El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

jueves, 7 de julio de 2022

Detour



Dirección: Edgar G. Ulmer.

Guión: Martin Goldsmith (Novela: Martin Goldsmith).

Música: Erdody.

Fotografía: Benjamin H. Kline (B&W).

Reparto: Tom Neal, Ann Savage, Claudia Drake, Edmund MacDonald, Tim Ryan, Esther Howard, Pat Gleason. 

Al Roberts (Tom Neal), músico de profesión, trabaja en un club de mala muerte en Nueva York junto a su novia Sue (Claudia Drake). Pero ella decide irse a Los Ángeles a probar suerte en el cine. No soportando la separación, Al decide un día reunirse con Sue y emprende el viaje haciendo autostop.

Detour (1945) es un film de serie B, es decir, uno de esos productos rodados de prisa, apenas diez días, y con una escasez de medios evidente. Pero también es la demostración de que no siempre el dinero es indispensable para conseguir un film que funcione. Lo más importante es el talento y un buen guión y aquí tenemos estos dos elementos.

La película es sencilla, pero la trama está urdida de manera convincente. No es que se trate de un argumento especialmente original, pues sigue más o menos las pautas típicas del cine negro más clásico, pero juega con estos elementos con inteligencia y logra un resultado más que correcto.

Para empezar, Al Roberts, el protagonista, responde al tópico del género de ser el típico perdedor. No es mala persona, pero la vida no le ha sonreído y cuando era feliz haciendo planes de futuro con su novia, ésta decide cruzar el país hasta la otra punta del mapa en busca de fortuna. Y ahí empezarán a torcerse las cosas. Porque Al es el colmo de la mala suerte o de un destino trágico, como el escrito en los dramas clásicos.

Camino de Los Ángeles, lo recoge un tal Haskell (Edmund MacDonald), un timador que había tenido poco antes una fuerte discusión con una joven a la que había recogido también y con la que no llegó a entenderse como esperaba. El problema es que Haskell muere durante el viaje accidentalmente, pero Al se asusta pensando que nadie le creerá y lo acusarán de haberlo matado, por lo que decide hacerse pasar por el difunto hasta llegar junto a su novia. Parece un buen plan, pero cuando recoge a Vera (Ann Savage), el destino le juega otra mala pasada. Porque ella es la chica que tuvo el enfrentamiento con Haskell y sabe, naturalmente, que Al es un impostor. Vera, dominante y avariciosa, se servirá de Al para sacar una buena tajada, pero de nuevo, en un lamentable accidente, Al matará a Vera. Su suerte está echada.

Como se ve, los elementos típicos del cine negro se reúnen en Detour sin apenas variaciones: el perdedor, la mujer fatal, un destino implacable... Nada nuevo bajo el sol. Y encima con muy escasos medios. Sin embargo, Ulmer logra explotar los elementos con acierto y crea un relato que transcurre sin fisuras, bajo la voz en off de Al que nos cuenta en un largo flash back la historia de su desgracia. El recurso funciona perfectamente y ayuda a comprender mejor a Al y a compadecernos de su mala suerte. La clave reside en que el director logra un clima denso en torno a los protagonistas y consigue también crear una sensación de autenticidad con muy pocos elementos, hasta el punto que nos metemos de lleno en la trama y sentimos la angustia del protagonista, la sensación de que todo se vuelve en contra de él sin poder evitarlo.

El reparto, naturalmente, está en consonancia con los medios de que dispone el director. Sin tratarse de interpretaciones excelentes, los protagonistas consiguen dar credibilidad a sus personajes, haciendo que el drama funcione más que correctamente.

Detour es un film negro muy curioso, donde el director mantiene el interés con el mínimo de personajes y de recursos a su alcance con tal eficacia que llegamos a olvidarnos de que solo hay tres protagonistas o que la acción se limita a un coche y una habitación.

François Truffaut reivindicó en los años cincuenta del siglo XX la figura de Edgar G. Ulmer, un director que había caído en el olvido, contribuyendo a poner en valor sus virtudes, que resultan evidentes a la vista de Detour.

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