El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 14 de enero de 2012

Reservoir Dogs



Debut de Quentin Tarantino como realizador, Reservoir Dogs (1992) se planteó inicialmente con un presupuesto muy modesto, pero llegó luego al millón de dólares al participar Harvey Keitel en la producción del mismo, y supuso toda una sorpresa en su estreno por su concepción, su original montaje, su estética y su violencia, ubicando a su director al instante en el panorama cinematográfico.

Joe Cabot (Lawrence Tierney), un veterano delincuente, organiza un atraco a una joyería reuniendo a un grupo de individuos que no se conocen entre sí y a los que bautiza con nombres de colores para que nadie pueda saber nada del otro. Pero el atraco sale mal y un trabajo que debía ser rápido y limpio deriva en un tiroteo con numerosas víctimas.

El mérito de Quentin Tarantino es innegable: ha logrado hacerse un nombre en el cine sencillamente con un par de películas, ésta y la siguiente de su carrera, Pulp Fiction (1994), algo al alcance de muy pocos. Sus películas son fácilmente reconocibles, como las de Woody Allen, por poner un ejemplo; ha sabido dejar sus señas de identidad en cada film suyo: violencia, diálogos poderosos y descarados, unas bandas sonoras atractivas... Todo ello ha creado una legión de adeptos incondicionales, tan frikis como el propio director, que a veces reparan sólo en lo accesorio de sus películas, como el números de palabrotas o los litros de sangre. Quizá en ello esté la clave de las películas de Tarantino, pero creo que el análisis debe centrarse en otros aspectos.

Para empezar, hay que reconocer el mérito de Tarantino con un guión sobre un tema muy visto en el cine, como el de un atraco, al que el director sabe dar un enfoque original. Aunque más que el guión en sí, que tampoco contiene nada especialmente novedoso, el mérito del realizador reside en la manera de contarlo. Ya están presentes aquí muchas de las señas de identidad de Tarantino, fanático del vídeo, de donde proceden esos gustos tan eclécticos referentes al cine o la música. De hecho, Reservoir Dogs es un tributo constante a la música de los años setenta, que empieza ya en la primera secuencia y la discusión sobre el significado de "Like a Virgin" de Madonna (explicación de Tarantino que no debemos tomarnos en serio).

Pero centrándonos en las señas de identidad de Tarantino, tenemos en primer lugar, la violencia. Si bien es verdad que este film es violento, no contiene sin embargo escenas realmente explícitas, salvo la tortura del policía, donde tampoco se recrea demasiado el director con los detalles. Sí que está generoso con el tema de la sangre, una característica recurrente en su obra, pero la violencia del film está más en los diálogos y lo que se cuenta del atraco fallido, que se describe como una carnicería pero del cuál no llegamos a ver más que la huída del señor Naranja y el señor Blanco.

Los diálogos son otros de los elementos que identifican a Tarantino. Suelen ser largos, atropellados, violentos con frecuencia, plagados de tacos, detallistas hasta lo maniático... El mejor ejemplo lo tenemos en el arranque de la película y esa conversación sobre Madonna. Es una secuencia demasiado larga y que no afecta realmente al desarrollo de la película. Podríamos suprimirla y no pasaría nada. Pero es una de las señas de identidad de Tarantino: llenar sus películas de diálogos banales que, sin embargo, nos meten en situación y sirven para dar un aire de normalidad a unos individuos sanguinarios y violentos que, fuera de su "trabajo", se comportan como la mayoría de los mortales, discutiendo incluso por una mísera propina. Y también esta conversación sirve para mostrarnos otra de sus manías o de sus gustos: el amor por la música, presente a lo largo de todas sus películas.

El tercer elemento importante sería el montaje. Tarantino evita un desarrollo cronológico normal y salta de la conversación sobre Madonna al desenlace del atraco de golpe. Este planteamiento es brillante en su concepción y también en su desarrollo. Tarantino nos engancha así a la película desde el primer rollo y nos va desvelando lentamente todo lo que ha sucedido entre esos dos momentos e incluso antes. Es una elección interesante que dinamiza la historia y nos fuerza a una participación más activa, para que vayamos encajando las piezas un tanto revueltas de la historia.

El cuarto elemento estaría en la estética visual. Amante de la cultura Pop, Tarantino muestra un cuidado meticuloso por la estétita de sus películas: decorados, luces, vestuario. En este caso, el elemento más llamativo y una de las señas de identidad de la película, son los trajes negros con corbatas estrechas de los atracadores, vestidos más para dar un concierto en los sesenta que para un atraco.

Reconocidos los méritos y los aciertos de la película, hemos de ocuparnos también de sus defectos. Porque Reservoir Dogs es, como hemos visto, un buen ejercicio de estilo, un producto muy bien presentado, con un embalaje cuidado, llamativo y muy del gusto actual. Pero ¿qué contiene? En esencia, muy poca cosa. Se trata de una simple película sobre un atraco fallido que se recrea en lo accesorio hasta convertirlo en lo primordial, en lo único. No conocemos nada de los atracadores, de sus vidas, sus deseos, su pasado o sus aspiraciones de futuro. Son personajes de cartón piedra, con rasgos pintados con brocha gorda. A Tanrantino no le interesa la psicología o el drama personal. Es un dibujante de formas y en ellas se recrea. Esto puede llegar a cansar, hacer que la película se haga a veces algo lenta, al extenderse demasiado en algunas secuencias por el mero placer estético. Personalmente, creo que a la película le sobra algo de metraje.

En lo que sí que logra un acierto pleno es con el reparto, prácticamente masculino en su totalidad, y donde todos los protagonistas logran unas interpretaciones soberbias.

Así pues Reservoir Dogs es un film de una originalidad manifiesta donde el debutante Tarantino logra plasmar sus gustos personales con acierto, creando un universo visual poderoso y muy reconocible y con el añadido de saber convertir lo accesorio en el verdadero protagonista de la película, con el mérito y las limitaciones que ello conlleva.

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