El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 26 de diciembre de 2024

Luces rojas



Dirección: Rodrigo Cortés.

Guión: Rodrigo Cortés.

Música: Víctor Reyes.

Fotografía: Xavi Giménez.

Reparto: Cillian Murphy, Sigourney Weaver, Robert De Niro, Toby Jones, Joely Richardson, Elizabeth Olsen, Craig Roberts, Adriane Lenox, Leonardo Sbaraglia. 

La doctora Margaret Matheson (Sigourney Weaver), con la ayuda del doctor Tomas Buckley (Cillian Murphy), se dedica a investigar fraudes en fenómenos paranormales. La doctora nunca dio con un caso auténtico, si bien tuvo una experiencia dolorosa al enfrentarse en el pasado a Simon Silver (Robert De Niro), un hombre que afirma tener poderes sobrenaturales. Ahora, tras mucho tiempo retirado, Silver regresa a escena.

Luces rojas (2012) es un thriller realmente original por el tema que trata: los engaños y manipulaciones que se esconden detrás de supuestos sucesos paranormales. Entiendo que se trata de un mero entretenimiento cuya finalidad es crear misterio y tensión para llevar al espectador al límite, con los trucos habituales del cine, pero al final echo de menos un enfoque menos efectista, pues el material daba para una intriga enfocada de un modo más serio y más respetuoso.

El principal reproche pues que le hago a Luces rojas es que el director y guionista de la misma decide tomar el camino del espectáculo puro y duro, sin importarle cualquier incoherencia o los abundantes excesos en que cae con tal de llevar el relato al clímax final, con la teatral y en cierta medida cómica escena del enfrentamiento entre Tomas Buckley y Simon Silver en el teatro. Es evidente que Rodrigo Cortés no pretendía crear una escena graciosa, pero se le va tanto la mano buscando impactarnos cueste lo que cueste que es inevitable reírse de sus desmanes. 

Porque en el fondo, es el guión por donde más flojea la cinta, pretenciosa cuando el planteamiento no lo es, buscando seriedad en un enfoque meramente cinematográfico y dejando de lado lo simple para caer en un relato confuso y mal resuelto en el desenlace, que debería ser el punto fuerte y al final es lo menos conseguido de todo, pues Cortés elige el camino fácil del final tramposo, con el que intentar descolocarnos, impactarnos, pero a estas alturas, ya muy curtidos en trucos similares, mi sensación es más de tomadura de pelo que otra cosa. La sangre, la lluvia, Tomas cojeando, el discurso con aires trascendentes... pura teatralidad vacía, fuegos artificiales para espectadores en pañales.

Y lo triste es que la puesta en escena es muy buena y el director logra pequeñas secuencias con fuerza, que nos crean la tensión y las dudas necesarias para seguir con cierto interés la historia. Además, se logra reunir a un reparto convincente donde la sola presencia de Robert De Niro y de Sigourney Weaver son suficientes para atraer nuestra atención. La producción es, pues, impecable, pero el enfoque peliculero, la clara obsesión del director por forzar las situaciones en busca de un drama que siempre suena a artificial, acaban por penalizar el resultado, convirtiendo Luces rojas en algo que es imposible tomar en serio.

lunes, 23 de diciembre de 2024

Niágara



Dirección: Henry Hathaway.

Guión: Charles Brackett, Walter Reisch y Richard Breen.

Música: Sol Kaplan.

Fotografía: Joseph MacDonald.

Reparto: Marilyn Monroe, Joseph Cotten, Jean Peters, Max Showalter (como Casey Adams), Denis O´Dea, Richard Allan, Don Wilson, Lurene Tuttle, Russell Collins, Will Wright. 

Polly (Jean Peters) y Ray Cutler (Max Showalter) llegan a las Cataratas del Niágara para pasar su luna de miel. Allí conocen a Rose (Marilyn Monroe), una atractiva mujer, casada con George Loomis (Joseph Cotten), un hombre atormentado por las secuelas de la Guerra de Corea y unos celos incontrolados.

Niágara (1953) es un curioso film negro, en parte por estar filmado en color, y supuso el primer papel relevante para Marilyn Monroe, que alcanzaría el estrellato por esta película y las dos que se estrenarían también en ese mismo año: Los caballeros las prefieren rubias (Howard Hawks) y Cómo casarse con un millonario (Jean Negulesco).

Marilyn ya apuntaba maneras hasta ese momento, con algún escándalo a cuestas, pero en Niágara, con sus atrevidas escenas con vestidos ajustados, su peinado y maquillaje que se volverían sus señas de identidad y algunas tomas en las que solo se cubre con una toalla, explotó conveniente y convincentemente todo su atractivo sexual. Es cierto que el paso de los años puede restar explosividad en la actualidad a la presencia de la actriz, pero incluso a día de hoy sus apariciones en pantalla son impactantes, con lo que no es complicado suponer lo que significaron en el momento del estreno de la película. De hecho, siendo sincero, creo que la vigencia y relevancia de Niágara a día de hoy solo se explica por la figura de Marilyn Monroe y a la vez es un ejemplo perfecto del poder de seducción de una actriz irrepetible.

Porque, si estudiamos a fondo la cinta, encuentro que es como si a la película le hubieran amputado la primera parte, donde debería ahondarse en la personalidad del matrimonio Loomis. Sin embargo, el guión omite deliberadamente toda esa parte, con lo que el matrimonio protagonista se queda un tanto en penumbra. Se puede argumentar que ello tampoco es imprescindible, pero creo que el haber dedicado algo de tiempo a desarrollar los personajes habría enriquecido el drama.

En todo caso, Niágara presenta de manera condensada a un matrimonio atormentado y tremendamente inestable, donde George no logra superar sus traumas de guerra y es víctima de unos celos devastadores. Sus cambios de humor y su inestable equilibrio emocional nos hablan de una persona enferma incapaz de comportarse con normalidad, algo en lo que tiene mucha culpa su esposa Rose, una mujer fatal de libro: sensual, promiscua, manipuladora, mentirosa y cruel. Al lado de los Loomis, el matrimonio Cutler, que representa la absoluta normalidad, en un sentido no muy positivo, queda como un mero espectador atónito del enfrentamiento de sus vecinos.

Henry Hathaway lleva el desarrollo con elegancia, si bien se muestra tibio en los momentos cruciales, seguramente por la sensibilidad de la época, que prefería la elipsis que caer en lo más explícito. En todo caso, creo que a la película le falta algo más de fuerza y de tensión, siendo además bastante predecible en su desarrollo y con algunos momentos que resultan bastante forzados o, tal vez, de cierta ingenuidad.

Con sus limitaciones, Niágara conserva el fuerte atractivo de Marilyn Monroe, una presencia hipnotizadora que no ha envejecido ni un ápice.

domingo, 15 de diciembre de 2024

El hombre del oeste



Dirección: Anthony Mann.

Guión: Reginald Rose (Novela: Will C. Brown).

Música: Leigh Harline.

Fotografía: Ernest Haller.

Reparto: Gary Cooper, Julie London, Lee J. Cobb, Arthur O´Connell, Jack Lord, John Dehner, Royal Dano, Robert Wilke. 

Link Jones (Gary Cooper), un antiguo forajido arrepentido, viaja en tren con el dinero para contratar a una maestra para su pueblo. Pero unos bandidos asaltan el tren y le roban el dinero.

Después de unas brillantes películas con James Stewart, Anthony Mann rueda El hombre del oeste (1958), su último western, con otra figura legendaria del género: Gary Cooper, en la que será su única colaboración juntos. Un Gary Cooper quizá demasiado envejecido para ese papel, donde parece incluso mayor que Dock (Lee J. Cobb), su padre adoptivo. Aún así, salvando ese detalle, podemos disfrutar una vez más de la imponente presencia de Cooper, capaz de llenar el encuadre sin necesidad de hablar ni mover un músculo.

El hombre del oeste representa de nuevo, como era habitual en Anthony Mann, una versión desmitificada del western, opuesta a la visión que se nos ofrecía en la época clásica del género. Ya no es un mundo noble o heróico y los protagonistas, primero James Stewart y ahora Gary Cooper, tienen un oscuro pasado del que intentan redimirse, planteándose el conflicto del pasado que vuelve a entrometerse en el presente, en este caso llevando a Link a una encrucijada, temiendo ser repudiado por las gentes que confiaron en él, al tiempo que sus viejos instintos asesinos afloran cuando se enfrenta a su antigua banda.

Pero además, el argumento introduce un elemento más, trascendental, como es el vínculo afectivo tan estrecho entre Link y el malvado Dock, que lo crió como a un hijo y que, en un autoengaño motivado por el afecto que aún siente por Link, acepta que este desee unirse de nuevo a él, aunque sabe en el fondo que es una mentira, mentira que necesita creer. Cobra así la figura de Dock una dimensión nueva: es un asesino, un tipo despiadado que no duda en ordenar la muerte de uno de sus hombres, pero es también un viejo que ama a su hijo adoptivo hasta el punto de provocarlo para que lo mate antes de tener que aceptar la verdad: que nunca quiso volver a las andadas a su lado y que, en el fondo, es ya otro hombre que el que Dock había conocido años atrás. 

En este trasfondo de redención, traición, amor y desengaño es en donde encontramos la grandeza de El hombre del oeste, un trasfondo que trasciende el género en que está encorsetada la trama para ofrecernos una visión amarga sobre la "familia", el honor y la redención.

En el debe de la película podríamos poner el enfoque un tanto simple con el que se construye el conflicto, con unos personajes bastante elementales y cierta tendencia a un dramatismo excesivo, ejemplificado a la perfección en un Lee. J. Cobb sobreactuando al límite. 

Aún así, estamos ante uno de los westerns revisionistas mejor trabajados, antes de que el género entrara en una crisis de la que solo ha emergido en contadas ocasiones.

miércoles, 11 de diciembre de 2024

El mundo nunca es suficiente



Dirección: Michael Apted.

Guión: Neal Purvis, Robert Wade y Bruce Feirstein (Personaje: Ian Fleming).

Música: David Arnold.

Fotografía: Adrian Biddle.

