Guión: Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y Luís García Berlanga.
Música: Jesús García Leoz.
Fotografía: Manuel Berenguer.
Reparto: Pepe Isbert, Lolita Sevilla, Manolo Morán, Alberto Romea, Elvira Quintilla, Luís Pérez de León, Félix Fernández, Fernando Aguirre, Joaquín Roa.
Título mítico del cine patrio, ¡Bienvenido, Mister Marshall! (1953) es la primera película en solitario de su realizador y, seguramente, la mejor de su dilatada carrera.
Villar del Río es un pequeño pueblo castellano, olvidado y tranquilo, en el que nunca pasa nada excepcional. Pero un día todo va a cambiar de repente, cuando un delegado del gobierno se presenta en el pueblo para anunciarles la llegada de una delegación del Plan Marshall. De la noche a la mañana, todo el pueblo se revoluciona imaginando los regalos que pueden recibir del amigo americano.
¡Bienvenido, Míster Marshall! cuenta con un muy buen guión de Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y el propio Berlanga que sabe explotar en clave de humor las miserias nacionales de la época. Sorprende que la película lograra pasar los filtros de la censura, pues bajo ese humor casposo y castizo se esconde una mirada crítica y certera del atraso de España en aquella interminable postguerra.
Tal vez ayudara a pasar la censura el tono de cuento que se emplea, con la voz en off de Fernando Rey como maestro de ceremonias, presentando a los habitantes del pueblo: el alcalde, el cura, el boticario, la maestra...; todos ellos más o menos bonachones, inocentes, soñadores y defensores, como el cura y el hidalgo arruinado, de los valores patrios. Pero esa defensa resulta ridícula al contemplar la miseria del pueblo, la ignorancia y el nulo futuro que se cierne sobre los habitantes de Villar del Río, prototipo de la España rural y atrasada de la época. Las peticiones que formulan los vecinos para presentar a los americanos son, dentro de su modesta comicidad, síntoma de las carencias y las escasas ambiciones de un pueblo analfabeto orgulloso, por cierto, de sus señas de identidad: el flamenco y los toros, Andalucía como enseña de lo castizo y del pasado que nos ancla al atraso y la ignorancia.
Pero la historia está enfocada desde el punto de vista de la comedia. Por ello, un film potencialmente devastador y deprimente no hace más que sacarnos unas buenas carcajadas gracias a un guión muy certero que sabe explotar nuestros defectos y carencias como fuente de un humor amable, tierno y conmovedor. Al fin y al cabo, el pueblo hambriento e ignorante no era más que una víctima del régimen y de su historia.
Los diálogos, los personajes y las situaciones están muy bien trabajados y además la película cuenta con un reparto excelente, encabezado por el gran José Isbert, que parece que en todas las películas no hacía más que de sí mismo, pero lograba siempre un resultado sobresaliente, y por Manolo Morán, para mí el mejor de la película, no sólo por su actuación espectacular, sino por encarnar al personaje más divertido de la película: el feriante charlatán y embaucador pero que, en consonancia con el tono general de la historia, no es un estafador, sino un botarate inocente y bienintencionado.
Muchos son los momentos inolvidables de la película. Yo me quedaría con el discurso a medias del alcalde y Manolo desde el balcón del ayuntamiento, las explicaciones de la cantante Carmen Vargas (Lolita Sevilla) y Manolo al alcalde y especialmente el sueño del propio alcalde, con los soberbios diálogos en "inglés". Aunque si algo resume perfectamente la historia y su profundo significado, esa sería la canción de bienvenida a los americanos, con una letra impagable ("Americanos, vienen a España gordos y sanos...").
Ácida y tierna a la vez, ese retrato de la España profunda, aislada y miserable; esa crítica a la ayuda americana que pasa de largo por nuestro país; el recurso a los tópicos más rancios y el dibujo de unas fuerzas vivas que prolongaban nuestro atraso hacen de esta película una de las más sólidas creaciones de la filmografía nacional. Los años pasados desde su estreno y su puesto aún intocable en la cima del cine español no hacen más que incidir en la escasa producción nacional en términos de calidad.
