El cine y yo

Me resulta imposible imaginar mi vida sin el cine. De alguna manera me ha ido conformando en salas oscuras, donde el universo por entero brillaba ante mí y la realidad, la otra realidad, desaparecía milagrosamente para dar paso a una vida ilimitada. Al menos, cuando yo era niño era así.


Uno de los primeros recuerdos que tengo es de pánico y fascinación. La película se titulaba "Jerónimo" y yo tenía tres años. En un televisor en blanco y negro, con una imagen seguramente bastante pobre, aquella película me aterraba y me atraía en partes iguales, y yo sentía que estaba ante algo que me superaba. Desde entonces, mi vida y el cine han ido de la mano.


El cine me nutría de imágenes que abrían mi imaginación como quién abre una ventana a las montañas. El cine me proporcionaba una vida nueva infinita en aventuras y en heroicidades. El cine era un baúl, un escondite y una fuente. En el misterio estaba la plenitud.


El cine eran las sesiones de los sábados a las cuatro; eran las películas para adultos a las que accedíamos antes incluso de llegar a pisar la adolescencia, con el atractivo inmenso de todo lo prohibido; eran las fichas en cartulinas y los recortes de fotografías; eran los estrenos con colas interminables; era la conversación con aquella chica que me atrapó hasta hacerme olvidar donde estábamos... e incluso fue una declaración de amor.


No puedo imaginarme mi vida sin el cine. Nada sería lo mismo. Dejemos pues que pasen ante nosotros, en palabras, imágenes de toda una vida.

lunes, 7 de junio de 2010

Collateral



Dirección: Michael Mann.
Guión: Stuart Beattie.
Música: James Newton Howard.
Fotografía: Dion Beebe y Paul Cameron.
Reparto: Tom Cruise, Jamie Foxx, Jada Pinkett Smith, Mark Ruffalo, Peter Berg, Javier Bardem, Barry Shabaka Henley, Bruce McGill, Irma P. Hall, Richard T. Jones, Debi Mazar, Jason Statham.

Max (Jamie Foxx) lleva doce años de taxista, aunque su sueño es tener su propio negocio de limusinas, cuando una noche sube a su taxi Vincent (Tom Cruise), un cliente aparentemente normal que le propone que sea su chófer a lo largo de la noche en una serie de visitas que debe realizar. En realidad, Vincent es un asesino a sueldo contratado por un cartel de narcotraficantes que meterá a Max en una espiral de violencia que parece no tener fin.

Así podría resumirse este thriller que presentaba como novedad que Tom Cruise encarne en este caso al malo de la película. Sin embargo, detalles de marketing al margen, Collateral (Michael Mann, 2004) posee el acierto de construirse sobre la base de un acertado guión que eleva el tono por encima de lo que viene siendo habitual en este tipo de films para consumo fácil y recaudación más o menos segura.

Porque, si bien la película no se libra de algunos de los defectos típicos del género, como algunos clichés bastante sobados (el policía más listo que nadie que en seguida sospecha que hay gato encerrado, o la secuencia en que por casualidad la policía detiene el taxi y pide que abran el maletero donde hay un cadáver, o el giro final, que va bien para cerrar la película con unos instantes de tensión, pero que no resulta del todo convincente) y que no aportan nada realmente novedoso al conjunto y sí que pueden resultar molestos por cuanto están demasiado vistos, tiene el acierto de preocuparse por adentrarnos en la piel de los protagonistas, se toma su tiempo para mostrar sus miserias y sus esperanzas y presenta unos cuantos diálogos realmente meritorios, que destacan poderosamente entre la banalidad de las conversaciones que estamos acostumbrados a sufrir en este tipo de productos.

También es necesario reconocer la buena interpretación, al fin, de Tom Cruise, un actor que me repele especialmente pero que parece que con los años va ganando aplomo y sobriedad, y la de Jamie Foxx, que compone un personaje realmente humano, capaz de conmovernos y de involucrarnos en su desgracia.

Gracias a todo ello y a un buen ritmo y una tensión muy bien dosificada que, en el tercio final se va acrecentando sin pausa, la película resulta no solamente muy entretenida, sino que nos agarra al sillón y nos implica en la suerte final de los protagonistas, que adivinamos, naturalmente, pero sin que ello nos permita respirar del todo tranquilos hasta el final que, además, posee una pequeña dosis de ternura y romanticismo y nos deja, a pesar de ser el esperado, un poso de tristeza por inevitable soledad del hombre frente a su destino.

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