Reparto: Pierce Brosnan, Sophie Marceau, Robert Carlyle, Denise Richards, Judi Dench, Robbie Coltrane, Desmond Llewelyn, Maria Grazia Cucinotta, John Cleese, David Calder, Samantha Bond.

Un magnate del petróleo (David Calder) es asesinado y se teme que su hija Elektra (Sophie Marceau) pueda seguir la misma suerte, por lo que James Bond (Pierce Brosnan) es enviado para protegerla.

El mundo nunca es suficiente (1999) es la tercera película de Pierce Brosnan como James Bond, que rodaría una última en 2002, Muere otro día (Lee Tamahori), y sigue en la línea de las anteriores, intentando conservar la esencia de la saga y darle a la vez una visión algo más moderna, tanto a 007 como a sus compañeros y enemigos.

Sin embargo, hay algo que no termina de funcionar en las entregas protagonizadas por Brosnan. O el guión carece de fuerza o el actor encaja a medias en el papel. El caso es que El mundo nunca es suficiente parece reunir ambos problemas. Y eso que el reparto es de lo mejorcito, con una solvente Sophie Marceau, John Cleese preparando el relevo del veterano Q, Desmond Llewelyn, Judi Dench aportando el toque femenino a la cúpula del MI6 y un villano de la talla de Robert Carlyle, un buen actor que encaja perfectamente en su rol. Pero tal elenco se ve perjudicado por un argumento extraño que busca la sorpresa pero que, particularmente, nunca me pareció muy sólido. 

Se puede razonar que todos los guiones de la serie son bastante increíbles, pero este en concreto me resultó especialmente extraño. Todos los elementos típicos de la saga están presentes, con el villano megalómano, las conquistas de 007, los artilugios imposibles y el duelo final en la guarida del malvado. Pero siempre tuve la sensación de que todos ellos estaban reunidos sin verdadera cohesión, como si se sumaran las piezas por obligación, dando lo que el espectador espera encontrar en un film de James Bond.

Tampoco Michael Apted me pareció especialmente dotado para la entrega. Sus escenas de acción son espectaculares, pero muy confusas. Se nota el esfuerzo por impactar, por crear espectáculo, pero otra vez teniendo la impresión de que todo era como automático, sin medir los tiempos. 

Viendo esta entrega, tenía la impresión de que estaba ante la constatación de que la serie había llegado a un punto muerto, donde ya parecía limitarse a aplicar la misma fórmula sin imaginación.

Por su parte, Pierce Brosnan me parece que cumple con lo que se puede esperar de James Bond en cuanto a apariencia. Es un actor elegante, guapo, alto... su presencia se impone por sí sola, pero le falta algo o tal vez le sobra, puede que sea demasiado guapo y demasiado elegante para verlo metido en peleas, arriesgando su vida y su vestimenta. Le falta el toque animal que sí que tenía Sean Connery y luego también Daniel Craig, los que creo que representaron mejor el prototipo de 007.

Por lo tanto, El mundo nunca es suficiente me pareció una entrega que no aporta mucho a la saga. Para aquellos que se contentan con lo de siempre, es correcta, pero esa impresión de ser algo prefabricado no logré sacármela de encima nunca.

lunes, 9 de diciembre de 2024

La red social



Dirección: David Fincher.

Guión: Aaron Sorkin (Novela: Ben Mezrich).

Música: Trent Reznor y Atticus Ross.

Fotografía: Jeff Cronenweth.

Reparto: Jesse Eisenberg, Andrew Garfield, Justin Timberlake, Armie Hammer, Max Minghella, Josh Pence, Brenda Song, Rashida Jones, John Getz, David Selby, Denise Grayson, Douglas Urbanski, Rooney Mara. 

A finales de 2003, Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg), un estudiante de Harvard con un talento especial para la informática, tiene la ocurrencia de crear una página web, Facemash, donde los alumnos de la Universidad puedan valorar a sus compañeras por su físico. El éxito de su experimento llama la atención de los gemelos Cameron y Tyler Winklevoss (Armie Hammer hace los dos papeles y Josh Pence es doble de Armie para el cuerpo de Tyler) y su socio Divya Narendra (Max Minghella), que le proponen colaborar con ellos en la creación de una red social para Harvard.

En un principio, nada me atraía de La red social (2010): ni la historia de la creación de Facebook y mucho menos conocer la biografía de su artífice. Para que te interese una biografía, el protagonista debe ser alguien realmente relevante. Pero por otra parte, recelo de las películas biográficas porque en general están cortadas por un mismo patrón y suelen carecer de ritmo y se resumen en contar capítulos de una vida de un modo algo mecánico y siempre elogiando al personaje de manera un tanto infantil.

De ahí mi sorpresa, agradable, una vez terminada de ver la película que, por muchos motivos, se sale de lo esperado y nos sorprende por su originalidad.

Para empezar, La red social se apoya en un guión bastante sólido que sabe afrontar un tema controvertido (los pleitos que sustentan el relato sobre plagio y traición) que atañe a personas que están vivas en el momento de hacer la película y que podrían reaccionar contra lo vertido en la misma. Esto nos lleva a reflexionar sobre la autenticidad de lo que se cuenta pero, sobre todo, sobre aquello que se oculta. ¿Es la película un relato fiel y sincero de lo sucedido en la creación de Facebook? Personalmente, creo que puede acercarse bastante a la realidad, pero es inevitable pensar en ciertos edulcoramientos. Por ejemplo, a pesar de que el retrato de Zuckerberg no es precisamente halagüeño, en muchos aspectos sale bastante bien parado y terminamos con la impresión de que es uno de esos genios que viven un tanto alejados de la realidad, fácilmente manipulable por alguien más "espabilado", como Sean Parker (Justin Timberlake), lo que limitaría en cierto modo su culpabilidad. Incluso la frase final del propio Mark: "No soy mala persona" vendría a buscar suavizar su imagen, afectada por su reacción a la ruptura de su novia (Rooney Mara) y sus decisiones empresariales.

Y en relación con esto, hay que señalar que en la película no vemos ningún comportamiento reprochable de Mark (salvo con su novia), solamente se insinúan. Por ejemplo, en la trampa que le tienden a su mejor amigo y co-fundador de Facebook, Eduardo Saverin (Andrew Garfield), para echarlo de la empresa, el guión es lo bastante hábil como para dejar el tema en penumbra. Podemos suponer que Mark estaba al corriente de todo y lo permitió, pero no se dice abiertamente y, lo más importante, tampoco se explican las causas. 

El resultado es que la figura de Mark no termina de resultar desagradable, sino que lo vemos como un genio inadaptado, preocupado por buscar reconocimiento social, algo que tampoco consigue precisamente por ser una persona especial. No busca el dinero, lo que podría añadir una nota negativa más a su persona, solo ser aceptado por los demás, dejar de ser una especie de paria. Y al no conseguirlo, deja cierto margen a la compasión. A pesar de todo, ha fracasado en lo más importante: el amor de la chica a la que sigue queriendo.  

Por todo esto, las limitaciones de las que el guión logra sacar provecho, La red social me pareció un film muy original y que consigue interesarnos en un tema un tanto frío. No aborda el tema desde la complacencia y el halago, no hace un retrato diáfano del protagonista. Crea una historia oscura, con interesantes dilemas morales y personales que, más allá de lo narrado, invitan a la reflexión sobre la ambición, la amistad, el mundo empresarial, la fama, el precio a pagar por ciertos logros... Es ahí donde reside el encanto de La red social, más allá de la aproximación a la figura del fundador de Facebook que, tras ver la cinta, me sigue pareciendo bastante irrelevante como figura de una película biográfica.

En otro apartado, hay que destacar también el sobrio trabajo de David Fincher, capaz de crear un ritmo preciso en un relato que alterna presente y pasado con una precisión admirable, logrando que el discurso sea ameno, comprensible e incluso apasionante. 

La película se llevó el Oscar al mejor guión, montaje y banda sonora.

domingo, 8 de diciembre de 2024

GoldenEye



Dirección: Martin Campbell.

Guión: Jeffrey Caine y Bruce Feirstein (Personaje: Ian Fleming).

Música: Eric Serra.

Fotografía: Phil Meheux.

Reparto: Pierce Brosnan, Sean Bean, Izabella Scorupco, Famke Janssen, Joe Don Baker, Robbie Coltrane, Tcheky Karyo, Gottfried John, Judi Dench, Alan Cumming, Michael Kitchen, Serena Gordon. 

Un arma secreta soviética, el GoldenEye, ha caído en manos de un sindicato terrorista. Bond es enviado para desbaratar sus planes.

GoldenEye (1995) es la decimoséptima entrega de la saga y trajo bastantes novedades como considerarla un momento crucial en el desarrollo de la serie.

La película anterior, Licencia para matar (John Glen, 1989), había fracasado en taquilla y los nuevos encargados de la serie, una vez jubilado Albert Broccoli, intentaron adaptarla a los nuevos tiempos. El primer cambio significativo es prescindir de Timothy Dalton, que tras dos participaciones en la serie no había terminado de cuajar como James Bond, y darle el puesto a Pierce Brosnan, un actor que basa su eficacia en un atractivo arrollador y una mezcla de dureza, cinismo y encanto que encajan mejor con el personaje.

Pero el lastre más serio tal vez era el tono machista de la saga, algo que a finales del siglo XX tenía que cambiar. De ahí que el papel de M, el superior de Bond, recaiga ahora en una mujer, la competente Judi Dench, que no duda en tachar a 007 de sexista y misógino, una crítica que indicaba que los creadores de la película no renunciaban a la autocrítica, si bien el desarrollo de la historia no ofrece demasiadas novedades y de nuevo tendremos a la chica Bond de turno, la hermosa Izabella Scorupco, siguiendo la tradición de la serie. Pero al menos  se compensa su presencia con el personaje interpretado por Famke Janssen, una malvada de armas tomar que parece excitarse más con la violencia que con el sexo y le ofrece al género femenino un papel menos estereotipado.

Otra novedad es que la historia esta vez es totalmente original, sin tomar nada de los libros de Ian Fleming pero, como decía, el desarrollo no es para nada revolucionario y sigue las líneas clásicas de la serie, lo que por otra parte resulta creo que acertado, pues los asiduos de James Bond creo que saben perfectamente por qué quieren seguir viendo sus películas y falsear su estilo no sería lo más prudente.

