Dirección: Denys Arcand.
Guión: Denys Arcand.
Música: Mathieu Lussier y Louis Dufort.
Fotografía: Van Royko.
Reparto: Alexandre Landry, Maripier Morin, Rémy Girard, Louis Morissette, Maxim Roy, Pierre Curzi, Vincent Leclerc, Patrick Émmanuel Abellard, Florence Longpré, Eddy King.
Pierre-Paul (Alexandre Landry) es un doctor en filosofía desengañado que trabaja como repartidor. Un día es testigo de un atraco que termina en tragedia y tiene la posibilidad de hacerse con el botín del mismo: muchos millones de dólares canadienses.
La caída del imperio americano (2018) es una comedia escrita y dirigida por el quebequés Denys Arcand donde vuelve a los temas que le preocupan: la sociedad actual, la burguesía o las relaciones humanas, que había explorado en dos de sus obras más reconocidas: El declive del imperio americano (1986) y su continuación, Las invasiones bárbaras (2003).
En esta ocasión, Arcand nos cuenta una historia que gira en torno a Pierre-Paul, un joven inteligente con problemas para relacionarse con los demás, salvo con los mendigos y los vagabundos y que, de repente, consigue una cantidad desorbitante de dinero que le puede cambiar al vida. A pesar de su inteligencia, o precisamente a causa de ello, Pierre-Paul es el fondo una persona muy ingenua y ello lo convierte en un personaje atractivo con el que empatizamos de inmediato.
Y es ese dinero, conseguido ilícitamente, lo que motiva el desarrollo de toda una serie de acontecimientos y encuentros en los que el director critica sin tapujos la sociedad capitalista, sus contradicciones, el juego de las apariencias, las relaciones sociales y todo cuanto se ponga a su alcance. La idea subyacente es que nada es lo que parece ser y que las personas más genuinas a veces son las que la sociedad bienpensante precisamente deja de lado.
La caída del imperio americano no es tampoco un film dogmático; Arcand no nos ofrece una fórmula mágica que solucione los problemas que plantea, tampoco tiene un discurso moralizador, como que el protagonista devuelva el dinero robado, por ejemplo. Es evidente que el director no pretende mostrar un camino, sencillamente expone diversas situaciones donde toma partido por los desfavorecidos, los marginales, en contra de un sistema corrupto y sin solución. Solo queda buscarse la vida al margen, engañarlo e intentar ser feliz. Y para ello, el dinero ayuda, claro, pero sobre todo el mensaje incide en la honestidad, el amor y la compasión.
En cuanto a la realización, Denys Arcand arranca con fuerza el relato que mezcla con inteligencia su vertiente más intimista y profunda con un desarrollo conciso y no exento de ritmo. Sobre todo la primera mitad de la película resulta apasionante, en parte por lo original del planteamiento y en parte por lo impredecible del desenlace. Además, el reparto consigue resultar atractivo y cercano, especialmente los tres protagonistas principales (Alexandre Landry, Maripier Morin y Rémy Girard), lo que hace mucho más cercanas sus aventuras, pues desde el primer momento nos sentimos próximos a ellos.
Sin embargo, conforme avanza la historia, el ritmo decae en una serie de secuencias que alargan demasiado el desarrollo, provocando cierto marasmo en la parte final, que es cuando deberíamos encontrarnos los mejores momentos de la historia. No es nada tan serio como para arruinar una experiencia gratificante, pero penaliza un poco la satisfacción global. En todo caso, creo que es una comedia original, simpática, inteligente y muy recomendable.