El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

martes, 5 de julio de 2022

El déspota



Dirección: David Lean.

Guión: David Lean, Norman Spencer y Wynyard Browne (Obra: Harold Brighouse).

Música: Malcom Arnold.

Fotografía: Jack Hildyard (B&W).

Reparto: Charles Laughton, John Mills, Brenda De Banzie, Daphne Anderson, Joseph Tomelty, Richard Wattis, Prunella Scales, Derek Blomfield, Helen Haye, John Laurie. 

Henry Hobson (Charles Laughton), viudo y padre de tres hijas, es el propietario de una próspera zapatería. Cascarrabias y egoísta, piensa casar a sus dos hijas menores y que Maggie (Brenda De Banzie), la mayor, se quede en casa para cuidarlo. Pero las cosas no saldrán como él pensaba.

La grandiosa filmografía de David Lean, con títulos tan maravillosos como Breve encuentro (1945), Oliver Twist (1948), El puente sobre el río Kwai (1957), Lawrence de Arabia (1962) o Doctor Zhivago (1965), convierte a El déspota (1954) en una obra menor en la carrera del director. Pero no solamente en comparación con los títulos mencionados, sino que creo objetivamente que se trata de una película que no reúne méritos suficientes por sí misma.

Pienso que David Lean destacó en otro tipo de géneros, pero la comedia no parecía ser su fuerte. No hizo muchas incursiones en ella y no logró unos resultados equiparables a sus dramas románticos o épicos, que es donde brilla con luz propia.

En este caso, un importante inconveniente es que me parece una película irregular. El déspota no tiene un ritmo preciso y constante. Algunas secuencias se prolongan demasiado para lo que tienen que ofrecer y se producen momentos en que la historia no avanza con energía, dejando ciertos tiempos muertos que penalizan el desarrollo. 

Aunque quizá lo más grave es que es una comedia que no tiene momentos cómicos. El tono es ligero, los personajes presentan caracteres bien marcados que propician un tratamiento gracioso, pero el guión no lo explota convenientemente. Y si una comedia no nos hace reír, es evidente que algo falla.

La figura de Henry es de esas que ayudan a crear grandes momentos, por su carácter autoritario y cascarrabias y su debilidad por la bebida. Pero sentimos que se desaprovecha gran parte de su potencial. Su hija mayor, pues las otras dos apenas tienen protagonismo, se convierte en su rival, pero este enfrentamiento tampoco depara situaciones realmente cómicas. 

No sé exactamente el motivo, pero no tenía la impresión realmente de estar frente a una comedia; me era complicado tomarme los conflictos que se plantean en la cinta a la ligera y prevalecía la tensión dramática por encima de la supuesta comicidad. 

El reparto, por el contrario, es muy bueno, especialmente la figura de Charles Laughton, cuya presencia en una película ya convierte el verla, para mí, en una necesidad. Laughton era un actor grandioso, con una personalidad única, un tipo alejado completamente de los cánones para ser primera figura y que se ganó ese puesto con su talento único y arrollador. Y de nuevo, no defrauda, convirtiendo cada una de sus apariciones en todo un espectáculo. Pero también merece una mención especial Brenda De Banzie, componiendo una hija realmente poderosa, pero nunca antipática. De hecho, a pesar de que se impone con total contundencia a Willie (John Mills), su retraído marido, no se aprovechará de esa ascendencia sobre él y será realmente buena con Willie, ayudándole a mejorar culturalmente y a ganar cierta seguridad en sí mismo. De hecho, esta relación es lo más destacable de la película desde mi punto de vista. John Mills, el tercer eslabón del reparto, también me pareció absolutamente convincente.

En todo caso, El déspota es una película aceptable pero que se queda corta a nivel cómico. Merece la pena en cuanto forma parte de la filmografía del genial David Lean, pero el que la vaya a ver por primera vez con las referencias de las grandes películas del director que no espere una obra maestra, sino un pequeño eslabón en la carrera del director.

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