Así pues, GoldenEye nos ofrece acción, notas de comedia, los típicos artilugios imprescindibles que 007 utilizará oportunamente, romance y la habilidad de siempre de james Bond para salir airoso de todos los trances. Tiene escenas de acción bastante intensas y el final espectacular esperado. Desde este punto de vista, no es una mala producción. El problema tal vez sea que no es un film brillante, ni por el argumento, ni por el desarrollo, ni por el clímax. Todas las piezas están ahí, pero la impresión es de que es un montaje algo mecánico, sin nada excepcional, nada que haga que la película destaque en medio de la serie. No defrauda, pero es de esas entregas que no dejan huella.

jueves, 5 de diciembre de 2024

Retratos de una obsesión



Dirección: Mark Romanek.

Guión: Mark Romanek.

Música: Reinhold Heil y Johnny Klimek.

Fotografía: Jeff Cronenweth.

Reparto: Robin Williams, Connie Nielsen, Michael Vartan, Gary Cole, Eriq La Salle, Dylan Smith, Erin Daniels. 

Seymour Parrish (Robin Williams), que trabaja en la sección de revelado de unos grandes almacenes, es un hombre sin familia, solitario y triste. Pero lo compensa con los Yorkin, unos clientes habituales desde hace muchos años, por los que siente especial predilección.

Retratos de una obsesión (2002) es un film sobre una persona trastornada, un enfermo, un psicópata. Pero es una película atípica en el sentido de que no enfoca el asunto como viene siendo habitual en este subgénero. Retratos de una obsesión no es una cinta de crímenes, sino que es el retrato de una persona y, al mismo tiempo, de una sociedad, la actual, materialista, superficial y en cierto modo insensible. Es más, la originalidad de la película de Mark Romanek es no mostrarnos la auténtica naturaleza del trauma del protagonista hasta el final, de manera que durante toda la película podríamos pensar que estamos simplemente ante la imagen de un hombre solitario que se ha enamorado de Nina Yorkin (Connie Nielsen) de un modo platónico y que busca en su familia algo de calor, poder él también formar parte de ella.

Y como el director se sale de lo corriente, también su puesta en escena es distinta. Romanek construye un film que transcurre de manera parsimoniosa, donde las palabras no son en realidad lo más importante, sino las imágenes, enfatizadas con una fotografía fría, luminosa, casi de hospital, y que en los momentos clave cambia al rojo. El director usa los colores como un elemento expresivo más.

Seymour es un enfermo, lo vamos comprendiendo progresivamente, pero en realidad su apariencia es la de una persona normal, algo tímida, pero nada indicaría que está gravemente enfermo por un trauma que no ha podido superar. Solamente el pequeño Jake Yorkin (Dylan Smith), con esa clarividencia que poseen los niños, le confiesa a su madre que siente pena por Seymour, por su completa soledad. Es sin duda el mejor momento de la película, al menos desde el punto de vista de cómo un niño es capaz de ver más allá, de sentir el vacío que anida en otra persona, mientras los mayores, inmersos en sus problemas y rutinas son incapaces de ver más allá de las evidencias.

Es verdad que la primera parte de Retratos de una obsesión puede hacerse algo lenta por ese tratamiento pausado donde en apariencia no pasa casi nada. Pero Romanek va construyendo el suspense de manera tan sutil que casi no nos damos cuenta, hasta que de pronto nos vemos atrapados en medio de un ambiente asfixiante, arrastrados al universo enfermizo de Seymour, cuyo retrato se ve realzado por un trabajo impecable de Robin Williams, en un papel completamente opuesto a sus roles cómicos, donde era todo dinamismo y palabrería. Williams eran un actor enorme y la prueba la tenemos en este trabajo donde, desde la más absoluta normalidad, compone un enfermo que nos hiela la sangre con su naturalidad imprevisible y obsesiva. Y es que nuestra sociedad ha creado sus propios monstruos. Y no son aquellos que llamarían nuestra atención los más peligrosos, sino los que viven a nuestro lado y que son amables, serviciales, "buenas personas".

Al final, como en los giros de última hora que tantas veces hemos visto, comprendemos de pronto el motivo de la enfermedad de Seymour, el trauma que arrastra desde su infancia. Y de nuevo Mark Romanek nos sorprende con su elegancia a la hora de afrontar el momento clave de la cinta. Y es que no estamos ante un film sensacionalista ni efectista. Casi, casi se diría que el director pretende que nos apiademos del protagonista, que lo comprendamos, que entendamos el daño que puede causar en cualquier persona un trauma como el que padece Parrish y que podría haberle sucedido a cualquiera. Porque Parrish es un enfermo y, en cierta manera, digno de lástima.

miércoles, 4 de diciembre de 2024

Choque mortal



Dirección: David Marconi.

Guión: David Marconi.

Música: Richard Horowitz.

Fotografía: Thomas Hardmeier.

Reparto: Frank Grillo, Jaimie Alexander, Roschdy Zem, Marie-Josée Croze, Moussa Maaskri, Charlie Bewley, Affif Ben Badra, Carlos Leal, Gabriella Wright.

Scott (Frank Grillo) y su esposa Taylor (Jaimie Alexander) van a pasar su luna de miel en un lujoso hotel en medio del desierto del Sáhara. Sin embargo, no todo es tan idílico como parece, pues Taylor planea matar a Scott con la ayuda de Travis (Charlie Bewley), su amante.

A primera vista, Choque mortal (2013) no parece un film demasiado prometedor. Un reparto sin grandes nombres y una producción de esas menores que suelen pasar desapercibidas. Pero si nos fijamos un poco, vemos que el guión lo firma David Marconi que, en 1998, había escrito el de esa maravilla titulada Enemigo público (Tony Scott), lo que nos permite abrigar más esperanzas. Y es cierto que la historia, tras un comienzo un tanto banal, pronto empieza a enredarse, creando tantas sombras que enseguida caemos presa del planteamiento rocambolesco urdido por Marconi.

Y es que además del plan de Taylor para asesinar a su esposo, Marconi nos mete de lleno en un cúmulo de acontecimientos donde nadie es lo que parece. Tras un accidente brutal en pleno desierto, descubrimos a una misteriosa mujer, Audrey (Marie-Josée Croze), con un bebé que no es suyo; un hombre esposado, Omar (Moussa Maaskri), que aprovecha el accidente para matar a un policía herido y a otro tipo que presenció el hecho; y Saleh (Roschdy Zem), un misterioso mecánico que aparece de repente en el lugar del accidente y que esconde un arma.

El planteamiento está servido y ofrece tantas incógnitas que es imposible no sentirse implicado, esperando a ver cómo se van resolviendo todos los conflictos que el guión va tejiendo entre esas personas aisladas que deben ayudarse para salir de la situación, pero que desconfían unos de otros, mienten y buscan jugar sus cartas de la mejor manera que saben o pueden.

Es verdad que el argumento es bastante enrevesado y algo forzado, pero en general se sostiene dentro de su excentricidad y hay que admitir que el desenlace, muy alejado a los finales típicos de Hollywood, resulta coherente y no defrauda para nada. 

Además, David Marconi, en su segundo trabajo como director, tiene el acierto de no andarse con rodeos y va siempre directo a lo fundamental, evitando los típicos momentos de relleno que suelen prodigarse en películas con guiones endebles. Así, Choque mortal no ofrece tiempos muertos ni amagos, se centra desde el principio en lo esencial, manteniendo siempre la emoción y, por lo tanto, nuestro interés.

En el lado menos bueno, admitir que se trata de un film modesto, sin grandes figuras ni alardes por parte del director, lo que le da ese aire de telefilm o de serie B que no es del todo atractivo. Con ello quiero decir que si bien la historia es interesante y consigue un buen nivel de intriga, el resultado general no es una película brillante, pero sí amena. 

viernes, 29 de noviembre de 2024

Todos los días de mi vida



Dirección: Michael Sucsy.

Guión: Abby Kohn, Marc Silverstein y Jason Katims.

Música: Rachel Portman y Michael Brook.

Fotografía: Rogier Stoffers.

Reparto: Rachel McAdams, Channing Tatum, Sam Neill, Jessica Lange, Scott Speedman, Wendy Crewson, Jessica McNamee, Tatiana Maslany, Joe Cobden, Jeananne Goossen.

Paige (Rachel McAdams) y Leo (Channing Tatum) está profundamente enamorados y son felices con los que tienen. Pero un día, sufren un accidente y Paige se queda en coma. Cuando al fin despierta, no recuerda nada de su pasado más reciente.

El drama romántico es un género eterno con hitos tan memorables como Tú y yo (Leo McCarey, 1957), aquella Love Story de Arthur Hiller (1970) que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue siendo un título imprescindible, y más recientemente, la dramática El diario de Noah (Nick Cassavetes, 2004). Esa mezcla de amor perfecto y drama tiene la virtud de tocar la fibra sensible de todo tipo de espectadores, desde los más jóvenes y apasionados hasta los más mayores, recordando sus batallas de antaño.

Pero como todo género, lo importante es contar una historia interesante, con profundidad, sensibilidad y buen gusto. Y es precisamente todo eso lo que echamos de menos en Todos los días de mi vida (2012), una película bastante mediocre que ni apasiona ni conmueve.

Un sencillo ejemplo del nivel del guión y su buen gusto nos lo proporciona la escena en la que a Leo se le escapa un pedo en el coche y Paige, en un acto de extraño romanticismo vulgar y algo asqueroso, cierra la ventanilla para que no se escape el "aroma" de su hombre. ¡Impresionante!

Ya el principio, donde nos presentan a los protagonistas y cómo se conocen y se enamoran, resulta tan calculado y tan plano que nos pone sobre aviso de lo que vendrá a continuación. Paige y Leo son perfectos y su amor el más puro. El problema es que nada de eso resulta convincente.

