El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 16 de agosto de 2018

Luna nueva



Dirección: Howard Hawks.

Guión: Charles Lederer (Teatro: Ben Hecht y Charles MacArthur).

Música: Morris Stoloff.

Fotografía: Joseph Walker.

Reparto: Cary Grant, Rosalind Russell, Ralph Bellamy, John Qualen, Helen Mack, Gene Lockhart, Porter Hall, Ernest Truex, Cliff Edwards, Clarence Kolb, Roscoe Karns, Frank Jenks.

Hildy Johnson (Rosalind Russell), reportera del Morning Post y ex-mujer de su director, Walter Burns (Cary Grant), hace una última visita al periódico para anunciar que se casa y renuncia a su trabajo. Burns intentará "convencerla" de que cambie de idea.

Luna nueva (1940) es la segunda de las cuatro adaptaciones cinematográficas de la pieza de teatro The Front Page de Ben Hecht y Charles MacArthur. En 1931, Lewis Milestone había realizado la primera adaptación, Un gran reportaje y Billy Wilder rodaría Primera Plana (1974), con Walter Matthau y Jack Lemmon, quizá la más conocida de las cuatro versiones. Por último, hasta la fecha, en 1988 el director Ted Kotcheff hizo una nueva adaptación, Interferencias, con Kathleen Turner y Burt Reynolds.

Quizá lo más característico de Luna nueva es que a Howard Hawks le pareció mucho más prometedor cambiar al personaje del periodista que quiere cambiar de vida, que en la obra de teatro era un hombre, por una mujer. Hawks creyó que el cambio, con el añadido de que la protagonista además sería la ex-mujer del director del periódico, añadiría un toque romántico a la intriga y una pequeña guerra de sexos al argumento. Esta variante se recogería después también en Interferencias.

Por lo demás, el resto del argumento nos mete de lleno una comedia disparatada sobre el mundo de la prensa y la política donde no se deja a nada ni a nadie en pie. De ahí la curiosa advertencia inicial en la que se asegura que lo que se va a contar ocurrió en la época oscura del periodismo, cuando por una noticia un reportero era capaz de todo; algo que, se aclara, ya no sucede en la actualidad. Explicación un tanto absurda e innecesaria, pero justificada por la imagen que se da en el film de esa profesión: mentiras, manipulación de la verdad, vida miserable sin futuro claro, horas de trabajo ingrato y falta total de ética. No queda un solo aspecto de la profesión sin demoler.

Pero el mundo de la política no va a salir tampoco bien librado. El shérif local y el alcalde quieren ahorcar a un pobre hombre, sin importarles lo más mínimo si es inocente o no, sólo para ganar las elecciones, y también están dispuestos a eliminar cualquier obstáculo que pueda impedir su reelección, lo que les lleva a intentar sobornar al funcionario que les quiere entregar el indulto firmado por el gobernador.

Pero en medio de tantas críticas demoledoras, no menos punzantes por tratarse de una comedia, la historia también tiene momentos conmovedores, como es la relación entre el condenado (John Qualen) y la única persona que se apiada de él, Mollie Malloy (Helen Mack), la cuál, desesperada ante las mentiras y la falta de compasión de los periodistas e intentando salvar al reo de la horca, se tira por la ventana en un intento de suicidio redentor. A pesar de estar en medio de una comedia disparatada y de que Mollie no muere, la escena es demoledora.

Debido al origen teatral de la película, la acción transcurre casi por completo en una sala de prensa. La base de la película son, por lo tanto, los diálogos, cuya agilidad, velocidad, confusión y atropello están calculadas al milímetro. Hawks quería que parecieran lo más auténticos posible, de ahí esa cuidada puesta en escena, con los teléfonos sonando a la vez que se habla alocadamente, conversaciones que se solapan, personajes entrando y saliendo... Al final, el director consigue no solo ese aire de autenticidad, sino que también dinamiza la acción de manera que la película, con mínimos escenarios y escasos movimientos de cámara, tiene una agilidad endiablada y se pasa en un suspiro.

Una pieza fundamental para que todo este engranaje funcione de maravilla es la presencia al frente del reparto de Cary Grant, un galán único en la historia del cine y que donde mejor funcionaba era en este tipo de comedias, donde sabía dar el tipo sin perder jamás esa dignidad y ese porte elegante marca de la casa. La sorpresa aquí es el gran trabajo también de Rosalind Russell, que alcanzó la fama con esta película, sin duda la mejor de su carrera.

En dura pugna con Primera plana para llevarse el mérito como la mejor versión cinematográfica de The Front Page, Howard Hawks logró con esta película uno de sus mejores trabajos, quedando para la historia como un magnífico ejemplo de la llamada screwball comedy.

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