El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 2 de julio de 2022

La mujer fantasma



Dirección: Roy Del Ruth.

Guión: Jonathan Latimer y Gordon Douglas (Personajes: Thorne Smith).

Música: Werner R. Heymann.

Fotografía: Norbert Brodine (B&W).

Reparto: Joan Blondell, Roland Young, Carole Landis, Billie Burke, Denis O´Keefe, Patsy Kelly, H. B. Warner, Eddie (Rochester) Anderson, George Zucco, Donald MacBride.

Ann Carrington (Carole Landis) viaja con su amiga Gail (Joan Blondell) a la mansión de su familia para reencontrarse con su padre (H. B. Warner), al que hace años que no ve. No sospecha que alguien desea asesinarla aunque, por error, la que muere es Gail.

Tercera entrega de una serie de comedias basadas en las novelas de Thorne Smith que había empezado con Una pareja invisible (Norman Z. McLeod, 1937); La pareja invisible se divierte (Norman Z. McLeod, 1938) fue la segunda entrega. En las tres, Roland Young da vida al señor Topper.

La mujer fantasma (1941) es una comedia completamente alocada y para disfrutarla plenamente hay que dejarse llevar a su universo tan particular.

La trama tiene cierto interés por la intriga de descubrir al asesino enmascarado, una figura tenebrosa muy conseguida. Nada de un ligero antifaz que no oculta nada. Sin embargo, pronto comprendemos que el asunto del crimen tampoco importa demasiado ni hay porqué preocuparse en intentar buscar un sentido y una lógica al conjunto de disparates que suceden y ante la avalancha personajes más curiosos los unos que los otros que se mezclan en la mansión Carrington. Se diría que todo está enfocado hacia el humor simple y llanamente.

El médico, el ama de llaves, los mayordomos, el chófer del señor Topper, su esposa, el sargento de policía... cada uno de ellos con su paranoia es un conjunto que parece una jaula de grillos. También es verdad que algunos caen en lo absurdo, en un ridículo total, como el sargento Roberts (Donald MacBride), inepto, autoritario, cegato y mentecato. Pero, como decía, es inútil buscar una lógica en la historia o sus personajes, hay que tomar la película como viene, porque no deja de ser una sublime tontería. 

Eso sí, hay que reconocer que el guión nos deja unas cuantas perlas en forma de afirmaciones o réplicas que tienen mucha gracia. No todas, que también hay chistes un tanto flojos, pero el tono general es bastante bueno. Quizá no tanto en los gags visuales, que son menos imaginativos y se basan más en la repetición que en la originalidad. 

En cuanto al reparto, destacaría a las dos protagonistas, Joan Blondell, que tiene un papel maravilloso como americana desinhibida y dicharachera, llena de frescura y naturalidad, y Carole Landis, hermosa y frágil. En cambio, Roland Young me pareció un tanto frío, desangelado o pasmado lo que, siendo un personaje principal, penaliza bastante a la historia. Donald MacBride en cambio está perfecto como el sargento histérico y gesticulante. Pero, en general, todos los actores realizan con eficacia su cometido.

En definitiva, un título de una originalidad absoluta, donde todos los elementos se confabulan para crear una historia absurda, mezcla de fantasía y género policíaco, y que sin ser algo excepcional sí que podemos afirmar que cumple sobradamente con la intención de sacarnos de la rutina y permitirnos pasar un buen rato sin complicaciones ni pretensiones.

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