Lo que sigue continúa por el mismo camino: un guión torpe que no sabe eludir los tópicos, con unos diálogos infantiles y con unos personajes tan básicos (especialmente los padres de Paige, interpretados por Sam Neill, dibujado toscamente como un malo de libro, y Jessica Lange) que no somos capaces de creérnoslos, por lo que nunca nos sentimos implicados en sus turbios asuntos.

Además, el desarrollo resulta de lo más previsible por lo tramposo y poco sutil como está presentado. No cuesta anticiparse a sus recovecos, realmente torpes, y cuando el guión al fin tira de sorpresa, para impactarnos y reconducir la historia hacia el consabido final feliz, resulta aún más inconcebible, a parte de que dicha sorpresa se desarrolla de un modo muy prosaico. Lejos de producir el impacto emocional que debería causarnos, nos asombra tanto que lo más que llega a conseguir es que nos riamos de la ocurrencia.

Solamente la presencia de Rachel McAdams, una actriz que derrocha encanto con una naturalidad apabullante, logra maquillar un poco el espectáculo. Rachel consigue hacer su personaje cercano y comprensible y eso es al final lo único que le da a la historia algo de calor humano pues, por desgracia, Channing Tatum carece del más mínimo encanto, lo que sumado a un personaje que se mueve entre la torpeza y el empalago hace que no logre contagiarnos su dolor ni su desconcierto. Resulta casi antipático por momentos.

En definitiva, una película para olvidar. No hay drama, no hay pasión, no hay emoción porque no existe nada realmente sincero en el argumento, que busca la trampa, el efectismo y está escrito a base de brochazos sin inspiración ni sensibilidad.

Por cierto, la película está basada en un hecho real.

miércoles, 27 de noviembre de 2024

Copycat



Dirección: Jon Amiel.

Guión: Ann Biderman y David Madsen.

Música: Christopher Young.

Fotografía: László Kovács.

Reparto: Sigourney Weaver, Holly Hunter, Dermot Mulroney, Harry Connick Jr., William McNamara, J. E. Freeman, Will Patton, Richard Conti. 

La doctora Helen Hudson (Sigourney Weaver) es una experta en asesinos en serie. Pero tras ser atacada por el psicópata Daryll Lee Cullum (Harry Connick Jr.), al que ayudó a condenar, queda traumatiza y se recluye en su apartamento. Pero cuando empiezan a cometerse nuevos asesinatos, Helen no duda en intentar ayudar a la policía.

 El thriller con asesinos psicópatas es un género bastante explotado por el cine comercial. Imagino que su éxito se debe al morbo que produce en el espectador, ávido de emociones fuertes, lo que explica también la aceptación del cine de terror, emparentado con este.

Sin embargo, hemos de reconocer que es complicado encontrar en el género películas verdaderamente innovadoras. La mayoría se mueven en unos parámetros muy concretos, dando la impresión de que si has visto una, las has visto todas. Y Copycat (1995) por desgracia se encuentra en ese grupo de films que parecen rodados a piñón fijo, con todos los trucos del género y detalles menores que hemos visto cientos de veces. Pocas sorpresas nos depara, salvo hacer que la doctora Helen padezca agorafobia, intentando que este detalle aporte algo más de emoción, pues le da un punto de vulnerabilidad a la protagonista que, sin embargo, el guión tampoco logra explotar convincentemente.

En realidad, el guión es el culpable de todos los males de Copycat, pues es precisamente por su intento de crear algo novedoso en el género por lo que acaba construyendo una historia extraña, incoherente y por momentos hasta absurda. No hay en el intento del asesino en imitar crímenes históricos de famosos psicópatas nada especialmente estimulante. Tampoco las pesquisas de M. J. Monahan (Holly Hunter), la policía encargada del caso, con la ayuda de Helen, resultan muy apasionantes, moviéndose más bien entre lo rutinario y cierto intento efectista que no funcionan demasiado bien. En parte, como decía, por el guión, pero también por el trabajo del director, que no logra darle fuerza a ningún momento del film, dejando una puesta en escena simplona y vulgar que no aporta nada a la floja historia.

Otro detalle importante en este tipo de argumentos es crear un malvado fuerte, algo imprescindible para que la tensión sea la necesaria y nos atemorice del mismo modo que a sus víctimas. Y por desgracia, de nuevo Copycat deja este elemento crucial en segundo plano, de manera que el papel del psicópata es muy secundario y nunca llegamos a verlo como alguien con la entidad suficiente. Incluso la elección de William McNamara, un guaperas de poco nivel interpretativo, aumenta la falta de fuerza del villano.

Pero en general, vemos que la película tiene un problema serio con los actores, no solo con McNamara. Holly Hunter me pareció apagada, como sin vida. Dermot Mulroney no pasa de ser un rostro agraciado e incluso Sigourney Weaver no resulta muy convincente en sus cambios de humor y su miedo a los espacios abiertos, quedando su trabajo algo artificial. El resto de secundarios... en la misma línea poco convincente.

Con un malo que no asusta, unos diálogos rutinarios, situaciones más que previsibles, alguna sorpresa no del todo muy bien explotada y actuaciones muy justas, tenemos pues el cóctel preciso para asistir a una propuesta sin emoción ni sustancia. Un film rodado sin personalidad y que no ofrece nada que no se haya visto miles de veces. Por desgracia, no será el último en cometer este tipo de errores.

jueves, 21 de noviembre de 2024

El caballero del Mississippi



Dirección: Rudolph Maté.

Guión: Seton I. Miller.

Música: Frank Skinner.

Fotografía: Irving Glassberg.

Reparto: Tyrone Power, Piper Laurie, Julia Adams, John McIntire, Paul Cavanagh, John Baer, Ron Randell, Ralph Dumke, Robert Warwick, William Reynolds, Guy Williams. 

El joven Mark Fallon (Tyrone Power) se traslada desde Nueva York al Mississippi con la idea de hacer fortuna como jugador de póker en los barcos que navegan por el río.

A lo primero que nos recuerda El caballero del Mississippi (1953) es a otro drama de época, el más famoso de la historia, Lo que el viento se llevó (Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood, 1939), pues aquí también asistimos a amores imposibles, cortesía sureña, duelos y aventuras. Puede que inconscientemente, pero el guión de Seton I. Miller escarba en las mismas raíces.

Sin embargo, algunos detalles de la película van dejando la evidencia de que estamos ante una obra menos redonda que la de Clark Gable, a pesar de que Tyrone Power resulta un protagonista perfecto para su papel.

Los decorados y la suntuosidad de los vestidos destacan poderosamente, es cierto, pero también denotan un lujo algo artificial y más llamativo que auténtico. También la fotografía está muy cuidada, aportando un colorido espectacular en algunas secuencias. Técnicamente, la película pone en evidencia el esfuerzo de la productora para ofrecer un vehículo cuidado e impactante.

Sin embargo, las mayores debilidades provienen de un guión que no consigue imprimir a la historia la grandeza y el dramatismo que pretende. Tal vez, por querer abarcar demasiado, desde el amor imposible de Fallon y la altiva y orgullosa Angelique Dureau (Piper Laurie), a la amistad de Mark con el simpático Kansas John Polly (John McIntire) y con el padre de Angelique (Paul Cavanagh), el amor no correspondido de la dulce Ann (Julia Adams), pasando por la imbecilidad de Laurent Dureau (John Baer) y una muestra exhaustiva de las costumbres de las gentes del Sur.

Abarcar tanto hace que se pase por todos estos temas de manera apresurada, de modo que el eje principal de la historia, el amor de Mark y Angelique, se quede en muy poca cosa. O que el hermano de ella, Laurent, tenga una presencia más caprichosa que comprensible. Incluso la figura de Mark resulta demasiado bondadosa y perfecta, por lo que no llegamos a identificarnos demasiado con él, tal vez porque no resulta muy real o consecuente: un jugador de fortuna que se parece más a un santo.

Si al problema de la superficialidad con que se tratan todos los temas abordados le unimos el de los diálogos, que carecen de brillantez, tenemos la receta por la que la cinta no logra la intensidad deseable para un drama de este tipo.

El caballero del Mississippi nos deja la sensación de un quiero y no puedo, donde jamás llegamos a vibrar con los amores cruzados ni a sentir el drama con la muerte de los familiares de Angelique de un modo certero y eficaz. 

El resultado se queda en un film vistoso pero frío, algo acartonado y ciertamente pasado de moda. Interesante como ejemplo del cine de la época, pero sin genio.

jueves, 14 de noviembre de 2024

Misión imposible 2



Dirección: John Woo.

Guión: Robert Towne.

Música: Hans Zimmer (Tema: Lalo Schifrin).

Fotografía: Jeffrey L. Kimball.

Reparto: Tom Cruise, Dougray Scott, Thandie Newton, Richard Roxburgh, Ving Rhames, John Polson, Brendan Gleeson, Radé Sherbedgia, Anthony Hopkins.

Un científico (Radé Sherbedgia) muere en un accidente de avión. Poco antes había pedido ayuda a su amigo Ethan Hunt (Tom Cruise) en relación a algo denominado Quimera, que resulta ser un peligroso virus.

Tras el éxito de Misión imposible (Brian De Palma, 1996), que se basaba en la serie televisiva del mismo título creada en los años sesenta del siglo XX, llegó la consabida segunda parte. Empezaba así una serie que parece seguir un poco los pasos de James Bond, aunque con un estilo algo diferente.

Lo que sí que es común a ambas series es la banalidad del guión, que solo busca sentar las bases para unos desarrollos algo estereotipados donde la acción es la clave.

Y como se trata de films de acción pura y dura, parece lógica la elección de John Woo para dirigir esta secuela, pues si algo caracteriza a este director es un marcado estilo donde brilla una puesta en escena cuidada y unas coreografías que rozan lo circense. De ahí que este sea precisamente uno de los puntos que pueden criticarse a Misión imposible 2: la falta total de verosimilitud en las escenas de acción. Para aquellos espectadores sin embargo que valoren el espectáculo por encima de todo, Wood no les decepcionará, pues las piruetas de Tom Cruise corriendo en moto o colgado de un acantilado son realmente impactantes.

