El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 7 de enero de 2012

¡Bienvenido, Míster Marshall!




Dirección: Luís García Berlanga.
Guión: Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y Luís García Berlanga.
Música: Jesús García Leoz.
Fotografía: Manuel Berenguer.
Reparto: Pepe Isbert, Lolita Sevilla, Manolo Morán, Alberto Romea, Elvira Quintilla, Luís Pérez de León, Félix Fernández, Fernando Aguirre, Joaquín Roa.

Título mítico del cine patrio, ¡Bienvenido, Mister Marshall! (1953) es la primera película en solitario de su realizador y, seguramente, la mejor de su dilatada carrera.

Villar del Río es un pequeño pueblo castellano, olvidado y tranquilo, en el que nunca pasa nada excepcional. Pero un día todo va a cambiar de repente, cuando un delegado del gobierno se presenta en el pueblo para anunciarles la llegada de una delegación del Plan Marshall. De la noche a la mañana, todo el pueblo se revoluciona imaginando los regalos que pueden recibir del amigo americano.

¡Bienvenido, Míster Marshall! cuenta con un muy buen guión de Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y el propio Berlanga que sabe explotar en clave de humor las miserias nacionales de la época. Sorprende que la película lograra pasar los filtros de la censura, pues bajo ese humor casposo y castizo se esconde una mirada crítica y certera del atraso de España en aquella interminable postguerra.

Tal vez ayudara a pasar la censura el tono de cuento que se emplea, con la voz en off de Fernando Rey como maestro de ceremonias, presentando a los habitantes del pueblo: el alcalde, el cura, el boticario, la maestra...; todos ellos más o menos bonachones, inocentes, soñadores y defensores, como el cura y el hidalgo arruinado, de los valores patrios. Pero esa defensa resulta ridícula al contemplar la miseria del pueblo, la ignorancia y el nulo futuro que se cierne sobre los habitantes de Villar del Río, prototipo de la España rural y atrasada de la época. Las peticiones que formulan los vecinos para presentar a los americanos son, dentro de su modesta comicidad, síntoma de las carencias y las escasas ambiciones de un pueblo analfabeto orgulloso, por cierto, de sus señas de identidad: el flamenco y los toros, Andalucía como enseña de lo castizo y del pasado que nos ancla al atraso y la ignorancia.

Pero la historia está enfocada desde el punto de vista de la comedia. Por ello, un film potencialmente devastador y deprimente no hace más que sacarnos unas buenas carcajadas gracias a un guión muy certero que sabe explotar nuestros defectos y carencias como fuente de un humor amable, tierno y conmovedor. Al fin y al cabo, el pueblo hambriento e ignorante no era más que una víctima del régimen y de su historia.

Los diálogos, los personajes y las situaciones están muy bien trabajados y además la película cuenta con un reparto excelente, encabezado por el gran José Isbert, que parece que en todas las películas no hacía más que de sí mismo, pero lograba siempre un resultado sobresaliente, y por Manolo Morán, para mí el mejor de la película, no sólo por su actuación espectacular, sino por encarnar al personaje más divertido de la película: el feriante charlatán y embaucador pero que, en consonancia con el tono general de la historia, no es un estafador, sino un botarate inocente y bienintencionado.

Muchos son los momentos inolvidables de la película. Yo me quedaría con el discurso a medias del alcalde y Manolo desde el balcón del ayuntamiento, las explicaciones de la cantante Carmen Vargas (Lolita Sevilla) y Manolo al alcalde y especialmente el sueño del propio alcalde, con los soberbios diálogos en "inglés". Aunque si algo resume perfectamente la historia y su profundo significado, esa sería la canción de bienvenida a los americanos, con una letra impagable ("Americanos, vienen a España gordos y sanos...").

Ácida y tierna a la vez, ese retrato de la España profunda, aislada y miserable; esa crítica a la ayuda americana que pasa de largo por nuestro país; el recurso a los tópicos más rancios y el dibujo de unas fuerzas vivas que prolongaban nuestro atraso hacen de esta película una de las más sólidas creaciones de la filmografía nacional. Los años pasados desde su estreno y su puesto aún intocable en la cima del cine español no hacen más que incidir en la escasa producción nacional en términos de calidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario