Dirección: Roger Donaldson.
Guión: Robert Garland (Novela: Kenneth Fearing).
Música: Maurice Jarre.
Fotografía: John Alcott y Alun Bollinger.
Reparto: Kevin Costner, Sean Young, Gene Hackman, Will Patton, George Dzundza, Howard Duff.
No hay salida (1987) es en realidad un remake de la película El reloj asesino (John Farrow, 1948), interpretada por Ray Milland. Ambas están basadas en la novela negra de Kenneth Fearing The big Clock, aunque en esta ocasión Donaldson decide ambientar la acción en el Pentágono.
El Secretario de Defensa, David Brice (Gene Hackman), mata accidentalmente a su amante Susan (Sean Young) en un arrebato de celos. Para encubrir a su jefe, su fiel ayudante Scott Pritchard (Will Patton) decide inventarse a un culpable y escoge a Yuri, un supuesto espía ruso del que se lleva algunos años hablando, aunque no hay prueba alguna de su existencia, por lo que se cree que no es más que una invención. El comandante Tom Farrell (Kevin Costner), amante también deSusan, es el encargado de dirigir una investigación que lleva directamente a inculparlo a él.
No hay salida es un mero pasatiempo, un simple entretenimiento que mezcla el suspense con la intriga política. Sin embargo, se trata de una película muy bien construida, interesante y cautivadora por momentos, y que sabe mantener la emoción en cuanto arranca la investigación en busca del asesino, tras la más insustancial introducción. Y ello es posible gracias a un guión muy inteligente que, aunque no está exento de un giro efectista final, sabe crear una historia verosímil y que va ganando intensidad a medida que pasan los minutos.
Precisamente, muchas veces los films de este tipo se desmoronan en cuanto descubrimos que hemos sido víctimas de un engaño premeditado por parte de los guionistas. Pero en No hay salida, a pesar del detalle final al que aludía antes, no tenemos esa impresión. Y eso es porque la historia se mantiene en pie, resulta creíble y además está perfectamente planteada, de manera que las casualidades del guión nos resultan aceptables y lógicas.
El principal acierto del guión es situar al encargado de la investigación como la víctima precisamente de la encuesta. Siendo inocente, será acusado del crimen en cuanto sea identificado por los testigos o por una foto encontrada en el escenario del crimen. La figura del inocente atrapado por las circunstancias está aquí perfectamente definida y la historia consigue que nos impliquemos con él en una carrera desesperada hacia no se sabe dónde para evitar ser acusado. Lástima, sin embargo, que Kevin Costner no resulte del todo convincente por culpa de una actuación sosa y sin alma. Es quizá uno de los pocos puntos débiles de un reparto bastante sólido, con la presencia de un siempre convincente Gene Hackman y la agradable sorpresa de Will Patton, la figura sin duda más interesante de todas. Patton encarna a un leal ayudante dispuesto a todo por encubrir a su jefe. Es, además, homosexual, lo que lleva a que planee la sopecha de que hay cierta pasión personal en el origen de sus desvelos, pero sin que se aluda a ello explícitamente, lo cuál es sin duda un detalle sumamente interesante e inteligente. Remata el reparto la elegante Sean Young, una actriz no del todo aprovechada por Hollywood y recordada por haber encarnado maravillosamente a la replicante Rachael de Blade Runner (Ridley Scott, 1982).
Es cierto que por momentos la historia puede resultar algo confusa o que seguramente, bien analizada, la trama tenga bastante de improbable, pero en general el tema está muy bien llevado y la segunda parte del film va ganando en intensidad de manera constante hasta un desenlace explosivo. El resultado, la primera vez que uno ve la película, es un film que te va atrapando lentamente y te mantiene en tensión hasta el último minuto. Buena parte de culpa hay que atribuirla a Donaldson, que sabe centrarse en lo básico de la historia, manteniendo el interés con una dirección sencilla al servicio de la intriga.