A nivel argumental, la trama tampoco se sostiene e pie y menos aún los trucos del guión con el típico uso de máscaras, una seña de identidad de la serie que, sin embargo, aquí se lleva demasiado lejos. Si ya el recurso de las máscaras resulta en sí mismo bastante forzado, en esta entrega se juega pasando el límite con la única intención de engañar al espectador llevando el suspense a un punto imposible. Sinceramente, a esta alturas, creo que solo los espectadores más inocentes pueden caer en el engaño.

Lo que sí que presenta cierta novedad es el rol de la protagonista femenina (Thandie Newton), obligada a una especie de "prostitución", incluso contra los deseos de Ethan, y que plantea una cierta duda a nivel moral. Es la única vez en la serie que Hunt va en contra de lo moralmente correcto. Además, ese detalle nos remite a la película Encadenados (Alfred Hitchcock, 1946), donde también el protagonista debía permitir que la mujer a la que amaba se entregara al villano de turno.

Pero los parecidos con Alfred Hitchcock no terminan ahí, pues la relación entre los dos malos de la historia, Sean Ambrose (Dougray Scott) y Hugh Stamp (Richard Roxburgh), es similar a la que veíamos en Con la muerte en los talones (1959), donde la presencia de Eve Marie Saint despertaba los celos de Martin Landau, lo que llevaba a pensar en una atracción de tipo homosexual de este hacia James Mason.

Dejando de lado este tipo de detalles, Misión imposible 2 creo que ofrece a los amantes de este tipo de cine aquello para lo que pagan la entrada: acción perfectamente orquestada, sin ningún tipo de limitación para mayor gloria del protagonista, en este caso un Tom Cruise que sabrá explotar la serie para convertirla en un clásico contemporáneo del cine de palomitas. No es cine de "verdad", es sólo espectáculo, pero empaquetado con todo lujo.

domingo, 10 de noviembre de 2024

Maigret



Dirección: Patrice Leconte.

Guión: Jérôme Tonnerre y Patrice Leconte (Novela: George Simenon).

Música: Bruno Coulais.

Fotografía: Yves Angelo.

Reparto: Gérard Depardieu, Jade Labeste, Mélanie Bernier, Aurore Clément, André Wilms, Hervé Pierre, Clara Antoons, Pierre Moure, Bertrand Poncet. 

París, años cincuenta, una joven (Clara Antoons) aparece muerta en una plaza de París. No hay nada que permita identificarla y el comisario Maigret (Gérard Depardieu) no tiene tampoco ninguna pista.

El personaje de Maigret ha sido llevado muchas veces al cine y en esta ocasión es Gérard Depardieu el encargado de representarlo. No es disparatado decir que este Maigret (2022) es fundamentalmente Gérard Depardieu. El actor se apodera del relato con su poderosa presencia que en realidad contrasta con su salud, delicada, y sobre todo con su tristeza. Porque la película utiliza el crimen como punto de partida para adentrarse en terrenos más íntimos, no solo del detective, sino también del resto de personajes, perdidos, extraños, víctimas de sus extrañas fantasías... Patrice Leconte nos sumerge en un universo cargado de nostalgia, de dolor, del peso del pasado. 

Sorprende pues que un film policíaco se aleje tanto de nuestras expectativas. Puede que para algunos sea un detalle que ensombrece la película, pero creo que en realidad es su acierto, su originalidad es la que convierte a Maigret en un film diferente a lo que vemos cotidianamente, en especial en la filmografía que viene de Estados Unidos, mucho más superficial y concreta.

La película de Leconte busca más que pistas, busca el alma de los personajes. Y lo hace con un ritmo pausado y una ambientación muy detallista. Pero lo esencial es la manera de contar la historia, dejando más insinuaciones que certezas, sembrando pistas que el espectador deberá seguir para adivinar el drama que entristece al comisario, un dolor que no se puede expresar ni se puede reprimir. 

Pero Jules Maigret no es el único que sufre. También está la señora Clermont-Valois (Aurora Clément), sacrificada esposa, engañada, que desea mantener su estatus social. Estatus que su enfermo hijo Laurent (Pierre Moure) podría echar por tierra sin poder evitarlo.

O Betty (Jade Labeste), que escapa de un futuro poco esperanzador para lanzarse a una aventura realmente incierta. 

Incluso París, la mágica ciudad alabada y mitificada tantas veces, es ahora presentada como un espejismo que devora los sueños, un lugar inhóspito, frío y sin entrañas donde nadie importa a nadie. Salvo quizá al comisario, tal vez para revivir un presente que había perdido mucho tiempo atrás.

A pesar de todo, de la meticulosa puesta en escena y la presencia de Depardieu, le falta algo a Patrice Leconte para redondear su propuesta. Se percibe el esfuerzo por ofrecernos algo de calidad y tal vez sea eso mismo lo que termine delatándole, haciendo que su intento resulte a veces algo artificial, como forzado, como en esos cortes entre secuencias o esas frases que parecen demasiado perfectas.

Aún así, Maigret me parece un film diferente, elegante, triste, con algo en sus entrañas que le da cierto valor: tiene personalidad.

jueves, 7 de noviembre de 2024

Sabrina



Dirección: Billy Wilder.

Guión: Billy Wilder, Samuel Taylor y Ernest Lehman (Obra: Samuel Taylor).

Música: Frederick Hollander.

Fotografía: Charles Lang Jr. (B&W).

Reparto: Humphrey Bogart, Audrey Hepburn, William Holden, Walter Hampden, John Williams, Martha Hyer, Joan Vohs, Marcel Dalio, Marcel Hillaire, Nella Walker, Francis X. Bushman, Ellen Corby. 

La joven Sabrina (Audrey Hepburn) lleva casi toda su vida enamorada de David (William Holden), el mujeriego hijo menor de los Larrabee, una familia que ha amasado una gran fortuna con los más variados negocios y para la que su padre (John Williams) trabaja como chófer.

Billy Wilder fue uno de los directores más versátiles de la historia, rodando tanto una película bélica (Cinco tumbas al Cairo, 1943), como un drama (Días sin huella, 1945) o un film de cine negro (Perdición, 1944) con total maestría. Pero creo que no me equivoco al afirmar que es en el género de la comedia donde parecía moverse más a gusto, dejándonos algunos de los títulos más reconocidos del género, como La tentación vive arriba (1955), Con faldas y a lo loco (1959) y El apartamento (1960).

Con Sabrina (1954) nos ofrece un encantador cuento romántico donde brilla especialmente el maravilloso encanto de Audrey Hepburn, que había debutado en Hollywood a lo grande con Vacaciones en Roma (William Wyler, 1953), ganando nada menos que el Oscar a mejor actriz.

En Sabrina sigue luciendo ese encanto natural, esa frescura que convierte a la protagonista en el centro de atención cada vez que está en pantalla. Incluso un veterano como Humphrey Bogart palidece a su lado. En realidad, la elección de Bogart para el papel de Linus vino motivada por la renuncia de Cary Grant, para quien estaba pensada la historia, y la verdad es que la diferencia de edad entre Bogart y Audrey Hepburn, además del aspecto envejecido del actor, son uno de los defectos más notorios de la película, pues se hace casi inconcebible un romance entre la dulce Sabrina y el áspero Linus.

Pero más allá de ese detalle o de los conocidos problemas durante el rodaje con el guión o el mal carácter de Bogart, el caso es que Billy Wilder logró sacar adelante una de esas comedias amables, simpáticas y llenas de encanto que nos dejan con una sonrisa en los labios hasta mucho tiempo después de terminar de ver la película.

Sabrina nos cuenta una historia muy sencilla: cómo una joven soñadora e inexperta termina encontrando el amor donde menos lo espera. No deja de ser un film sin demasiado interés en cuanto a argumento, incluso podríamos decir que la historia es algo cursi, pero en manos de Billy Wilder, el resultado es maravilloso. Porque el director nos da una lección de elegancia, de fluidez, de saber marcar los tiempos, buscar el encuadre perfecto y contar la historia yendo siempre a lo esencial, sin rodeos, sin trampas, sin perder como meta la esencia de la historia: hacer un film encantador, romántico sin excesos, tierno sin caer en lo empalagoso y divertido sin buscar nunca la risa forzada. La naturalidad y el buen gusto son la clave.

Pero si Wilder es el maestro que pone orden y buen gusto en la historia, es la presencia de Audrey Hepburn la que aporta ese aire inocente, dulce y con una belleza incuestionable que convierte la cinta en algo delicioso. Por eso comprendemos que tanto el alocado David como el seco Linus puedan caer rendidos ante ella al instante. Pocas veces una actriz ha tenido tanto peso en una historia como ella aquí.

Sabrina es una de esas cintas donde podemos disfrutar de ese estilo genuino del Hollywood clásico, de un saber hacer que ya no se puede ni imitar, porque aquellos años han pasado a la historia y aquellas estrellas y directores nos han dejado, desgraciadamente, para siempre.

La película ganó el Oscar al mejor vestuario en blanco y negro.

En 1995, Sydney Pollack hizo una nueva versión del film titulado Sabrina (y sus amores) que el propio Billy Wilder no encontraba muy conseguida.

lunes, 4 de noviembre de 2024

La peor persona del mundo



Dirección: Joachim Trier.

Guión: Eskil Vogt y Joachim Trier.

Música: Ola Fløttum.

Fotografía: Kasper Tuxen.

Reparto: Renate Reinsve, Anders Danielsen Lie, Herbert Nordrum, Hans Olav Brenner, Helene Bjørneby, Vidar Sandem, Maria Grazia Di Meo.  

Julie (Renate Reinsve) tiene muchas dudas sobre cómo encauzar su vida. Cuando conoce a Aksel (Anders Danielsen Lie), un conocido artista gráfico, al menos su vida sentimental parece asentarse.

Con un Hollywood centrado en el cine de palomitas y repitiendo fórmulas con descaro en busca de la taquilla, es de agradecer que de vez en cuando aparezcan propuestas diferentes, enfocadas a un cine más adulto, donde las personas, los problemas cotidianos, el amor y la vida sean los protagonistas.

Es lo que nos ofrece Joachim Trier con La peor persona del mundo (2021), película con la que cierra su conocida como Trilogía de Oslo, compuesta por Reprise (2006), Oslo, 31 de agosto (2011) y esta cinta.

