El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 1 de agosto de 2018

Sed de venganza



Dirección: George Tillman Jr.
Guión: Joe Gayton y Tony Gayton.
Música: Clint Mansell.
Fotografía: Michael Grady.
Reparto: Dwayne "The Rock" Johnson, Billy Bob Thornton, Carla Gugino, Maggie Grace, Jan Hoag, Oliver Jackson-Cohen, Tom Berenger, Adewale Akinnuoye-Agbaje, Michael Irby.

Tras salir de la cárcel, Driver (Dwayne Johnson) emprende la búsqueda de los implicados, años atrás, en la muerte de su hermano y casi la suya propia.

Sed de venganza (2010) se resume casi, casi en su mismo título. Un ex-presidiario se lanza a cazar a los implicados en la muerte de su hermano tras un robo cometido por ellos años atrás. En apariencia, un título que no promete más que violencia, justificada, eso sí, por esa moral tan especial de Hollywood, que puede poner reparos a una inocente escena de sexo pero que se recrea sin mucho pudor en muertes extremas.

Sin embargo, Sed de venganza guarda un as en la manga. No se limita a crear un somero retrato de los protagonistas y a desatar tiroteos y persecusiones sin número, en un mero ejercicio vacío de efectos especiales y muertes. El guión busca algo más. No se contenta con lo evidente y es por aquí por donde el film se redime de los meros subproductos de corte similar, ofreciendo un poco más que es muy de agradecer.

Para empezar, este thriller contiene una interesante dosis de intriga que nos acompaña desde el principio: está claro que Driver tiene una lista de objetivos que va a ir ejecutando con implacable determinación, pero hay algo que se le escapa: el verdadero cerebro que los engañó y mató a su hermano. Y es un punto interesante, pues sabemos que el relato no estará completo hasta descubrir ese punto esencial. De ahí que la película no sea un mero ejercicio de venganza programada, sino que encierre un elemento de intriga que nos exige algo más.

A la vez, junto a la policía que investiga el caso e intenta detener a Driver, aparece un asesino a sueldo (Oliver Jackson-Cohen) que también persigue a Driver y de nuevo con una nota de misterio: no sabemos quién lo contrató.

Además, el guión no se limita a crear personajes más o menos estereotipados, con unas motivaciones elementales que los guían casi como a marionetas. Hay un intento de profundizar en cada uno de los protagonistas, ahondando en sus miedos, sus debilidades y sus fracasos. Driver, a parte del amor por su hermano, ha tenido una infancia desgraciada y busca una especie de redención que comprendemos que no encontrará. Pero parece no tener otro camino. Solamente al final, en un acto de piedad, será capaz de encontrar en su interior algo de una bondad que parecía muerta hace años.

La figura del policía Slade (Billy Bob Thornton) también contiene tantos puntos negros que nos ofrece otra trama independiente en sí misma. Con un matrimonio roto, enganchado a las drogas y despreciado por sus compañeros, Slade es un náufrago que intenta redimirse ante su familia y en el trabajo. Su labor no es nada sencilla y sus fuerzas parecen al límite. Quizá lo que está de más es esa manía de poner siempre a un policía al que le faltan días para su jubilación. Es un cliché que no termino de comprender, al menos no siempre encaja del todo bien con la historia.

Y tampoco el personaje del asesino a sueldo está libre de sombras. Un hombre aparentemente con todo lo necesario para ser feliz es, en el fondo, un amargado en tratamiento médico, víctima de sus propios fantasmas, que desea cambiar de vida pero parece que lo hace más siguiendo unos impulsos repentinos que fruto de una determinación más poderosa.

Todo ello va configurando un thriller que se escapa del mero film de acción al uso para abrir múltiples puertas que no ofrecen tampoco claras salidas para los protagonistas. Es como si un pasado implacable, como una maldición bíblica, les impidiera cambiar sus vidas, envueltas en un torbellino que puede con ellos.

Quizá el final sea lo más sorprendente. No está mal traído y, si bien contiene unas dosis de improbabilidad elevada, consigue pasar como un desenlace aceptable, lógico dentro de la historia, con ese plus de sorpresa que, en este caso, no nos toma por idiotas y donde el destino, siguiendo, es verdad, una moral muy acusada, termina por ajustar cuentas. Quizá sea demasiado redondo, intentando que no queden cabos sueltos. Pero en general es un final, dentro de lo sorprendente, bastante aceptable.

El reparto, por otro lado, es bastante bueno. La figura de Johnson como vengador implacable me parece de lo más adecuada: su físico contundente no hace más que reforzar esa sed de venganza incontrolada. Y sin duda, la presencia de Billy Bob Thornton, un actor con un carisma especial, es todo un acierto para dar vida a ese policía al límite de todo. Quizá contrasta con la falta de empaque de Oliver Jackson-Cohen, un actor que solo aporta un físico atractivo, pero sin el magnetismo y la fuerza que desprenden sus compañeros.

El director realiza un trabajo correcto, con escenas de acción bastante logradas, pero sin abusar tampoco de ellas, logrando un buen equilibrio entre intriga, venganza pura y dura y ritmo ágil.

En definitiva, un mero pasatiempo que, a pesar de lo evidente de sus pretensiones, intenta aportar algo más de profundidad a la historia y de empaque a los protagonistas.

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