Sin duda, se trata de una de las mejores películas de intriga de su época. Una historia que, sin dejar de ser comercial y un mero pasatiempo, logra con creces hacernos pasar un buen rato de entretenimiento sano y con la agradable sensación de haber disfrutado de un buen argumento.
El Secretario de Defensa, David Brice (Gene Hackman), mata accidentalmente a su amante Susan (Sean Young) en un arrebato de celos. Para encubrir a su jefe, su fiel ayudante Scott Pritchard (Will Patton) decide inventarse a un culpable y escoge a Yuri, un supuesto espía ruso del que se lleva algunos años hablando, aunque no hay prueba alguna de su existencia, por lo que se cree que no es más que una invención. El comandante Tom Farrell (Kevin Costner), amante también deSusan, es el encargado de dirigir una investigación que lleva directamente a inculparlo a él.
No hay salida es un mero pasatiempo, un simple entretenimiento que mezcla el suspense con la intriga política. Sin embargo, se trata de una película muy bien construida, interesante y cautivadora por momentos, y que sabe mantener la emoción en cuanto arranca la investigación en busca del asesino, tras la más insustancial introducción. Y ello es posible gracias a un guión muy inteligente que, aunque no está exento de un giro efectista final, sabe crear una historia verosímil y que va ganando intensidad a medida que pasan los minutos.
Precisamente, muchas veces los films de este tipo se desmoronan en cuanto descubrimos que hemos sido víctimas de un engaño premeditado por parte de los guionistas. Pero en No hay salida, a pesar del detalle final al que aludía antes, no tenemos esa impresión. Y eso es porque la historia se mantiene en pie, resulta creíble y además está perfectamente planteada, de manera que las casualidades del guión nos resultan aceptables y lógicas.
El principal acierto del guión es situar al encargado de la investigación como la víctima precisamente de la encuesta. Siendo inocente, será acusado del crimen en cuanto sea identificado por los testigos o por una foto encontrada en el escenario del crimen. La figura del inocente atrapado por las circunstancias está aquí perfectamente definida y la historia consigue que nos impliquemos con él en una carrera desesperada hacia no se sabe dónde para evitar ser acusado. Lástima, sin embargo, que Kevin Costner no resulte del todo convincente por culpa de una actuación sosa y sin alma. Es quizá uno de los pocos puntos débiles de un reparto bastante sólido, con la presencia de un siempre convincente Gene Hackman y la agradable sorpresa de Will Patton, la figura sin duda más interesante de todas. Patton encarna a un leal ayudante dispuesto a todo por encubrir a su jefe. Es, además, homosexual, lo que lleva a que planee la sopecha de que hay cierta pasión personal en el origen de sus desvelos, pero sin que se aluda a ello explícitamente, lo cuál es sin duda un detalle sumamente interesante e inteligente. Remata el reparto la elegante Sean Young, una actriz no del todo aprovechada por Hollywood y recordada por haber encarnado maravillosamente a la replicante Rachael de Blade Runner (Ridley Scott, 1982).
Es cierto que por momentos la historia puede resultar algo confusa o que seguramente, bien analizada, la trama tenga bastante de improbable, pero en general el tema está muy bien llevado y la segunda parte del film va ganando en intensidad de manera constante hasta un desenlace explosivo. El resultado, la primera vez que uno ve la película, es un film que te va atrapando lentamente y te mantiene en tensión hasta el último minuto. Buena parte de culpa hay que atribuirla a Donaldson, que sabe centrarse en lo básico de la historia, manteniendo el interés con una dirección sencilla al servicio de la intriga.
Sin duda, se trata de una de las mejores películas de intriga de su época. Una historia que, sin dejar de ser comercial y un mero pasatiempo, logra con creces hacernos pasar un buen rato de entretenimiento sano y con la agradable sensación de haber disfrutado de un buen argumento.
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