Trier centra su relato, estructurado en un prólogo, dos episodios y el epílogo (división un tanto innecesaria y algo pedante), en Julie, una mujer sensible e inteligente pero que, como casi todos, en el paso de la adolescencia a la edad adulta, cuando debe tomar las riendas de su vida, se siente un tanto perdida. En realidad, Julie confiesa que es alguien que no termina nunca lo que empieza. Si lo analizamos bien, Julie tiene mucho de valiente. Lo sencillo es amoldarse, continuar un camino o una relación, aunque no parezcan perfectos. Pero la protagonista no se conforma con algo si no lo siente suyo. De ahí que cambie de meta profesional y de ahí que, aunque su relación con Aksel tenga muchos puntos positivos, Julie no se sienta plena. Sobre todo cuando conoce a Eivind (Herbert Nordrum), con el que conecta de manera casi mágica.

A nivel argumental, Trier se decanta por un relato contenido en lo emocional y que busca un discurso lo más natural del mundo, dejando de lado certezas y sentencias para presentarnos a unos protagonistas con dudas, miedos, decisiones que no siempre pueden justificar desde un razonamiento inequívoco... en definitiva, son personas que podemos comprender, porque todos hemos pasado por situaciones en las que no era fácil comprendernos a nosotros mismos. Es, sin duda, lo más acertado de esta propuesta que se desmarca de lo habitual en films románticos de relaciones de pareja. En este sentido, creo que La peor persona del mundo no puede calificarse de film romántico, sino de algo más grande, algo con pretensiones más profundas que la típica historia de amor que hemos visto tantas veces.

Sin embargo, también es verdad que la película no me llegó a emocionar todo lo que hubiera querido. Es más, en algunos momentos incluso se me hizo pesada. Lo achaco al estilo excesivamente frío del director y cierto afán de protagonismo a la hora de enfocar su trabajo que a veces adquiere más importancia que lo narrado. Puede que sea también un problema cultural, pues estamos ante un film noruego, lo que podría explicar esa falta de intensidad, incluso en momentos realmente dramáticos, que no nos deja indiferentes, pero sí algo distantes con lo vivido por los protagonistas. Y eso a pesar del buen trabajo de Renate Reinsve, que es el centro de la historia y que se mueve con una desenvoltura maravillosa.

En líneas generales, La peor persona del mundo me pareció un film más que interesante, especialmente por poner sobre el tapete problemas tan trascendentales como el amor, el trabajo, la maternidad, la muerte o la familia. Son temas que nos afectan a todos y seguramente muchos se verán identificados con alguno de los protagonistas o con parte de sus dudas. La lástima es que Joachim Trier no haya sabido darle algo más de emoción e intensidad al relato, dejando de lado ciertas licencias un tanto gratuitas que no casan del todo bien con su intento de ofrecernos un discurso real, sin adornos ni excesos.

viernes, 1 de noviembre de 2024

Pequeños detalles



Dirección: John Lee Hancock.

Guión: John Lee Hancock.

Música: Thomas Newman.

Fotografía: John Schwartzman.

Reparto: Denzel Washington, Rami Malek, Jared Leto, Chris Bauer, Michael Hyatt, Terry Kinney, Natalie Morales, Isabel Arraiza.

Joe Deacon (Denzel Washington), un agente del condado de Kern, viaja a Los Ángeles a recoger una prueba. Años atrás, había trabajado ahí como detective, pero un caso de un asesino en serie lo llevó al límite y abandonó la ciudad. Ahora, nada más llegar, se encuentra de nuevo con un nuevo caso de un asesino en serie al que la policía no puede atrapar.

Si vemos en la sinopsis de Pequeños detalles (2021) el tema del asesino en serie seguramente nos haremos una idea del argumento, intuyendo que el centro del mismo reside en la investigación para atraparlo, al estilo de Seven (David Fincher, 1995), a la que en alguna secuencia nos recuerda la propuesta de Hancock. Pero nos llevaremos una sorpresa, tal vez para algunos una decepción, pues el director, que firma también el guión, prefiere darle un giro diferente a la historia y deja en segundo término la investigación para centrarse en los dos policías que intentan descubrir al culpable: el detective Baxter (Rami Malek) y el agente Deacon.

Baxter lleva el caso, aunque sin pistas que le puedan orientar para descubrir al asesino en serie. Deacon, que pasaba por ahí, tiene una espina clavada por su pasado, cuando no pudo resolver un caso similar. Incluso todo indica que se trataría del mismo asesino de hace cinco años que ha vuelto tras un período de calma.

Y Hancock centra su interés en esos dos policías, en cómo se necesitan para poder avanzar en la investigación pero, sobre todo, el director intenta ahondar en su personalidad, sobre todo en el caso de Deacon, dejando pistas sobre su pasado que irá desvelando el guión con cuentagotas hasta la consabida sorpresa final. Por cierto, sorpresa que no es ninguna tontería, al menos Hancock elabora un guión bastante sólido que evita jugar al engaño y, sobre todo, salirse con un final rocambolesco. Todas las piezas al final encajan para dejarnos una interesante reflexión sobre el deber, la culpa, la honestidad y el límite entre el bien y el mal. Son estas cuestiones al final lo mejor de la película, dejando que sea el espectador el que valore lo correcto o incorrecto de los actos de los protagonistas.

Sin embargo, creo que entre las intenciones del director y el resultado hay un desequilibrio que penaliza todo lo interesante de la propuesta, dejando la sensación de que John Lee Hancock no ha sabido plasmar con la fuerza y el atractivo necesarios sus ideas, bastante interesantes.

El ritmo lento, que no es malo en sí mismo, perjudica un poco a la historia, más que nada porque se alarga demasiado y ese ritmo tan pausado no ayuda para nada, de manera que llegamos a sentir cierto cansancio a mitad del metraje debido a un estancamiento de la historia. Si el director hubiera optado por no estirar demasiado el tema y hubiera ido más abiertamente a la esencia, habríamos ganado todos.

Tampoco la escena clave de Baxter y el sospechoso (Jared Leto) en el descampado parece muy coherente. Es el momento más importante de la historia pero tal y como está planteado en todo momento lo sentimos como algo artificial, algo forzado que no termina de resultar convincente.

En todo caso, el final resulta potente, dejando abierta cualquier posibilidad en lo referente a Baxter, al tiempo que vemos como Deacon ha logrado superar sus traumas, aunque tal vez no de la manera más ética.

Repito, lo interesante de Pequeños detalles al final es la idea que plantea: la ética profesional, la honradez, la culpa e incluso el azar como un elemento adicional que puede trastocarlo todo. Si bien el resultado no es perfecto, creo que es un film a descubrir. 

miércoles, 23 de octubre de 2024

El duque



Dirección: Roger Michell.

Guión: Richard Bean y Clive Coleman.

Música: George Fenton.

Fotografía: Mike Eley.

Reparto: Jim Broadbent, Helen Mirren, Fionn Whitehead, Matthew Goode, Anna Maxwell Martin, Jack Bandeira, Aimée Kelly, Joshua McGuire, Charlotte Spencer.  

En 1961, Kempton Bunton (Jim Broadbent), un idealista empedernido, roba el cuadro del Duque de Wellington, de Francisco de Goya, de la National Gallery para "financiar" su campaña en favor de las personas mayores y los veteranos de guerra.

Basada en hechos reales, El duque (2020) es una comedia a la que no podemos negar su gran originalidad. Sin embargo, tiene ciertos defectos que a la larga pasan factura.

Sin duda, para aquellos a los que les gusta el humor británico, esta cinta colmará en gran medida sus expectativas. Estamos ante un film elegante, muy bien ambientado y con actores, como Helen Mirren, que resultan realmente naturales. También lo es Jim Broadbent, cuyo trabajo resulta entrañable, especialmente en la parte del juicio, pero es evidente que el actor resulta demasiado mayor para su papel y eso es algo que no conseguí olvidar durante toda la película.

Además de la elegancia, quisiera destacar el gran nivel de los diálogos, algo que debería ser la norma en cualquier película pero que, por desgracia, es tan raro que cuando asistimos a un guión tan preciso como este resulta sorprendente y se agradece enormemente.

Sin embargo, El duque tiene una primera parte, donde se presentan los personajes básicamente, que me resultó bastante floja y, por lo tanto, se me hizo muy larga. Falta precisión, falta concreción. Los personajes, tanto el de Kempton como el de su esposa (Helen Mirren), no caen especialmente bien. Kempton está retratado de manera que se acerca más a un majadero que a un idealista de gran corazón. Por su parte, su esposa es gruñona, arisca, y aunque entendemos que debe estar hasta la coronilla de las majaderías de su esposo, no se hace simpática. Es el principal error de la historia: hacer que sus personajes no nos resulten simpáticos.

Es cierto que cuando llega la parte del juicio, el nivel de la película sube mucho, pues estamos al fin en el momento en que se desvelan las cartas sin disimulos ni juegos. Es entonces cuando comprendemos de verdad al señor Kempton que, de un plumazo, deja de ser un chiflado para convertirse en un sujeto muy simpático, lúcido y casi entrañable. Su esposa, al fin, parece entrar también en razón y asume la pérdida de su hija (una subtrama que recorre la película en segundo plano) y muestra cierta comprensión hacia su esposo. Es decir, de pronto el guión se vuelve sensible y tierno y consigue al fin que nos impliquemos en los problemas de los personajes, que sintamos su dolor por el drama de perder a una hija y los veamos como seres normales, no como los bichos raros del principio.

Sin embargo, a pesar de esa parte final más lograda, el desequilibrio de la cinta es evidente. En conjunto, es una película que se ve con agrado, pues resulta un tema novedoso y el tratamiento, sin forzar las gracias, es discreto y elegante. Pero no pasa de eso, de un film amable, con ciertos momentos muy logrados, pero sin una unidad que le de más peso en el conjunto. 

sábado, 19 de octubre de 2024

Outlander



Dirección: Howard McCain.

Guión: Dirk Blackman y Howard McCain.

Música: Geoff Zanelli.

Fotografía: Pierre Gill.

Reparto: Jim Caviezel, Sophia Myles, Jack Huston, John Hurt, Cliff Saunders, Ron Perlman, Patrick Stevenson, Aidan Devine, Bailey Maughan.

