El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

miércoles, 20 de julio de 2022

La caravana de Oregón



Dirección: James Cruze.

Guión: Jack Cunningham (Novela: Emerson Hough). 

Fotografía: Karl Brown (B&W).

Reparto: J. Warren Kerrigan, Lois Wilson, Alan Hale, Ernest Torrence, Tully Marshall, Ethel Wales, Charles Ogle, Guy Oliver, Johnny Fox. 

Dos caravanas se reúnen en la actual Kansas City para emprender rumbo a Oregón, una tierra por colonizar.

La caravana de Oregón (1923) es una película históricamente importante, ya que vino a revitalizar el género del western tras una etapa un tanto floja. 

La película cuenta el largo viaje que pioneros de Iowa y Missouri emprendieron a mediados del siglo XIX para colonizar el territorio de Oregón, en la costa del Pacífico. Lo novedoso de la película es que está rodada completamente en exteriores, lo que le añade un plus de autenticidad que sin duda era un soplo de aire fresco. De hecho, muchos pasajes de la película recuerdan a un documental; evidentemente no lo es, pero se adivina una clara intención de contar el viaje de los colonos de la manera más realista posible. Por ejemplo, cuando cruzan el río con las caravanas y el ganado, asistimos a una escena quizá demasiado larga y que debería haberse acortado para beneficiar el ritmo de la historia. Pero ese detenerse tanto, mostrando con detalle la odisea de atravesar el río, nos señala la intención casi documentalista del director.

Para evitar que la cinta fuera exclusivamente un relato del viaje, se añade una historia de amor a tres bandas entre la joven Molly (Lois Wilson), Will Banion (J. Warren Kerrigan) y Sam (Alan Hale). Es una historia sin mucha intriga, pues Molly se enamora de Will en cuanto lo ve, dejando casi definitivamente sin esperanzas a su pretendiente Sam. Solamente los rumores sobre el pasado de Will entorpecerán el idilio de ambos, si bien se aclarará todo felizmente y Molly decidirá casarse con Will. Es un recurso típico, pero aporta un interés añadido al relato del viaje y crea el conflicto necesario para mantener la emoción durante toda la película, en especial con el personaje de Sam, que no acepta su derrota y buscará por todos los medios acabar con su rival.

Lo que tenemos que tener en cuenta es que estamos en 1923, por lo que se nota un gran desfase entre esa manera de filmar e interpretar y la actual. El cine, entonces mudo, había dado grandes pasos en cuanto al desarrollo de su sintaxis narrativa y el público también había ido madurando y entendía mejor los recursos utilizados a la hora de contar una historia. Pero estamos aún en los primeros años y las diferencias con el cine moderno son notables. De ahí que nuestra mirada deba comprender estos detalles a la hora de analizar el conjunto.

Por ejemplo, a pesar de los avances en la movilidad de la cámara, aún es evidente la costumbre de filmar muchas escenas de frente, como si fueran una pieza de teatro. Hay otras mejoras importantes y la escena de la caza de búfalos es un buen ejemplo de que se ha conseguido plasmar el dinamismo de las escenas de acción con gran eficacia. Pero aún hay ciertas costumbres que han de pulirse. Por ejemplo, es habitual que en una secuencia el director empiece con un plano general y luego vaya alternando primeros planos de las diferentes acciones que se suceden en la secuencia. Otras veces se nota cierta torpeza a la hora de filmar grupos numerosos, con una sensación de apelotonamiento de los actores que casi se estorban en sus movimientos. Cuando se muestra algo que sucede lejos del primer término de la acción, se recurre a enmarcar la imagen en un círculo, negro hacia los bordes de la pantalla, como si viéramos la acción a través de un catalejo. Y al ser un film mudo, son frecuentes los primeros planos de los actores donde éstos han de mostrar claramente sus sentimientos con la expresión del rostro, algo que resulta un tanto artificial pero que era un recurso habitual y necesario.

La importancia de La caravana de Oregón reside en que con ella el western redescubre el realismo de los espacios naturales, lo que le da una nueva dimensión a este tipo de películas, y también por la elección de temas de su propia historia como fuente para los argumentos.

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