie de boda que les permita acostarse por vez primera. No es que esté en contra o a favor de ninguna postura concreta, pero la manera del director de plantear estas escenas me pareció innecesaria y un tanto ridícula.

En cuanto al reparto, destacar a Jude Law, un actor que siempre trasmite algo, casi si esfuerzo. En cambio, Nicole Kidman me parece una actriz fría que no te llega. La ves distante, incluso en las escenas de más tensión dramática. Y en una historia conmovedora en su planteamiento, su elección resulta cuestionable. Renée Zellweger tenía un papel muy atractivo, de esos para lucirse. Y por eso mismo no me gustó. No digo que lo hiciera mal, pero su papel me parecía tan forzado que me costaba tomarla en serio. Pasaba un poco lo mismo con el de P. Seymour Hoffman, con un personaje tan excesivo que no terminas de creértelo.

Quizá lo más auténtico de la película sea el mensaje anti belicista que trasmite, no solo por lo devastador de la guerra en el campo de batalla, sino por las consecuencias para la gente que se queda atrás, y más si te toca el bando perdedor. El hambre, el dolor por las pérdidas de los hijos en la guerra y la maldad de los que se aprovechan de las debilidades ajenas son el mensaje que mejor me llegó de toda la historia.

No dudo que a mucha gente le parezca una gran película, y quizá mi crítica sea demasiado personal, pero Cold Mountain me pareció un film pretencioso y poco convincente. Quizá el director deba pensar mejor que quiere trasmitir con sus películas y perder parte de su ambición en post de propuestas más sinceras.

De siete nominaciones, la película finalmente solamente obtuvo un premio, el Oscar a mejor actriz secundaria para Renée Zellweger.

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