En el año 709, una nave espacial se estrella en Noruega. El único superviviente es Kainan (Jim Caviezel)... y un Moorwen, una criatura sanguinaria.

En el cine ya hemos visto de todo. La necesidad de renovar géneros, de buscar nuevas ideas para historias muy vistas hace que la imaginación de los guionistas sea capaz de cualquier cosa. La prueba la tenemos en Outlander (2008), una cinta que mezcla cine histórico, de aventuras, gore y de ciencia ficción sin ningún tipo de rubor.

El problema de este tipo de mezclas es que cuesta bastante tomarlas en serio, de ahí que lo mejor, desde un punto de vista práctico, sea adoptar cierto distanciamiento, pues es la única manera de poder sacar algo de partido a historias tan inverosímiles. El problema de Outlander es que los guionistas se empeñan en darle un toque trascendente, especialmente en la parte final, donde deben pensar que ponerse serios es la mejor solución para rematar la historia de manera épica. ¡Error! Si la película no había sido más que un pasatiempo asumible, con fallos pero cierta emoción, el desenlace resulta casi patético, intentando poner un broche de oro innecesario y que termina por tener el efecto contrario al pretendido.

Hasta entonces, es verdad que el argumento no resultaba demasiado original, pues el monstruo sanguinario y terrorífico lo habíamos visto ya en muchas películas, como en Alien: el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979) o Depredador (John McTiernan, 1987). Pero a pesar de todo, la idea de Outlander funciona a nivel muy básico porque asegura intriga, luchas despiadadas, peligro y sangre; un cóctel que suele resultar a poco que la producción sea más o menos acertada. Y es cierto que en este aspecto, Outlander tiene un pase: la tensión está asegurada por la sola presencia del Moorwen. Otra cosa es el diseño de la bestia; creo que el toque de las luces es excesivo, pero estéticamente aporta cierta plasticidad que el director explota en un par de escenas bastante artísticas.

Sin embargo, dejando de lado el final antes mencionado, la película cojea mucho en todo lo que es el aspecto humano: las relaciones entre los personajes, su profundidad o los diálogos, que están a un nivel muy básico. Todo ello empobrece el relato, que se sustenta solamente en las escenas de acción. Si además le unimos la elección de Jim Caviezel  para el rol principal, un actor inexpresivo como un palo, tenemos la guinda del pastel.

En resumen, Outlander es un producto muy elemental, sin demasiada calidad ni talento ni imaginación. Solamente en el apartado de acción funciona correctamente, pero me parece insuficiente para poder valorarla más allá de un simple pasatiempo muy corriente y sin nada que lo haga especial. Mero entretenimiento de usar y olvidar.

martes, 15 de octubre de 2024

Cuenta atrás



Dirección: Fred Cavayé.

Guión: Fred Cavayé y Guillaume Lemans.

Música: Klaus Badelt.

Fotografía: Alain Duplantier.

Reparto: Gilles Lellouche, Roschdy Zem, Gérard Lanvin, Elena Anaya, Mireille Perrier, Claire Perot, Moussa Maaskri, Pierre Benoist.

Un hombre (Roschdy Zem) escapa herido de dos tipos que quieren matarlo. De pronto, una moto lo enviste y acaba malherido en el hospital. Este hecho fortuito sin embargo cambiará la vida de Samuel Pierret (Gilles Lellouche), que asiste atónito al secuestro de su esposa embarazada (Elena Anaya).

Fred Cavayé había debutado en el largometraje con Cruzando el límite (2008), un thriller bastante resultón, de ahí que no sorprenda que su segunda película, Cuenta atrás (2010), repita la fórmula.

En esta ocasión, un hombre inocente se ve involucrado en una compleja trama con asesinos a sueldo y policías corruptos mientras intenta salvar a su esposa embarazada, secuestrada para forzarlo a colaborar con los malos de turno.

El planteamiento de Cuenta atrás, a pesar de que el guión puede parecer algo enrevesado, es interesante, como siempre que un hombre inocente ve peligrar su vida, algo que hace que enseguida empaticemos con él. El problema de la cinta sin embargo es que no logra salvar su aroma a film de serie B ni la simplicidad excesiva del guión.

Empezando por la historia, Cuenta atrás está reducida a la mínima expresión a nivel argumental, creando una trama curiosa que, a pesar de todo, cuesta mucho tomar con seriedad. Todo parece demasiado peliculero, con lo que no terminamos de creérnosla, además de dejar de lado cualquier intento de profundización, ni en los acontecimientos ni en los personajes. Todo la trama está ahí para servir de base a una serie de escenas de acción filmadas sin ninguna genialidad, de manera algo mecánica, y dar pie a momentos de un dramatismo exagerado apoyándose en el peligro que corren Samuel y su esposa.

La forzada complicidad de Samuel con Hugo (Roschdy Zem), uno de los villanos de turno, podría haber sido explotada también de manera más eficaz, pero de nuevo vemos que el guión no parece preocuparse demasiado por los detalles y se limita a grandes brochazos, sin más.

El aroma a serie B me pareció bastante evidente en el tema de los actores elegidos, empezando por un Gilles Lellouche sobreactuado y unos secundarios bastante patéticos en su trabajo, resultando todo muy forzado y sin convicción. 

Tampoco la puesta es escena resulta memorable, dejando la impresión de un trabajo realizado de manera bastante automática, con los elementos que uno sabe que va a encontrar, pero sin nada que eleve la propuesta de un nivel bastante mediocre.

Lo más llamativo de todo es que con la abundancia de escenas de acción y los peligros constantes a que ve sometido el protagonista, nada en Cuenta atrás nos lleva a vibrar con la historia o a sentir miedo por las desventuras de los protagonistas. Con eso, creo que está dicho casi todo.

jueves, 10 de octubre de 2024

En la cuerda floja



Dirección: Richard Tuggle.

Guión: Richard Tuggle.

Música: Lennie Niehaus.

Fotografía: Bruce Surtees.

Reparto: Clint Eastwood, Geneviève Bujold, Dan Hedaya, Alison Eastwood, Jennifer Beck, Marco St. John, Rebecca Perle, Regina Richardson, Randi Brooks, Jamie Rose, Margaret Howell.  

El Barrio francés de Nueva Orleans se ve sacudido por varios asesinatos de mujeres que indican que detrás se ellos se esconde un asesino en serie. Wes Block (Clint Eastwood) se encarga de la investigación.

El cine en general, en este caso el policíaco, ha ido perdiendo inocencia y buen gusto con el paso del tiempo. Tal vez como una prueba de madurez, osadía o de superación, lo que se insinuaba a mediados del siglo XX pasó a ser explícito conforme pasaban las décadas. Esto es lo primero que nos llama la atención en En la cuerda floja (1984), donde el director no se corta a la hora de mostrar desnudos femeninos ni tampoco con unos diálogos bastante directos. Es una elección como otra cualquiera, aunque en términos estéticos, sigo prefiriendo la sutileza del periodo clásico.

La historia de En la cuera floja gira en torno a la personalidad de Block más que al tema del asesino en serie, que parece estar ahí como elemento imprescindible para la evolución de la historia, pero que no llega a tener el protagonismo que podríamos imaginar.

En realidad, la idea del film parece ser establecer una comparación entre el asesino y el policía que lo busca, dejando claro que lo que los separa no es más que una pequeña línea. De ahí el título pues, como dice Beryl (Geneviève Bujold), todos tenemos un lado oscuro y la diferencia estriba en dominarlo, no poder hacerlo (caso del asesino en serie) y el resto, que se mueven en la cuerda floja entre esas dos realidades.

Y Wes Block es precisamente un ejemplo perfecto: divorciado, encuentra en el mundo de los bajos fondos el escape a sus pulmones sexuales, con tendencias morbosas que lo acercan mucho al propio asesino que persigue. Son dos personas más similares de lo que podría parecer.

La diferencia con otras películas de intriga de corte parecido es que aquí Richard Tuggle no intenta confundirnos sobre la identidad del asesino, dejando claro desde el principio que éste y Block son dos personas diferentes. Porque el juego no es crear dudas sobre ese punto, sino establecer el paralelismo entre ambos, dejando claro que la línea entre el bien y el mal es muy fina.

Si las intenciones del director son interesantes, la puesta en escena no está a su altura. Encuentro que la cinta tiene un ritmo algo lento y cae en cierta repetición de situaciones en la parte central de la misma, de manera que se pierde el ritmo y se cae en cierto marasmo que solo se supera con el final que, a pesar de la tensión evidente del mismo, no resulta ni apasionante ni muy coherente y se limita a un desarrollo algo rutinario y efectista que funciona solamente a medias.

Si En la cuerda floja resulta medianamente interesante es gracias a la presencia de Clint Eastwood, productor de la cinta, que le da esa solidez característica a su personaje. Incluso hay quien cree que la dirección del film es también cosa suya, por un estilo ciertamente marcado que nos remite al actor. Además, el hecho de que de Richard Tuggle no abunden las noticias (no hay ni siquiera una foto suya y sus escasos trabajos están todos vinculados a Clint Eastwood) podría dar una pista de su verdadera identidad.

En la cuerda floja es definitivamente un film menor que tiene más sombras que luces, aunque se deja ver con agrado si te gusta este género y aún más la estética y el estilo de su época.

martes, 8 de octubre de 2024

Rocco y sus hermanos



Dirección: Luchino Visconti.

Guión: Suso Cecchi D'Amico, Pasquale Festa Campanile, Massimo Franciosa, Enrico Medioli y Luchino Visconti (Relato: Giovanni Testori). 

Música: Nino Rota.

Fotografía: Giuseppe Rotunno (B&W).

Reparto: Alain Delon, Renato Salvatori, Annie Girardot, Katina Paxinou, Roger Hanin, Paolo Stoppa, Suzy Delair, Max Cartier, Spiros Focás, Claudia Cardinale, Alessandra Panaro, Corrado Pani. 

Rosaria Parondi (Katina Paxinou) abandona su tierra al enviudar y marcha a Milán con sus cuatro hijos para reunirse con el mayor, Vincenzo (Spiros Focás), que había emigrado antes.