Título mítico del cine patrio, ¡Bienvenido, Mister Marshall! (1953) es la primera película en solitario de su realizador y, seguramente, la mejor de su dilatada carrera.
Villar del Río es un pequeño pueblo castellano, olvidado y tranquilo, en el que nunca pasa nada excepcional. Pero un día todo va a cambiar de repente, cuando un delegado del gobierno se presenta en el pueblo para anunciarles la llegada de una delegación del Plan Marshall. De la noche a la mañana, todo el pueblo se revoluciona imaginando los regalos que pueden recibir del amigo americano.
¡Bienvenido, Míster Marshall! cuenta con un muy buen guión de Juan Antonio Bardem, Miguel Mihura y el propio Berlanga que sabe explotar en clave de humor las miserias nacionales de la época. Sorprende que la película lograra pasar los filtros de la censura, pues bajo ese humor casposo y castizo se esconde una mirada crítica y certera del atraso de España en aquella interminable postguerra.
Tal vez ayudara a pasar la censura el tono de cuento que se emplea, con la voz en off de Fernando Rey como maestro de ceremonias, presentando a los habitantes del pueblo: el alcalde, el cura, el boticario, la maestra...; todos ellos más o menos bonachones, inocentes, soñadores y defensores, como el cura y el hidalgo arruinado, de los valores patrios. Pero esa defensa resulta ridícula al contemplar la miseria del pueblo, la ignorancia y el nulo futuro que se cierne sobre los habitantes de Villar del Río, prototipo de la España rural y atrasada de la época. Las peticiones que formulan los vecinos para presentar a los americanos son, dentro de su modesta comicidad, síntoma de las carencias y las escasas ambiciones de un pueblo analfabeto orgulloso, por cierto, de sus señas de identidad: el flamenco y los toros, Andalucía como enseña de lo castizo y del pasado que nos ancla al atraso y la ignorancia.
Pero la historia está enfocada desde el punto de vista de la comedia. Por ello, un film potencialmente devastador y deprimente no hace más que sacarnos unas buenas carcajadas gracias a un guión muy certero que sabe explotar nuestros defectos y carencias como fuente de un humor amable, tierno y conmovedor. Al fin y al cabo, el pueblo hambriento e ignorante no era más que una víctima del régimen y de su historia.
Los diálogos, los personajes y las situaciones están muy bien trabajados y además la película cuenta con un reparto excelente, encabezado por el gran José Isbert, que parece que en todas las películas no hacía más que de sí mismo, pero lograba siempre un resultado sobresaliente, y por Manolo Morán, para mí el mejor de la película, no sólo por su actuación espectacular, sino por encarnar al personaje más divertido de la película: el feriante charlatán y embaucador pero que, en consonancia con el tono general de la historia, no es un estafador, sino un botarate inocente y bienintencionado.
Muchos son los momentos inolvidables de la película. Yo me quedaría con el discurso a medias del alcalde y Manolo desde el balcón del ayuntamiento, las explicaciones de la cantante Carmen Vargas (Lolita Sevilla) y Manolo al alcalde y especialmente el sueño del propio alcalde, con los soberbios diálogos en "inglés". Aunque si algo resume perfectamente la historia y su profundo significado, esa sería la canción de bienvenida a los americanos, con una letra impagable ("Americanos, vienen a España gordos y sanos...").
Ácida y tierna a la vez, ese retrato de la España profunda, aislada y miserable; esa crítica a la ayuda americana que pasa de largo por nuestro país; el recurso a los tópicos más rancios y el dibujo de unas fuerzas vivas que prolongaban nuestro atraso hacen de esta película una de las más sólidas creaciones de la filmografía nacional. Los años pasados desde su estreno y su puesto aún intocable en la cima del cine español no hacen más que incidir en la escasa producción nacional en términos de calidad.
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