El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

sábado, 12 de junio de 2010

Adivina quién viene esta noche



Dirección: Stanley Kramer.
Guión: William Rose.
Música:Frank DeVol (AKA Frank De Vol).
Fotografía: Sam Leavitt.
Reparto: Spencer Tracy, Sidney Poitier, Katharine Hepburn, Katharine Houghton, Cecil Kellaway, Beah Richards, Roy Glenn, Isabel Sanford, Virginia Christine, Alexandra Hay, Barbara Randolph.
 
Una joven de buena familia, Joana (Katharine Houghton), se presenta en casa de sus padres con su novio, el doctor Prentice (Sidney Poitier) y les anuncia su inminente boda. El problema es que él es negro. Tras la sorpresa inicial, llega el momento de reflexionar sobre los problemas que plantea dicha noticia y aunque Cris (Katharine Hepburn), la madre de Joana, acepta pronto la situación y apoya a su hija, el padre de la joven, Matt (Spencer Tracy), será quién se muestre más convencido de que una boda como esa sólo traerá la infelicidad de su hija.

Adivina quién viene esta noche (Stanley Kramer, 1967) viene a tratar el problema del racismo desde un punto de vista novedoso, como es el de plantear un matrimonio interracial en los Estados Unidos. Como se dice en el film, dicho matrimonio estaba prohibido por la ley en gran parte del país. Incluso hoy en día, más de cuarenta años después, el tema seguiría causando problemas en medio mundo, o más.

Pero el caso es que también se plantea una situación bastante idílica en la película. La familia de ella es rica, liberal y culta. El novio, además, no es un cualquiera, sino que es un brillante médico con un curriculum que dejaría mudo a cualquiera. ¿Qué pasaría si el negro fuera un mecánico, por ejemplo? Dudas aparte, el mérito de Stanley Kramer es enfrentarse al problema del racismo de frente y ofrecer un discurso final rotundo en el que acertadamente afirma que el verdadero problema lo tienen aquellos que, por prejuicios absurdos, se opondrían a algo tan hermoso como que una pareja se ame por encima de razas y miedos.

Pero lo mejor de la película se encuentra en la pareja Spencer Tracy y Katharine Hupburn. El trabajo de ambos es colosal y puedo confesar que pocas veces me ha conmovido tanto una interpretación como la estos dos actores. Tracy es más sobrio que ella, pero su rostro es tremendamente expresivo y trasmite una fuerza increíble. Katharine Hepburn está espléndida, con esa maravillosa fragilidad que lo trasmite todo y esas lágrimas apenas aflorando a sus ojos absolutamente conmovedoras. Por contra, Sidney Poitier, al lado de estos dos geniales actores, me ha parecido excesivamente estudiado, acartonado y un tanto forzado.

Dentro de un nivel muy alto en los diálogos y de una tensión muy bien graduada hasta el final, es evidente que me quedo con la escena final, con el fabuloso discurso de Spencer Tracy y, en especial, con esa escena en que vemos el rostro extasiado y emocionado de Katharine Hepburn al escucharlo decir: "si ellos se quieren solamente la mitad de lo que nosotros nos quisimos, será suficiente". Sólo por este momento vale la pena ver la película.

Katharine Hepburn ganó su segundo Oscar por este trabajo y la película obtuvo otro más por el guión original. Spencer Tracy falleció de un ataque al corazón, solamente trece días después de terminar el rodaje de esta película, en brazos de Katherine Hepburn, su gran amor.

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