Título clave en la trayectoria de Luchino Visconti y aclamada como una de las grandes películas italianas de todos los tiempos, Rocco y sus hermanos (1960) se erige como una curiosa mezcla de tragedia griega con tintes neorrealistas. A pesar de todas sus virtudes, encontré también bastantes detalles que no acaban de entusiasmarme.

Visconti había iniciado el neorrealismo en 1943 con Obsesión, un movimiento clave en la historia del cine. Y siguió por esa senda algún tiempo pero con Rocco y sus hermanos asistimos a un cambio de tendencia que se hará del todo evidente con su siguiente título, El gatopardo (1963), orientándose a las grandes producciones.

Esta película, sin embargo, aún conserva elementos del neorrealismo, como son el retrato de la sociedad de la época, con el sur de Italia, de donde proceden los Parondi, atrasado e inculto frente a la industrial Milán, donde el despegue económico empezaba a ser notable. También el retrato familiar, las viviendas con el patio donde todas los vecinos confluían y se comunicaban y la fotografía de Giuseppe Rotunno nos llevan a ese cine con inclinación documentalista característico de las dos décadas precedentes.

Pero Visconti se aparta del neorrealismo con su enfoque orientado sin tapujos al drama más visceral, donde los comportamientos están lejos de la moderación y lo comprensible, al llevarlo al exceso melodramático.

El eje de la historia es la familia Parondi y cómo cada uno de los hermanos se va a adaptando a la nueva vida. Sin embargo, no he visto ningún alegato de cómo la ciudad o el dinero influyen en los hermanos. Más bien, el origen de los conflictos está en el enamoramiento obsesivo de Simone (Renato Salvatori) hacia Nadia (Annie Girardot), una prostituta. Lo que se pone de manifiesto es como esa pasión incontrolada arruina la vida de Simone y lo enfrenta con sus hermanos. Primero con Rocco (Alain Delon) por haber iniciado también un romance con Nadia, y después con Ciro (Max Cartier), que intenta poner paz en la familia excluyendo a Simone, el causante de todos los problemas.

Y aquí es donde creo que a los guionistas se les va un tanto la mano, pues optan por llevar el drama al terreno más extremo, llegando a momentos demasiado viscerales y a reacciones, como el comportamiento compresivo y tolerante de Rocco, que no termina de entenderse del todo. Es normal que sienta afecto por su hermano, pero que le perdone una violación o un asesinato o que termine culpándose a sí mismo de todo no termina de comprenderse más que en el marco de un melodrama radical y trasnochado.

Tampoco el reparto resulta equilibrado. Frente a una Annie Girardot y un Renato Salvatori completamente convincentes, tenemos al resto del elenco que no tiene la misma fuerza. Especialmente Alain Delon, un actor cuya inexpresividad roza el delito y que parece más preocupado de salir bien en el plano que de trasmitir cualquier emoción. Katina Paxinou en realidad no hace un mal trabajo, pero lo excesivo de su personaje termina por hacerla poco convincente.

Tal vez, entenderíamos mejor la cinta en el momento de su estreno. Hoy en día, me resultó excesiva, teatral e incomprensible en muchos momentos. Pero quizá el mayor pero que le pongo es que, con lo dramático de la historia y lo excesivo del planteamiento, en ningún momento llegué a identificarme con los personajes, a sufrir con ellos un drama que al final me resultó bastante ajeno.  

sábado, 5 de octubre de 2024

Peligro inminente



Dirección: Phillip Noyce.

Guión: Donald Stewart, Steven Zaillian y John Millius (Novela: Tom Clancy).

Música: James Horner.

Fotografía: Donald M. McAlpine.

Reparto: Harrison Ford, Willem Dafoe, James Earl Jones, Anne Archer, Joaquim de Almeida, Henry Czerny, Harris Yulin, Donald Moffat, Miguel Sandoval, Benjamin Bratt, Raymond Cruz, Dean Jones, Thora Birch.  

Cuando es asesinado un amigo personal del presidente de los Estados Unidos (Donald Moffat) y toda su familia por orden de un traficante de droga colombiano (Miguel Sandoval), el presidente ordena una represalia encubierta.

Harrison Ford ya había interpretado a Jack Ryan, el personaje recurrente de las novelas de Tom Clancy, en Juego de patriotas (Phillips Noyce, 1992), una cinta que funcionó muy bien, por lo que era lógico que la Paramount explotara el filón acometiendo la producción de Peligro inminente (1994).

La película está diseñada para su éxito en taquilla, con una cuidada producción y un argumento que intenta llevar la trama de la historia hasta un punto álgido en un final intenso. Y las cosas funcionan... a medias.

Creo que la trama de la lucha contra el narcotráfico, incluidos medios ilegales, por parte de los Estados Unidos está muy bien planteada, con el acierto de la implicación personal del presidente por la muerte de un amigo que, en realidad, era un ladrón y un corrupto. Esta manera de difuminar las líneas que separan a los supuestos malos de los buenos de turno es todo un acierto y refleja a la perfección la realidad política, más allá de las historias contadas en los medios de comunicación.

Además, la presencia de Joaquim de Almeida, componiendo un villano astuto, maquiavélico y muy peligroso, ayuda mucho a crear el grado de intensidad y emoción que necesita toda historia de estas características.

El primer problema, sin embargo, del guión es que está todo tan calculado, con escenas de acción y momentos más personales, como la relación de Jack Ryan con su superior, el almirante Greer (James Earl Jones), que no podemos sacarnos de la cabeza de que, por muchos intentos de darle un aire de credibilidad al argumento, este huele a precocinado por todos lados.

Sin embargo, si asumimos que estamos ante un film de mero entretenimiento, este defecto puede pasarse por alto sin demasiados problemas. Lo que es imposible de esquivar es todo el tramo final de la cinta donde, imagino que por cuestiones de taquilla, había que darle protagonismo a Harrison Ford aún cuando ello resultase del todo incongruente. Todo el tramo final, con Ryan viajando a Colombia, comprando un helicóptero, metiéndose en la selva, negociando como si nada con el capo colombiano (Miguel Sandoval) y liándose a trompazos con Félix Cortez (Joaquim de Almeida) no solo es increíble, sino que llega a resultar ridículo. 

Por si eso no fuera suficiente y con el fin de limpiar el nombre de los Estados Unidos, que por la actitud del presidente y sus subalternos no sale muy bien parado, el guión orquesta una limpieza final donde Ryan se erige en defensor de la verdad y en un dechado de integridad capaz de cantarle las cuarenta al presidente mismo, lo que convierte toda la parte final de Peligro inminente, que debía ser el plato fuerte, en algo absurdo, manipulador y tendencioso.

Por ello, aún admitiendo algunos detalles interesantes, he terminado de ver esta cinta entre asombrado y asustado. Es una pena que un argumento con ciertas posibilidades termine convertido en algo tan simple y tan tosco, más propio de las películas baratas que veía siendo un niño y donde la caballería siempre llegaba al final para poner orden. Aquí se llama Jack Ryan.

miércoles, 2 de octubre de 2024

Abbott y Costello contra los fantasmas



Dirección: Charles T. Barton.

Guión: Robert Lees, Frederic I. Rinaldo y John Grant.

Música: Frank Skinner.

Fotografía: Charles Van Enger (B&W).

Reparto: Bud Abbott, Lou Costello, Lon Chaney Jr., Bela Lugosi, Glenn Strange, Lenore Aubert, Jane Randolph, Frank Ferguson. 

Larry Talbot (Lon Chaney Jr.) telefonea desde Londres a la estación de tren de Florida advirtiendo al empleado Wilbur Grey (Lou Costello) del peligro de unas cajas destinadas a la Casa de los Horrores McDougal. Pero Wilbur no tomará en serio la llamada.

Aunque en España no tienen la repercusión de cómicos como Los Hermanos Marx o Jerry Lewis, por ejemplo, Abbott y Costello fueron un duo cómico muy popular en los Estados Unidos en la década de 1940 y parte de la siguiente, apareciendo en televisión, radio y en el cine, donde filmaron nada menos que treinta y seis películas juntos.

En esta que nos ocupa, del año 1948, se rinde homenaje a los monstruos clásicos de la cultura popular (y el cine): Drácula (Béla Lugosi), Frankenstein (Glenn Strange) y el Hombre Lobo (Lon Chaney Jr.), reunidos en una parodia de los films de terror de la época y que daría lugar a un nuevo subgénero con gran recorrido posterior. 

Atención, no estamos ante un humor refinado y preciso, como el de las cintas de Billy Wilder o Ernst Lubitsch, ni el surrealista de los Marx. Abbott y Costello representan un humor más popular, sencillo, incluso infantil, que sin embargo les proporcionó una popularidad y un éxito totales entre el público de su época. 

De ahí que lo que tenemos en Abbott y Costello contra los fantasmas sea una parodia bastante básica que se apoya constantemente en la inocencia y carácter miedoso y cobarde de Wilbur y la incredulidad y sentido común de Chick Young (Bud Abbott), lo que está en la base de su humor.

Las bromas no son demasiado elaboradas y el argumento, muy elemental, se sigue con facilidad y cierta anticipación. En general, podemos afirmar que se trata de una película que sin duda tendría en la infancia a su público más idóneo.

Y sin embargo, la película de alguna manera funciona bastante bien, en contra de toda lógica. La clave, desde mi punto de vista, es su ausencia total de pretensiones. Es de esas películas que no intentan disimular su esencia y hasta hacen bandera de sus limitaciones. De ahí que, al tomarla en serio y al no esperar gran cosa de ella, acabe por entretenernos. Es más, lo elemental de los efectos especiales, los pobres decorados y el desarrollo tan simple son los que, vista en la actualidad, le confieren cierto encanto, un atractivo basado precisamente en sus carencias.

Es de esas historias en las que, si te dejas llevar por el espíritu inocente de tus años de infancia, donde te extasiabas ante la gran pantalla de una sala a oscuras sin el mínimo espíritu crítico ni analítico, puedes pasar un rato de franca diversión sin complejos. Pero, repito, no es un film logrado, solo un entretenimiento muy elemental.