El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 30 de julio de 2022

Amor a quemarropa



Dirección: Tony Scott.

Guión: Quentin Tarantino.

Música: Hans Zimmer.

Fotografía: Jeffrey L. Kimball.

Reparto: Christian Slater, Patricia Arquette, Dennis Hopper, Val Kilmer, Gary Oldman, Brad Pitt, Christopher Walken, Bronson Pinchot, Samuel L. Jackson, Michael Rapaport, Saul Rubinek, James Gandolfini, Chris Penn. 

El día de su cumpleaños, Clarence (Christian Slater) conoce a Alabama (Patricia Arquette) y pasan una noche apasionada. Ella le confiesa que es una prostituta contratada por el jefe de Clarence como regalo de cumpleaños y que se ha enamorado de él. Decidido a ayudarla a romper con su pasado, Clarence acude a ver a antiguo chulo (Gary Oldman).

Amor a quemarropa (1993) lleva el sello inconfundible de Quentin Tarantino. Encontramos pues su colección de pasiones (el cine de artes marciales de serie B, la violencia gratuita, los diálogos banales, personajes pasados de vueltas y una historia delirante). A los fans de Tarantino les fascinará, para aquellos para los que el cine es algo más que clichés tendrán una pequeña decepción.

Para empezar, los personajes son realmente superficiales y sus reacciones y comportamientos no obedecen a una lógica que podamos entender o que haya sido explicada mínimamente. Casi se trata de automatismos: Alabama se enamora de un desconocido en un par de horas, sin más. Clarence, un tipo normal en apariencia, es capaz de matar sin que le tiemble el pulso. Los malos lo son sin más, sin justificaciones, sin pasado, les basta con su cara de poker y las ganas de asesinar. 

Con estos precedentes, entenderemos que estamos ante un film donde prima la acción sin más. El resto se da por entendido o sencillamente no interesa. Por ello, Amor a quemarropa es un relato superficial. Ni el amor de Clarence y Alabama nos conmueve ni nos apasiona, está ahí porque así se ha escrito pero, como ellos, es apariencia, fachada.

Tarantino va llevando el guión hacia donde le interesa: un final explosivo tan absurdo como gratuito. Si estuviéramos en una película cómica tendría su gracia, como el colmo de las casualidades, la mala suerte y la torpeza. Pero la intención es llevar el conflicto a un extremo de violencia. El problema es que en el cine actual ya estamos tan acostumbrados a ella que no produce casi ningún efecto y mucho menos nos coge por sorpresa. La apoteosis sanguinaria se ve venir a mucha distancia, lo mismo que el final tan perfectamente idílico.

El problema es que al ofrecernos unos personajes tan esquemáticos y una historia tan predecible y vacía de contenido, lo que sucede al final casi nos deja indiferentes. Si Clarence hubiera muerto, algo que nadie se puede creer, incluso con el absurdo intento del guión de engañarnos, me habría quedado igual de conmovido que con su supervivencia. 

En el reparto encontramos la mejor compensación para un film tan largo. Dennis Hopper está inmenso, lo mismo que Gary Oldman o Brad Pitt. En realidad, es gracias a este buen reparto que la película se hace más llevadera. No quiero imaginarme el resultado con un presupuesto raquítico y actores de menor entidad. Y también contamos con Tony Scott, que sabe mantener el ritmo y consigue hacer que la película resulte entretenida.

Amor a quemarropa no es un tostón; dentro de los parámetros en que se mueve el cine actualmente resulta un producto bien construido. El problema es que desaprovecha los recursos al no profundizar en nada y buscar solamente una historia resultona a base de clichés y violencia. En la era de los videoclips, puede justificarse como un producto más de consumo fácil, sin necesidad de reflexionar, pero para mí el cine es algo más, mucho más.

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