El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

viernes, 31 de agosto de 2018

Gravity



Dirección: Alfonso Cuarón.
Guión: Alfonso Cuarón y Jonás Cuarón.
Música: Steven Price.
Fotografía: Emmanuel Lubezki.
Reparto: Sandra Bullock, George Clooney.

Durante una misión en el transbordador espacial Explorer, y mientras la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) intentaba reparar el telescopio espacial, la destrucción de un satélite ruso provoca una reacción en cadena, provocando una tormenta de desechos que choca contra el Explorer. Solo Ryan y el comandante de la expedición, Matt Kowalski (George Clooney), sobreviven, pero quedan flotando solos en el espacio.

Gravity (2013) es una espectacular odisea en el espacio de Sandra Bullock que nos va a sorprender, específicamente, por las impresionantes imágenes y la asombrosa dirección de Alfonso Cuarón. Un espectáculo visual sorprendente para una aventura muy limitada.

Técnicamente, Gravity nos demuestra el grado de perfección que se puede lograr con la tecnología hoy en día. La película, que transcurre en el espacio, nos ofrece unas imágenes de la tierra bellísimas y el juego con la profundidad de campo, la falta de gravedad y la plasticidad de los movimientos de personas y objetos en ese universo está realmente muy logrado.

Sin embargo, todo ello debe estar al servicio de la historia, no al revés. Y el drama de supervivencia de la doctora Stone y el comandante Kowalski me pareció sin la fuerza suficiente como para arrastrarme con ellos en su lucha por sobrevivir. No quiero decir que las formas se comieron el contenido, pues la puesta en escena es espectacular y se agradece. Pero el fallo de la película es que el guión no supo poner al nivel de los prodigios visuales la parte emocional de la película. La lucha de Stone y Kowalski daba para mucho más que unas frases un tanto estereotipadas y el indispensable drama personal (la muerte de la hija pequeña de Ryan tiempo atrás), que parecen meras muletillas y que no terminan de dar una dimensión poderosa a los protagonistas que sea capaz de meternos en su piel y sufrir su supuesta angustia. Es más, hay un cierto tono como despreocupado en Matt que incluso resta emoción a su situación, como si fuera de lo más habitual quedarse perdidos en el espacio.

Y la prueba de esta falta de intensidad dramática se da cuando Matt decide desengancharse de Ryan. No somos conscientes de la importancia de esa decisión, del dramatismo de ese instante. Podemos creer que Ryan acabará rescatándolo o no. Pero es un momento realmente que importante que transcurre casi como uno más. Y lo mismo se puede decir del regreso de Ryan a la tierra. A parte de parecer del todo inverosímil la manera en que logra entrar en la estación china, con la ayuda de un extintor, un detalle demasiado peliculero y que podría haberse evitado, volvemos a tener la sensación de que no se supo darle toda la intensidad a ese momento. Quizá porque intuimos el final feliz, lo que nos impide vivir la secuencia con más incertidumbre, pero es que volvemos a las reacciones mecánicas, los tópicos y realmente no se siente la angustia por ningún lado, salvo, de nuevo, por las portentosas imágenes.

Capítulo aparte merece la secuencia en que Matt llama a la ventanilla de la cápsula en que viaja Ryan. Si bien finalmente no es más que un pequeño truco narrativo, la secuencia se antoja caprichosa y no ayuda tampoco en mucho a reforzar la carga dramática del relato, casi logra todo lo contrario.

El otro recurso, a parte de la belleza visual de la película, que utiliza Cuarón para intentar insuflar dramatismo a la historia (lo que no dice mucho a su favor) es la machacona banda sonora que acompaña las escenas de peligro. Qué lejos estamos de la elegancia de 2001: Una odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968), donde la banda sonora armonizaba con la belleza plástica de las imágenes. Aquí la música es cansina, pesada y molesta y, lejos de añadir dramatismo, resulta agotadoramente ineficaz.

A pesar de todo lo dicho, Gravity recibió nada menos que diez nominaciones a los Oscars, ganando la asombrosa cantidad de siete estatuillas: mejor director, fotografía, montaje, banda sonora, edición de sonido, mezcla de sonido y efectos visuales. Es decir, técnicamente es un film sorprendente. Es la lacra del cine actual: se ha perdido la sensibilidad para contar buenas historias.

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